ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo. Se considera que solamente hay dos figuras clásicas que representan la tradición literaria hidalguense: Efrén Rebolledo (1877-1929) y Ricardo Garibay (1923-1999). Los dos nombres han sido convertidos en los premios estatales de mayor importancia, la Secretaría de Cultura de la entidad ha editado colecciones especiales de sus obras y son analizados en representativos trabajos académicos, pero ellos tuvieron que salir del estado para buscar su desarrollo.
En tanto, María Luisa Ross (1887) y Margarita Michelena (1917) son dos escritoras del estado de Hidalgo que destacaron en el ámbito literario del siglo XX y que recientemente se han rescatado en todo su esplendor, pero también ambas realizaron su carrera fuera de la entidad, aunque la participación de ellas siempre estuvo llena de más obstáculos para lograr una trayectoria.
En efecto, la poeta hidalguense Yanira García aseguró que en la década de los 80s integrarse a un taller literario en la entidad resultaba ser muy difícil pues eran vistas como extrañas e invasoras por los hombres que los coordinaban o asistían. Poco a poco, algunas de ellas buscaron sus propias estrategias, desde participar en concursos literarios, pagar sus propias ediciones o encontrarse con gente aliada que consolidara su vocación. En este siglo XXI van surgiendo con mayor fuerza los nombres de escritoras hidalguenses que además de su talento han encontrado sus propias tácticas para publicar, compartir sus inspiraciones y dedicarse a lo que su aptitud siempre les ha dictado: la literatura.
Esta situación marcó un destino que Agustín Cadena y Miriam Mabel Martínez señalaron de manera significativa en el título de su ensayo crítico: Diáspora Hidalgo: una narrativa en exilio (1999). Escribir en la entidad, señalaron, es una empresa individual y representa una peligrosa prueba de vocación, que además se realiza fuera de la región.
No hay apoyos, no hay tradición, ni muchos ejemplos. Pese a ello, reconocen, hay buenos escritores y recuperaron los casos de Garibay, Gonzalo Martré, Federico Arana, Agustín Ramos e Ignacio Trejo. Si bien se destaca que se fueron a formar lejos de su lugar de origen, también se advierte que algunos volvieron para impartir talleres, para compartir su experiencia y motivar a una juventud ávida de aprender. Fue así como en el Centro de las Artes de Hidalgo, principalmente, abrieron sus talleres Diego José, Enrique Rivas Paniagua, Ricardo Granados, Carlos Muñoz y el mismo Cadena. De esta manera, la literatura hidalguense pasó del pionerismo a la formación, varios jóvenes tomaron en serio el oficio, empezaron a destacar, a publicar, a quedarse, a irse, pero siempre regresar.
Enrique Olmos de Ita (2015) señala que a su generación le tocó romper con esa maldición, evitar la diáspora. Advierte que ese ensayo pionero sobre la literatura de la región lo puso en alerta. Reconoció a Garibay como referencia obligada de la literatura hidalguense moderna ya que antes de él poco se sabía de lo producido en la entidad. Olmos reconoce que ser escritor en Hidalgo no representa ventaja alguna, más bien parece ser una excentricidad. Pero tampoco se lamenta o niega la situación, la enfrenta. Así, presenta #Somos Zombis. Antología de literatura hidalguense para jóvenes (2015) y expone un panorama más esperanzador. Enumera a escritores hidalguenses ya destacados y con reconocimiento nacional e internacional como Yuri Herrera, Agustín Cadena, Diego José, Daniel Fragoso, Karla Olvera e Ilallí Hernández.
Entre las más recientes reflexiones sobre el tema, Alfonso Valencia y Luis Arístides presentaron La literatura inexistente (2020), conversatorio realizado en la Feria Universitaria del Libro. La perspectiva crítica sigue latente, pero también el reconocimiento justo y el compromiso por consolidar el ámbito literario del estado.
Ante este contexto, ¿cómo se mueven, sobreviven y hacen caso a su vocación las escritoras hidalguenses?
Una primera aproximacion puede ser el libro Bellas y Airosas: Mujeres en Hidalgo (2010) donde se logró recuperar más de 100 semblanzas de hidalguenses nacidas en esta región, entre ellas dos escritoras que poco a poco son reconocidas en la entidad: María Luisa Ross Landa (1880-1945) y Margarita Michelena (1917-1998). Ambas parecen confirmar esa diáspora, se fueron a la ciudad de México y fue allí donde desarrollaron sus carreras. La primera como reportera y directora de lo que hoy es Radio Educación. La segunda, como poeta y articulista del periódico Excélsior.
Luego de escarbar y buscar con sumo cuidado en enciclopedias o diccionario biográficos, testimonios y antologías, encontré a varias pioneras durante el siglo XX:
Consuelo A. Espinoza (1906), que vivió un desconsolador anonimato en la poesía.
María Evelia Monterrubio y Sáenz (1909). Dio a conocer sus ideales a través de la poesía. Su hija, escritora también fue María Margarita Motta Monterrubio y publicó La riqueza de ser mujer.
María de Jesús Guerrero de Sánchez, alabada por su sensibilidad exquisita.
Blanca Estela Gutiérrez (1906), demostró su vocación poética en el Instituto Científico y Literario del Estado de Hidalgo.
María del Pilar Marroquín, escribió los libros Agonía de Otoño, Entrega y Astillaje, publicados a mitad de siglo XX.
Catalina Guerrero, usó el seudónimo de Alina Guerna y así se animó a publicar sus poemas.
Carmen Hernández. Presentó el poemario Corteza de amaranto.
Yolanda Aguado Rubio. En 1994 publicó su obra titulada Entre ser y vivir.
Reyna Hinojosa Villalba. Fue directora del Instituto de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo durante el periodo 1999-2004, pero no dejó de escribir poemas y publicar algunos libros.
Después de identificar a las escritoras hidalguenses, de seguir sus trayectorias, recopilar sus creaciones, así como entrevistas que les han realizado, además de basarme en los testimonios que obtuve de cinco de ellas, considero que el eje de su discurso no es la queja ni la victimización, es la búsqueda constante para poder publicar, ser llamadas escritoras y empezar a formarse un nombre, tener un reconocimiento: Ser profetas en su tierra. Basándome en estos puntos, ordené sus ideas y clasifiqué lo que consideré sus estrategias.
LOS PREMIOS. En Hidalgo destacan el Premio de Poesía Efrén Rebolledo y el Premio de Cuento Ricardo Garibay. Desde su primera entrega, hasta la fecha, han sido reconocidas:
- Poesía: Nancy Ávila.Viento iracundo / Cuento: Ilallalí Hernández. El recorrido por la mansión del Conde.
- Poesía. Antonia Cuevas Naranjo. Memorias en éxodo.
- Poesía. Ana María Vázquez Salgado. El penúltimo astrolabio.
- Poesía. Karla Olvera.Cuando la nieve caiga en el mediterráneo.
- Poesía: Yanira García. Raíz en la memoria.
- Cuento. Enid Carrillo.La noche nunca termina.
- Cuento. Sinead Martínez Ruiz. La impronta de los patos sin plumas.
- Claudia Sandoval. Bitácora de mis entrañas.
LAS AUTO EDICIONES. Al no tener vínculos con nadie del mundo de la literatura, algunas optan por ahorrar lo suficiente y editar su propia obra como Rosa Linda Lucas que financió los tres tomos de su novela El cuarto oscuro de una madre (2008).
EL PERIODISMO. Las columnas o los suplementos especializados han hecho posible publicar de manera más constante. Así lo hizo en El Independiente de Hidalgo, Ilallalí Hernández y María Elena Ortega en el suplemento cultural de El sol de Hidalgo.
LOS TALLERES. Cada vez hay más mujeres inscritas en los espacios que abren maestros como Agustín Cadena, Alfonso Valencia, Diego José, Rafael Tiburcio y Julio Romano. De esta manera, ellas son orientadas, se relacionan y si el profesor coordina una antología pueden integrarse a la obra. Por ejemplo, Cadena lleva dos compilaciones de cuentos integrando a quienes han sido sus estudiantes. Dio a conocer Callejeros (2017) donde colaboraron nueve de sus alumnas y en Lotería (2019) dio espacio a jóvenes promesas como Janet Pérez Islas y Alessandra Grácio, que por primera vez publicaban, así como a quienes ya habían sido reconocidas con un premio como Enid Carrillo, Guadalupe Ángeles y Sinead Martí.
EDITORIALES PEQUEÑAS. Ante la imposibilidad de que las llamadas grandes editoriales, la mayoría ubicadas en la ciudad de México o son sucursales de empresas extranjeras, puedan recibirlas y acepten publicarles, las escritoras hidalguenses han confiado en las editoriales que muestran interés en su obra. De esta manera, María Elena Ortega ha publicado ya cuatro libros de cuentos en Elementum, por cierto, pequeña empresa hidalguense. Aidée Cervantes Chapa pudo publicar su primer poemario gracias a Ediciones Utopía al igual que Ana Guadalupe Hernández. En tanto Marisa D´Santos ha contado con el apoyo de Sediento Editores.
ESPACIOS DIGITALES. Las más jóvenes han optado por crear sus blogs, aprovechar su Facebook o integrarse a espacios que las promuevan. Es así como la Asociación de Escritores Hidalguenses publica constantemente perfiles, editorial Elementum creó su página de autores/autoras y Sandra Luna nutre, a veces, su propio blog.
REDES. Debo destacar el esfuerzo de las nuevas generaciones para unirse, intercambiar proyectos, conocerse y apoyarse.Se creó el Círculo de Escritura para mujeres Margarita Michelena que organiza reuniones para compartir los textos que han escrito. La iniciativa de Esther García de crear un mapa de escritoras también les ha permitido identificarse, ubicarse y reconocerse.
Sin duda, las escritoras de Hidalgo han luchado para ser profetas en su tierra.