ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO
Este texto fue publicado originalmente en la revista Zócalo número 284, octubre 2023, pp.13-16.
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo. María Lavalle fue una de las primeras senadoras en nuestro país y al poco tiempo de convertirse en legisladora la experiencia le hizo expresar: “Me dan la silla, pero no el lugar”.
Su afirmación se basaba en el trato recibido pues tanto ella como Alicia Arellano Tapia si bien fueron recibidas en el Senado en 1964, los 56 hombres con los que tomaron protesta no parecían escucharlas y las relegaban a ciertas comisiones por el simple hecho de ser mujeres.
Hoy, casi sesenta años de esa declaración, el panorama político dibuja la certeza de que tendremos una mujer presidenta: Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez.
Y sí, es digno de celebrar esa posibilidad, pero a la vez debe destacarse que este reconocimiento no surge de la buena fe ni de la suerte, por espontánea solidaridad partidista o momento coyuntural clave. Detrás de estas dos mujeres hay una larga, muy larga historia de lucha, resistencia y atrevimiento. Esta realidad es la suma de pioneras atrevidas, colectivos de mujeres insurrectas y de acciones feministas.
En efecto, a lo largo de la historia de México ha existido un número representativo de mexicanas que, a fuerza de trabajo, inteligencia y compromiso, la mayoría de las veces en contextos donde tenían todo en contra o salpicados de violencia, ellas fueron abriendo las puertas al mundo político, casi siempre a empujones.
Por ello, antes de dividirnos por elegir a una candidata, debe valorarse la extenuante y admirable lucha de las mujeres que, a fuerza de palabras e ideas arriesgadas han sumado ejemplos para que ahora tanto Sheinbaum como Gálvez, entre las 66.2 millones de mexicanas que existimos, pueda una de ellas dirigir el destino del país.
Es así como primero destacaré algunos destellos significativos del siglo XX que ilustran la suma de acciones para ganarnos un lugar en los escenarios políticos y después especularé sobre la posibilidad de que México tenga una presidenta.
Revolucionarias
Hermila Galindo, Juana Gutiérrez, Dolores Jiménez, Elisa Acuña, entre muchas otras que participaron en la revolución mexicana demostraron con sus discursos y acciones que la vida política no les resultaba ajena. En 1911 firmaron una carta que se insertó en la primera plana de El Imparcial que reflejaba su compromiso político:
“Que el Primer Magistrado dirija al Congreso de la Unión una iniciativa pidiendo que a las mujeres les sean reconocidos los mismos derechos que a los hombres, en lo que se refiere a votar y ser votadas en las elecciones para el desempeño de puestos públicos”.
Sin embargo, al firmarse la Constitución Mexicana en 1917, las mexicanas se sintieron traicionadas. Hermila Galindo y otras figuras femeninas de la época denunciaron que en la Carta Magna no se les reconocía como ciudadanas. Si bien les otorgaron la igualdad desde el punto de vista jurídico y laboral, le negaron el derecho al voto.
Queremos ser ciudadanas
María Ríos Cárdenas publicó el libro La mujer mexicana es ciudadana en 1942, fecha en que todavía no teníamos el derecho al voto. En su texto destaca que:
Abogó por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
Rechazó la idea de que la falta de práctica política impida la participación de la mujer en este ámbito.
Señaló que en la redacción de la Constitución de 1917 no se excluyó implícitamente a la mujer, pero hizo falta definir la ciudadanía femenina.
Consideraba necesaria y urgente la modificación del sistema legal que limitaba los derechos de la mujer, propuso una cooperación con los partidos, así como una alianza de estos con los movimientos de mujeres que permitiera un avance paulatino y no de confrontación. Su discurso se quedó en las páginas de su libro, la sociedad mexicana mantenía una firme postura conservadora.
Luchas, indiferencia y el gran logro
El Frente Único Pro-Derechos de la Mujer reunió a cientos de mexicanas que, a través de marchas, discursos, pliegos petitorios y entrevistas con Lázaro Cárdenas exigían su derecho a votar. Se desplegó una intensa campaña para reformar el artículo 34 Constitucional a fin de que fueran reconocidos los derechos políticos de las mujeres, pero las sufragistas mexicanas sufrieron diversas agresiones:
Muchas burlas, muchas humillaciones… Una ocasión, recuerdo que fuimos un grupo de mujeres a hacer acto de presencia en las puertas de la Cámara de Diputados con unos carteles, lógicamente nos lo colocamos al frente de nuestros cuerpos pidiendo el voto para la mujer. Al día siguiente, los periódicos nos calificaron: “Mujeres sándwich en las puertas de la Cámara de Diputados”. También éramos objeto de escupitajos.
Fue hasta el gobierno de Ruiz Cortines que varias activistas, entre ellas Amalia González Caballero de Castillo Ledón, solicitaron nuevamente el derecho a votar y por fin se les concedió. Algunos estudiosos consideran que el voto femenino se logró cuando el gobierno lo quiso dar. Sin embargo, este derecho no debe verse como una simple concesión, todas las mujeres anteriormente mencionadas fueron abriendo camino. El 17 de octubre de 1953 representó el inicio de otro proceso, un punto de partida en la participación, oficialmente reconocida, de las mujeres en la política pública, podían votar y ser votadas.
¿Solidaridad partidista?
En su tesis de doctorado, Gisela Zaremberg (2009) recuperó lo complejo que resultaba para las mexicanas ser tomadas en cuenta ahora que ya eran ciudadanas. A través de entrevistas con mujeres priistas, la autora reveló que, para ser postulada en esos primeros años de ciudadanía femenina, era necesario tener la aprobación de los hombres: el que la proponía, el que la “palomeaba” y el que la aceptaba o no.
Para ser postuladas en el PRI ellas tenían que desempeñar tareas altamente diversificadas, desde apoyar al partido durante un tiempo extenso hasta demostrar una absoluta y “sincera” lealtad. En una carta a Adolfo Ruiz Cortines, un grupo de mujeres advirtió:
Hemos observado y nos apresuramos a comunicarlo a usted sin reservas, que dentro del Partido Revolucionario Institucional existe una fuerte corriente de oposición a nuestra participación… Hemos observado con tristeza que dentro de nuestro partido poco o nada significa la antigua actividad y militancia en las filas de la Revolución Mexicana, ya que se subestima el trabajo social y político de las viejas luchadoras que han consagrado su vida a la mística cívica, poniendo su capacidad y energía al servicio de la Patria para elegir como candidatos a hombres sin una trayectoria con lo que prácticamente nos sentimos postergadas.
La forma en que Zaremberg describe cómo el PRI elegía a sus candidatas puede afirmarse con el caso de María Lavalle quien durante diez años intentó ser candidata y enfrentó un sinfín de descalificativos. La tachaban de “comunista” por ser crítica, aseguraban que era soberbia y no se identificaba con el pueblo por ser abogada titulada. Por simpatizar con el feminismo recibió con sarcasmo el mote de “la feminista del partido”. Se le cuestionó que fuera soltera, que no haya tenido hijos. Fue hasta 1964 que fue elegida para ser senadora. Pese al logro, ya dentro, se dio cuenta que había más obstáculos, por eso, declaró: “Me dan la silla, pero no el lugar”. Aunque, cabe destacar, que después fue elegida presidenta del Senado en 1965.
Paridad, violencia y avances
A cuentagotas aparecieron las primeras gobernadoras, las primeras candidatas a la presidencia. Anna María Fernández Poncela señaló dos modelos que limitaban a las aspirantes a una candidatura o puesto político al finalizar el siglo XX:
Tradicional. La presencia femenina en la política daría un toque servicial a la política. Ejercen dones naturales, de tacto y delicadeza. La palabra suave que modera intemperancias, el detalle amable que acoge discreta las jornadas de debate, la retirada prudente, el silencio expresivo…
Plural. Existe heterogeneidad y diversidad del ser mujer en la política. No hay un modo de ejercicio del poder precisamente femenino, en términos generales responden a los patrones ideológicos-políticos de la organización política que representa y que fue soporte para su ascenso.
En 1996 la Asamblea Nacional de Mujeres presentó el primer plan de igualdad cuyo eje central fueron las cuotas reglamentadas que posibilitaran promover una participación equitativa de las mujeres y hombres en las instancias de los partidos políticos y del Estado. En diversos estudios se reconoció que, si bien las cuotas de género representaban “una forma eficaz de incrementar la presencia femenina en cargos de representación popular”, no quedaron libres de la controversia, sin embargo, se avanzaba. Pero, el sistema patriarcal no ha cedido fácilmente los espacios políticos a las mujeres y en estos últimos años una respuesta dolorosa va en aumento: La violencia de género. De acuerdo al INE, durante el lapso 2020-2023 se han registrado 341 casos de mujeres agredidas en el escenario político nacional. Y pese a lo doloroso e indignante de los asesinatos, ultrajes y ofensas contra ellas, este 2023 una mujer puede llegar a la presidencia de México.
Transformar sin cambios
¿Las dos candidatas a la presidencia de México reconocen hoy esta trayectoria de lucha de las mujeres que abrieron camino para formar parte del mundo político? ¿Advierten la complejidad impuesta por el patriarcado? ¿Creen que ya todo ha cambiado y su presencia en el escenario político es reconocida y bienvenida?
Es preocupante que una mirada analítica como la de Marta Lamas en 1980 -cuando fue nombrada la primera secretaria de gobierno- parezca no perder vigencia y pueda aplicarse a los análisis sobre los nombramientos de Gálvez y Sheinbaum:
Los medios la describen como si lo meritorio pareciera ser la condición femenina de la elegida y no su propuesta política.
Una mujer política se protege con la negación de reconocerse como mujer, implícita o explícitamente, ya que supone es una desventaja.
Prefiere negar que se sufre algún tipo de discriminación, ya que “pese” a todo ha sido reconocida.
La insistencia en borrar su feminidad para que no se llegue a sospechar que por ello fue designada.
Convertirse en el “pretexto” para alabar una decisión del gobierno que aprovechará ese momento para conjeturar su benevolencia hacia las mujeres.
El panorama que se dibuja ante las dos candidatas a ser presidentas de México ha dado a luz cientos de posturas, entre ellas las feministas que advierten que este logro es resultado de la lucha de las mujeres, que el sistema patriarcal no es benevolente y que se espera una contienda donde el ser mujer no sea la bandera de aceptación o rechazo sino el proyecto político:
Guadalupe López García (Periodista): Qué triunfo tan amargo de las mujeres en la política. Llegó Claudia no por ser la mejor, sino porque garantizará la continuidad de la política federal llamada 4t, aunque de feminista no tenga nada, ni Claudia ni la política. Más bien es «incluyentista», Claudia y la política. Xóchitl no tendrá oportunidad de nada, porque se enfrentará a otra mujer con todo el aparato y partido de Estado detrás. Espero que entienda que no solo se combate con groserías y espero que haya diálogo con las feministas abolicionistas (Claudia desde hace tiempo que cerró las puertas y se ve difícil que las abra). Beatriz, como toda su vida lo ha sido, subordinada a su partido, aunque haya tenido la altura de una gran política. Los hombres, detrás de todas ellas. Los hombres, moviendo los hilos del poder político, del Estado patriarcal. Soy pesimista, pero eso no me impide seguir. (Facebook, 7 de septiembre 2023).
Guadalupe Ramos Ponce. (Periodista): Si bien es tiempo de mujeres, también y aunque no queramos, es tiempo de las violencias machistas que estarán presentes no solo durante el proceso electoral sino en la virtual presencia de una mujer presidenta de México. No nos equivoquemos, el patriarcado sigue vivo y fuerte, son los mismos que impusieron a Xóchitl, son los mismos que allanaron el camino a Claudia y son los mismos que de manera indigna bajaron a Beatriz Paredes de la contienda electoral. Y son los mismos que con desplante dirán “yo no me someto a esa señora”, (como lo dijo en su momento Marcelo Ebrard respecto de Claudia Sheinbaum). Lo que es claro, que este momento histórico es gracias al movimiento feminista mexicano. No es fortuito, ni gracias a los dirigentes partidistas, ni siquiera es gracias a las figuras de Claudia y de Xóchitl; sino que es gracias al movimiento amplio de mujeres y al movimiento feminista que una de ellas dos va a ser presidenta de la República y por primera vez en nuestra historia, estaremos gobernados por una mujer. (SEM México, Mirada Violeta, 13 septiembre 2023)
El escenario aguarda, el público ya opina, aplaude, abuchea, duda, juzga, aprueba, descalifica, compara, da ventaja a una y desventaja a la otra… Y sí, ya nos ofrecieron la silla, pero queremos que a las dos candidatas les den el lugar.