ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). A unos días de celebrar mi cumpleaños, decidí hacer este top de éxitos musicales surgidos justo en cada década de mi vida…
- 15 de abril, diez de la noche con diez minutos, era Domingo de Ramos cuando yo nací. En la radio triunfaba la Sonora Santanera y Sonia López, por eso supongo que mi llanto de bienvenida a la vida debió darse al ritmo de “Corazón de Acero”, sospecho que mi piel ya era color “Canela Pura” e imaginé que nada era mejor que volar con las gaviotas en parvada. La voz de Angélica María seguramente empezó a advertirme que conocería a mil Edy Edys y a decenas de Johnys enojones quienes no comprenderían, pero no importaba, que “coqueta de herencia soy”. Adorado por mi mamá, Cesar Costa logró arrullarme mientras ella entonaba en perfecto dueto el eterno coro de “Mi pueblo” para que no olvidara mi origen.
1963, Ya con diez años de vida, me encantaba escuchar Radio Mil y una canción se me quedó grabada, seguramente no entendía la profundidad de su letra, pero no he dejado de cantarla como un himno: “Yo no soy esa, que tu te imaginas, una señorita tranquila y sencilla, que un día abandonas y siempre perdona, esa niña no soy yo”. La voz de Mari Trini me pedía no acobardarme, que no perdiera la esperanza y jamás dijera sí a todo. Mientras que Janet aseguraba ser rebelde porque el mundo la había hecho así y decidí aliarme con ella. Aunque también, nunca lo he olvidado, un día canté a todo pulmón, en medio del patio de mi primaria, el éxito de Manuella Torres y de reojo miraba al niño que me gustaba prometiéndome que le iba a enseñar a querer con todo el cariño de mi corazón.
- Con dos décadas de vida ingresé a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales con la certeza de que estudiaría para convertirme en periodista. Leal a mi herencia ceceachera escuchaba a la trova cubana, así que a todos los vientos juraba que mi amor era aguerrido, un sol encendido y solamente destinado para quien lo merece. Mi lado frívolo salió a relucir cuando juraba que era divertido colarme en las fiestas, como sugería Mecano. Me enchiné el cabello para cantar a grito desentonado y así parecerme más a mi querida Amanda Miguel, preguntándole a mi buen corazón por qué se volvía a enamorar. Maullaba como una gata bajo la lluvia ilusionada de encontrarme por ahí a ese chavo que tanto me gustaba para que me invitara un café e hiciéramos el amor. Maldecía a la primavera junto con Yuri y con tequila en mano entonaba muy envalentonada: “Y como principio, borraré tu nombre…”, junto con Lupe D’ Alessio.
- Un vientre abultado delataba mi embarazo, ya señora de tres décadas, disfrutaba a ese hijo deseado que se movía dentro de mí. Le cantaba brincan los borregos o zapatos viejos aliándome con la Trevi de aquellos años. Arreglaba la cuna de mi bebé al ritmo de una carcacha al unirme a la inolvidable Selena. Confirmaba mi pésimo inglés, pero gozosa aullaba junto a la privilegiada voz de Whitney Houston. Disfrutaba el surgimiento de grupos como Café Tacuba para tararear “Las batallas” o evocar mi tiempo de historietista al cantar “Rarorotonga”. Imaginaba mecer a ese niñito en mis brazos como las nubes de los “Caifanes” y deseaba dar con él una vuelta al cielo. La voz de una chamana me bendijo al coincidir conmigo y repetir: “No me alcanza el tiempo”, fue así como Rita Guerrero embrujó mi alma.
- A punto de terminar el doctorado necesitaba refrescarme y decidí convertirme en sirena al ritmo de Sin Bandera, ya con 40 años de edad. Arriesgándome a ser durante 24 horas estudiante, profesora, madre, esposa, amiga y mujer con mil vidas descubrí que podía tener suerte como Shakira. El simple instinto me hizo comprar el disco de una jovencita llamada Natalia Lafourcade y ese inicio del siglo XXI tuvo más ritmo al memorizar sus 14 canciones segura de que al buscar problemas te convertías en dueña de tu vida y que las nubes tenían forma de elefantes que te invitaban a soñar despierta.
- A los 50 me convertí en Bellairosa enredada en el viento de Pachuca y para sentirme bien acompañada cada noche permitía a Sabina y a Serrat cantarme como en ese concierto que dieron “En el Luna Park” justo ese año y deseando desde mi vitrina verlos doblar aquella esquina como una novia o convertirme en esa princesa que no buscaba perro alguno que le pudiera ladrar. Conocí la maldad femenina gracias a tres villanas que trabajaban en el mismo lugar que yo y melancólica cantaba para consolarme que era yo la de la mala suerte a dúo con Jesse y Joy, pero gracias a Alejandro Sanz acepté gozosa que más bien era una marciana pues en el espejo que inventé reconocí que soy “dama valiente que se peina la trenza como las sirenas”. María Barracuda ahora formaba parte del grupo Jotdog, pero me llenó de esperanzas al asegurar que si te bañas bajo una lluvia de estrellas puedes seguir “brillando como nadie lo hará”.
- Hoy que cumplo 60 años, ya no venden discos ni cds, ya no escucho la radio, ni en la tele busco el top de la semana. Ahora debo buscar mis canciones preferidas en YouTube o aliarme a Spotify. Sin embargo, las canciones que surgen en esta época siguen describiendo y delatando quién soy, en qué creo, qué espero de la vida, hacía dónde me gustaría dirigir mis sueños y todo mi entusiasmo. Ahora, son mis alumnas quienes me ponen música para reconciliarme conmigo misma, entonces, gracias a ellas, escucho una voz de sirena que logra seducirme para agradecer lo que soy hasta ahora. Así, junto con Billie Eilish canto: “Cambié mis planes porque yo estoy enamorada de mi futuro, no puedo esperar para conocerlo…”