“Sí, Soledad Jarquín, aquí estamos.
Con el puño en alto, para seguir exigiendo justicia.
Nuestra voz reclama, aunque estemos afónicas de tanto gritar, exigir, denunciar”.
ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). El dolor latente jamás desaparecerá, sigue tan desgarrador como ese 2 de junio de 2018 y se ha aliado con la fuerza para no desfallecer, con la valentía para señalar a los culpables, con el amor que nos aconseja no rendirnos nunca.
Sigue dentro de mí este discreto nudo en la garganta, cuando te veo de frente Soledad Jarquín y solamente puedo abrazarte. Las palabras se me escapan, vuelan como palomas mensajeras para que nadie olvide ese 2 de junio de 2018. Me hundo en tu mirada triste para convertirme en sirena y cantar contigo para llorar esta pena, pero también para gritar esta injusticia. Lloronas eternas, vestidas de luto para que sientan este sufrimiento, para que palpen la tragedia que significa de perder a una hija, tu hija, María del Sol Cruz Jarquín. Sí, no dejamos de derramar lágrimas, lluvia salada que nos empapa para resistir, para mostrar este temple de mujeres y feministas, de madres y hermanas, amigas y aliadas.
Desesperadas porque la justicia parece lejana. Llenas de convicción porque no dejamos de avanzar para alcanzarla, para que los culpables sean castigados.
No estamos reabriendo heridas, simplemente no se han podido cerrar porque en ellas no dejan de hundirse esos cuchillos-corrupción, esas navajas-indiferencia, esos puñales-injusticia.
Aquí estamos Soledad Jarquín, armadas de valor y de sororidad, leales a tu amor de madre, inspiradas en tu ejemplo feminista, fortaleciéndonos con tu lucha que no se detendrá.
Reiteramos en cada argumento sólido que tu hija no tenía que haber estado ese día, que fue obligada a cubrir la campaña de Hageo Montero López. Que fue amenazada con quitarle su trabajo en caso de no presentarse en Juchitán.
Vuelvo a llorar cuando te atisbo frente al cuerpo inerte de tu hija y mis manos se vuelven tuyas cuando describes la manera en que limpiaste la tierra que había en su rostro, esa sangre ya seca en su ropa, esas siete balas incrustadas en su cuerpo, las mismas que no pudiste quitarle y hago mía tu rabia, pero también tu valentía, tu certeza de que encontrarás justicia, de que tu hija sigue a tu lado, que los recuerdos con ella te fortalecen, que esa sensación de saberla cerca es porque de verdad sigue cerca.
Aquí estamos Soledad Jarquín, lejos y cerca, en Oaxaca o en Hidalgo, en escenarios internacionales o en mi salón de clases, o en una columna periodística como esta que hoy vuelvo tribuna para exigir eternamente justicia, que transformo en balcón para extender una manta con su imagen de niña inteligente, joven admirable, mujer valerosa.
Ya cinco años y ay, duele como el primer día.
Ya cinco años, pero no olvidamos la rabia, ni perdonamos a los culpables.
Deshojamos la luna, seguras de que la justicia llegará.
Soltamos miles de luciérnagas, para iluminar nuestra fortaleza.
Dibujamos una sonrisa de esperanza en cada corazón que se alía con esta lucha.
Aquí estamos Soledad Jarquín, nunca estarás sola.