ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo).
Sol querida:
Ya pasaron cuatro años de ese día trágico, un día que quienes te queremos jamás podremos olvidar igual que tú: 2 de junio 2018, una fecha que se quedó tatuada en nuestra alma. Me recuerdo recostada en cama viendo una película, sintiéndome segura en casa, mi esposo a un lado leía su periódico, mi hijo en su habitación charlaba por teléfono con la novia.
Y en eso, el mensaje, la noticia que me hace ahogar un grito, llorar por ti, por ella, tu hija, una jovencita asesinada sin piedad, la niña Sol, periodista y fotógrafa. Palpaba tu dolor e impotencia y mis lágrimas brotaban incontrolables, con ganas de inundar mi casa, de provocar una tormenta de dolor y de solidaridad. Ganas de correr a tu lado, de llamarte, de abrazarte, de saber que, aunque jamás podría consolarte, mis lágrimas acompañarían a las tuyas para que no te sintieras sola, que nunca dudaras que quienes te queremos y admiramos, cerca o lejos, aquí y siempre, estaríamos a tu lado.
Escucho tu voz al leer ese texto que publicaste, donde nos compartiste cómo te abrazaste a ese cuerpo que tú pariste, ahora ya sin vida. Memoricé cada palabra que le dijiste al oído. Hasta pude atisbar cómo le limpiaste su rostro lleno de tierra y besaste sus ojos cerrados para siempre- Por primera vez ella no correspondió a tus abrazos, a tus besos. Lavaste su carita con tus lágrimas. ¿Por qué? la pregunta constante. Cómo ayudarte, dónde hallar consuelo.
A distancia pude acompañarte. No dejaba de llorar al advertir tu fuerza, ese mismo día fatal de inmediato clamaste justicia, denunciaste ese crimen, ese feminicidio que te arrebató a tu hija, el sol de tu corazón. Ni un momento dudaste, jamás te tembló la voz, detuviste tu llanto -tal vez sabías que todas tus amigas lo derramábamos en ese momento por ti-, justicia, solamente has pedido justicia, justicia para Sol.
¿Sabes? Cuando supe que estabas en Pachuca quise de inmediato verte, pero tenía vergüenza de soltarme a llorar al verte, no saber que decirte, cómo consolar a una mujer como tú, tan fuerte ante la denuncia, tan frágil ante ese dolor que siempre vivirá en tu ser. Me avergonzaba pensar que tú ibas a ser capaz de querer consolarme, en vez de hacerlo yo. Mientras me acercaba a la casa de Martha Canseco, que generosamente te había dado asilo a ti y a Sara Lovera, no paraba de llorar. Al quedar frente a ti, no fue necesaria una sola palabra, nos abrazamos como se abrazan las amigas, como se debe abrazar con total sororidad, como madres que somos, como feministas que nos admiramos, como periodistas que nos comprometemos con la denuncia.
Tu mirada Sol, ay tu mirada, tan fuerte y tan triste a la vez, tan llena de amor y dolor. Tu voz, siempre segura, quebrándose para provocar respeto y para volverse tu aliada. Ese día que estuviste en la Bellairosa te aplaudimos con el alma cuando no pudiste continuar tu discurso. Todo el público presente sintió ese nudo en la garganta, te aplaudimos para romper ese silencio desgarrador, no sabíamos que más hacer.
Yo me salí un rato, miraba los hermosos colores del mosaico que adorna el piso del Parque Ben Gurión y mis lágrimas se volvieron mar, el viento generoso depositaba cada gota salada en ese mural colorido que trataba de darme esperanza, la fuerza necesaria para pararme a tu lado y volver a abrazarte, asegurarte que aquí estoy, que aquí estamos tantas, incluso tengo la fe que tu hija también aquí está, aquí sigue, llenándonos de necedad y de insistencia, de argumentos y denuncias, de total solidaridad.
Han pasado cuatro años querida Soledad, nada ha parado tu lucha. Te recuerdo ese día que te presentante en esas conferencias mañaneras, con el micrófono en la mano le hablaste de frente al mismito presidente de este país. Yo te miraba en la pantalla de mi televisor y musitaba quedito al escucharte: Fuerza Sol, yo lloro por ti, que tu denuncia sacuda a ese hombre, que tu ejemplo lo avergüence, que conozca la fuerza de una mujer mexicana que pide justicia. Y ni un momento flaqueaste, él prometió, pero ni él, ni nadie de ese sistema patriarcal han cumplido.
Hoy te vas a buscar apoyo internacional, ahí vamos contigo, nunca dejaré de estar a tu lado, cerca-lejos, siempre-eternamente musitando, gritando, repitiendo en mil ecos:
¡Justicia para Sol!
Para variar, estoy llorando mientras te escribo, pero que cada lágrima te dé fuerza, mantenga tu coraje, te dé luz en tu estrategia de lucha y de petición de justicia.
Amiga, madre admirable, periodista tenaz, feminista de acción, amiga siempre.
Te quiere y admira
Elvira