ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). Voces que hacen apretar los puños, la indignación llega al corazón, la impotencia quiebra el alma. Los fríos números estadísticos delatan que hay violencia laboral e institucional en la vida de las reporteras del estado de Veracruz. El asombro y la rabia contenida se desbordan al atisbar que pueden ser los mismos compañeros de trabajo quienes puedan tener una actitud violenta. Hasta el momento son pocos los estudios que dan voz en primera persona a las periodistas, que a través del cuestionamiento las sensibilizan sobre el tema al persuadirlas a observar en qué momento se sintieron amenazadas y vulnerables, en peligro total y, pese a todo, han resistido, no dejan de informar a la sociedad.
Solidaria y sensible, comprometida y preocupada, apasionada y solidaria, Laura Addad decidió que en su tesis de maestría tenía que dar voz a las colegas de los medios de comunicación de su estado para aproximarse a la violencia diaria que ellas enfrentan y partió de una pregunta muy representativa: ¿Han sido las periodistas veracruzanas resistentes ante las violencias que sufren por su labor informativa y de manera específica, ante las agresiones sufridas durante el periodo gubernamental de Javier Duarte?
La labor no fue sencilla, entre la prudencia y el temor, la duda y la inquietud, logró convencer a 13 mujeres para que, a través de la entrevista, respetando el anonimato, compartieran los momentos difíciles que vivieron en esa época. Algunas aceptaron la propuesta, otras no quisieron por diferentes aspectos que la tesista respetó y no insistió. Fue así como nos dio a conocer las experiencias de ocho reporteras, dos jefas de información, una columnista, una fotoperiodista y una editora, la mayoría de ellas corresponsales de espacios periodísticos nacionales. Además de especificar su cargo, señaló las fuentes que cubrían y el medio en el que laboraban. Para guardar su identidad y cuidar su seguridad, decidió numerar sus voces y así, con más libertad, cada una va detallando algún momento, una acción o una actitud, donde la violencia estuvo latente en sus vidas profesionales.
En un puntual cuadro estadístico, Addad nos permite notar los tipos de violencia que ella y sus entrevistadas fueron advirtiendo a través de los relatos y cuál fue la más constante, la que más padecieron y sus propias estrategias para sobreponerse, para resistir.
Tipo de violencia | Número de periodistas que la padecieron |
Violencia Laboral | 11 |
Violencia institucional | 10 |
Difamación/calumnia | 7 |
Violencia por parte de compañeros | 6 |
Intimidación | 6 |
Descalificación por ser mujer | 6 |
Violencia Verbal | 6 |
Violencia Física | 6 |
Violencia Digital | 5 |
Hostigamiento | 5 |
Desplazamiento | 4 |
Hostigamiento judicial | 4 |
Amenazas extendidas | 4 |
Amenazas | 4 |
Violencia patrimonial | 4 |
Violencia sexual | 2 |
Violencia psicológica | 2 |
Violencia económica | 1 |
Si bien los datos estadísticos son muy reveladores, lo es también el testimonio. Laura tuvo mucho cuidado de construir un cuestionario que no exhibiera y menos aún revictimizara, tampoco que causara lástima o creara un escenario para exhibir y no para denunciar. Para ello, se auxilió de trabajos con perspectiva feminista, aplicó la categoría género y construyó un contexto puntual, apoyada por su asesora, una de las mejores investigadoras sobre el tema de violencia y periodismo en el país, la doctora Celia del Palacio. Addad señaló la ausencia de datos estadísticos donde se distingan los casos de violencia que viven los hombres y que viven las mujeres, y entre los trabajos pioneros que destacó para advertir la violencia que viven las periodistas está el trabajo de Sara Lovera publicado en 2018, “Mujeres y hombres por la verdad en la prensa nacional. Reflexiones en torno a la actuación y discurso de la CNDH 2009-2016”.
A través de algunos testimonios se exponen las situaciones de violencia y el motivo de la agresión:
– Denunciar que un equipo de futbol había hecho trampa para ganar un torneo. A la periodista se le descalificó por su labor periodística y sufrió agresiones verbales de los involucrados. Fue acusada y difamada por su jefe. A esto le suma que no era aceptada por los reporteros de la fuente deportiva, la veían como un adorno y no respetaban su trabajo.
– La periodista confío que, por cubrir eventos policiacos, algunos casos de desapariciones, empezó a ser agredida. Recibió llamadas para amenazarla y dos veces su domicilio fue allanado. Lamentó que en su trabajo sufrió un despido injustificado, su nuevo jefe consideró que por ser mujer no podía cumplir con el puesto que ya ejercía desde hacía tiempo: “Cuando este señor vino me dijo que tenía que hablar conmigo en privado y allí me dijo que lo sentía, pero que no podría continuar en la empresa porque a él no le gustaba que una mujer estuviera a cargo de noticias, que necesitaba a un hombre pues le daba más presencia y ellos necesitaban posicionarse mejor. Y al día siguiente me negaron la entrada a la estación”.
– Una reportera por cubrir asuntos políticos, empezó a ser amenazada, no solamente le dijeron que la matarían por su labor, se refirieron a su físico y vida personal: “Hoy saldrás y alguien te dará una madriza”, “¿Ya viste cómo estás? Por eso te engaña tu marido”. Escuchó terribles comentarios en torno a la muerte de la periodista Regina Martínez en voz de sus propios compañeros de trabajo, quienes las descalificaban constantemente en torno a la calidad de su labor periodística. La entrevistada se animó a denunciar al Gobierno de Veracruz ante la ONU cuando la amenaza fue en contra de la vida de su hija.
El resumen de cada testimonio va desenredando momentos y actitudes que pusieron en riesgo la integridad y hasta la vida de las entrevistadas. Algunas decepcionadas señalaban la ausencia de justicia, así como la impunidad constante:
“Yo seguía un poco a la expectativa porque era la primera vez que me pasaba algo así, ya tenía contacto con organizaciones que conocemos como Periodistas de a pie y Artículo 19… Ellos me jalaron y empezaron a asesorarme y me dijeron: Tienes que hacer una denuncia federal”. Fui a ponerla y te quiero decir que después un Ministerio Público regresó para decirme que “no hubo delito”, ¿qué? ¿Se cerró el caso? “Sí, se cerró porque no hubo delito” ¿Y las amenazas que recibí? “Es que a usted le hicieron una evaluación psicológica y no salió mal” Ah, o sea, ¿tengo que estar loca o me tienen que dar de tiros para que haya un delito? Miren qué chingón. “Pues eso dijo el juez, que no hay delito”. Pues… ¡chinguen a su madre con su pinche justicia cagada! Nada más para que te des cuenta…”
Y en cada uno de los trece casos que recuperó Addad para su tesis se van trazando estas situaciones de injusticia e indignación, de dolor y de coraje. Las voces narran con absoluta sinceridad lo que les ha ocurrido, pero con más fuerza advierten todo lo que no se ha hecho para protegerlas, la forma en que se minimiza lo ocurrido, no se quiere ver que una descalificación, un apodo o una burla dentro del ámbito laboral también es violencia. Entre algunas observaciones que la autora de la tesis va haciendo, podemos mencionar:
– Se puede advertir esa normalización de ciertas conductas que predominan en el gremio periodístico que normalizan actos violentos contra ellas y ellos, justificándolos como gajes del oficio y como cuando una mujer denuncia, se le considera “escandalosa”, mientras que a un hombre casi siempre se le pondrá atención sin desacreditarlo por su condición de género.
– Se denunció que algunos compañeros y compañeras incurrieron en malas prácticas que consistían en ser aliados del gobierno que les reprimía y así, se dedicaban a hostigar a quienes realizaban su labor periodística de forma ética.
– Si bien, la entrevistada no padeció una violencia de género mediante amenazas como producto del contexto de agresiones que padecía el gremio periodístico en esos años del duartismo, llama la atención cómo sí fue agredida por su condición de género dentro de la empresa donde laboraba y por su jefe de redacción, lo que la vuelve un caso de ejemplo de cómo las periodistas además de tener que soslayar con las violencias que su profesión les acarrea fuera de las redacciones, se ven también en la situación de tener que lidiar con las que surgen en sus lugares de trabajo y en las relaciones laborales con sus pares.
– Cabe destacar que en este testimonio se nota cómo una carga de trabajo que no va en correspondencia con el sueldo que se percibe ni la responsabilidad que le corresponde, va de la mano con la naturalización o normalización de esta violencia, al grado de que quien la padece, la justifica incluso la asume como un reto profesional. Esto también puede tener una lectura de género ya que las mujeres suelen sentir una mayor responsabilidad por demostrar que son competentes y capaces en comparación con sus colegas hombres.
– La entrevistada comenzó a sentir temor por su integridad física en momentos donde se encontraba fuera de su lugar de trabajo y domicilio, donde vivía sola, y debido no sólo a la llamada intimidante que había recibido, también por el contexto violento que ya se respiraba en la entidad veracruzana del cual, Xalapa no se escapó, “por aquel tiempo pues ya la violencia estaba palpable”.
– Se considera que esta periodista también padeció de Violencia laboral ya que su empresa a través de jefes, directores de medio y compañeros o compañeras de redacción se desentendieron de los posibles riesgos que podrían implicar que la información se hubiese publicado, pese a la llamada intimidatoria y a que la nota informativa apareció con firma de la periodista.
El trabajo académico realizado por Laura Addad tuvo que cumplir con los elementos de construir un marco teórico y partir de un proyecto sustentado en objetivos, planteamiento del problema e hipótesis, pero su vena periodística destaca al aprovechar la entrevista y al ofrecer un panorama desde la experiencia y la solidaridad. Su investigación representa un punto de partida para que este tipo de cuestiones tan preocupantes se trabajen desde esta perspectiva, con estas técnicas, con esta metodología que nunca perdió de vista el lado humano de estas graves situaciones que han traído terribles consecuencias al gremio periodístico con la muerte de tantos periodistas en México.
Entre los hallazgos, Laura Addad nuevamente da voz a sus entrevistadas y elige la declaración ideal para aproximarnos a este complejo contexto y atisbar una luz de fuerza y esperanza:
– Yo creo que no puedes sustraerte de esa pasión que te da por hacer algo y hacerlo bien, tú tienes que reportar y dar detalles, si no les parece, pues allá ellos. He tenido ciertas restricciones pero no por mí, sino por el medio porque me dicen “oye ya no le pegues al gobernador porque ya es amigo”, entonces yo no los molesto con eso ni les mando notas, sí les mando todo lo que sucede alrededor, si ellos lo quieren publicar, que lo publiquen, y si no, para eso están las redes sociales, y yo con eso soy feliz porque ahí he enterado de muchas cosas, esa es mi válvula de escape y lo que he procurado ahora, eso sí, no es mofarme tanto del personaje si no de lo que hacen, para que no digan que es personal, sino de la dinámica de la administración pública y de cómo la están manejando pero no me meto en lo personal con ellos sino en su trabajo. Y es algo diferente, se llama madurez y de alguna manera no dejo de hacer lo que hago porque eso es parte de una esencia que uno trae, no te puedes sustraer de decir “esto es injusto”, “esto no me parece porque está fuera de la ley”. No me gustaría quedarme callada nunca.
“Voces Resilientes: Periodistas veracruzanas durante el periodo gubernamental de Javier Duarte de Ochoa, 2010- 2016” de Laura Estela Addad Rodríguez es una investigación que debe conocerse, que marca pauta para futuros trabajos, que nos advierte la violencia en el mundo periodístico y las diferencias significativas de ser mujer y ser hombre. Gracias Laura por tu sensibilidad, por tu compromiso e importante estudio.