ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). Nunca lo he olvidado, las dos teníamos la misma edad, 19 años, yo estudiaba para pasar el examen de teoría social y ella se estaba casando con un príncipe. Era el 29 de julio de 1981. Mi amiga Marisa dijo, entre envidia y resignación: “Nosotras sufriendo con Durkeim y Lady Di preparándose para no volverse a preocupar por nada en toda su vida”.
Quien iba a imaginar que ese futuro no era nada prometedor, ni de felicidad eterna, ni de reinos soñados. ´Posiblemente por esa cercanía en la edad, no dejé de espiar a Diana Frances Spencer, sobre todo cuando trabajaba en un Bazar donde puntualmente llegaba la revista “Hola”. Fue madre tan joven, bailó con John Travolta, viajaba por todo el mundo, sonrisa tímida, admiradores a cada paso, una marabunta de fotógrafos detrás de ella. Me encantaba su forma de vestirse, cuando se veía feliz jugando o abrazando a sus hijos. Sin vida privada, se exhibía ante todo el mundo lo que no comió, que estaba sola, que se sentía sola, que fue engañada, que prefirió ser infiel, ojalá se haya enamorado de otro, de un tipo que sí le correspondiera. Esa tarde de agosto de 1997 cuando todos los noticiarios confirmaron su muerte. Y esa vez ya no envidiarla, tampoco sentir lástima, pero sin dolor, para algunos una reacción absurda, para mí un sentimiento muy sincero, como si fuera una amiga la que falleció ese día. Teníamos la misma edad, pero qué caminos tan diferentes siguió nuestro destino.
Entonces la hicieron mito o leyenda, la victimizaron y volvieron a victimizar. La princesa del pueblo. Que la mandaron asesinar. Que su sombra amenazó a todo un reino. Libros de todos los géneros escarban y suponen. Películas y documentales quieren eternizarla, interpretarla, mostrarla, comprenderla, justificarla, denunciar su tormento, salvarla de alguna forma.
Posiblemente por todo eso, “Spencer”, el filme estrenado recientemente este 2022 en nuestro país, no deja de conmoverme, de provocar que llore en cada escena, que la empatía se mantenga en cada escena, que no vea repeticiones o densidad, sino escenarios donde cualquier mujer podemos sufrir la amenaza de hundirnos para siempre.
Todo el pese del filme en una frágil figura que adquiere una fuerza latente en cada situación por más absurda, sufrible o feliz que sea. Nunca recuerdas que en la pantalla es Kristen Stewart la que está interpretando a Diana, tienes la certeza de que se trata de esa princesa sin hadas ni brujas, sin besos que la despierten, pero sí mil ajugas que la pinchas, decenas de manzanas que la envenenan, zapatillas de cristal que se quiebran a cada paso para astillar sus huellas y desangrarla con lenta agonía. El espejo al que no es necesario preguntarle nada, que mentirá para decirnos feas, para no persuadirnos de ninguna belleza, que puede desaparecernos con un gesto de indiferencia o aferrarse a nuestra existencia sin maquillajes ni guiños de complicidad.
Lloro porque como esa princesa sin reinos ni coronas, he palpado traiciones y envidias. He extendido mi mano pidiendo ayuda para ser lastimada con las espinas que algunas gentes esconden en las palmas que fingieron protegerme, He sido ignorada en los grandes banquetes. He regresado a ese hogar del ayer para volverme a topar con la niña feliz que siempre seré.
“Spencer” no es un canto de sirena derrotada, no representa ninguna espada en la piedra, no te pide dejarte crecer el pelo y esperar a que te salven. Se comparte una angustia asfixiante de la que parece difícil escapar.
Sin embargo, también hay esa resistencia y esa necedad, esa forma de incomodar para que se advierta que no estás vencida, que te han herido y eso te da una fuerza única para defenderte, para destacar de otra manera, para inventar otro camino y seguir, ya sea para sobrevivir, reinventarse o volverse inmortal.
El filme no busca heroínas ni tampoco mártires, solamente ofrece tres días agotadores para sobrevivir, odiarse, quererse, llenarse de valor y detener una absurda cacería, no escapar, simplemente palpar la libertad y sonreír.
“Spencer” es un espejo y una provocación, que ninguna mujer acepte ser cómo los demás le exigen ser, ya sea princesa o súbdita, normal o popular, bella o fea, pobre o rica. Que busques a las aliadas y reconozcas a las villanas, para alejarse lo necesario, para tomar un respiro necesario y resurgir dispuesta a todo, pese a las heridas, contra todo y por todo.
Pese al tono melancólico del filme, un rayito de esperanza se esconde en la mirada de esa princesa que te sugiere provocadora que nunca esperes ser rescatada, le digas hasta nunca a cualquier príncipe y guardes en tu alma una tarde frente al mar con esa amiga que te reconcilia con la vida por su actitud y su compañía. “Spencer”, un filme para olvidar cualquier cuento de hadas y escribir un testimonio valiente, segura que venciste porque te has convertido en quien siempre has intentado ser.
“Spencer”. (2021). Director: Pablo Larraín. Protagonista: Kristen Stewart. Drama. 11 minutos. Productoras: Komplizen Film. Fábula. Shoebox Films y FilmNation Entertainment