ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). Desde que me enteré de la triste noticia de inmediato pensé que debía escribir sobre ella. Por supuesto que sabía sobre su trayectoria, no la conocí, pero desde que seguí su trabajo creativo yo la sentí una cómplice de humor y fe. Empecé a comprar sus bellos dibujos donde trazaba una Virgen de Guadalupe colorida, de rostro infantil y ojos vivarachos, la figura iba acompañada de una petición o plegaria a cuya frase se le agregaba un “plis”. Me considero una guadalupana de corazón, por eso resultaba tierno cargar con esa imagen en mi cuaderno, en un dije o en una funda para la computadora. La creadora fue Amparo Serrano, Amparín, quien murió este 12 de agosto a la edad de 56 años. Al explorar más sobre la vida de esta original diseñadora mexicana apenas descubrí que su mamá es Amparo Espinosa Rugarcía, una mujer muy importante en mi vida. Sentí que no podía escribir de una sin dejar de pensar en la otra.
La última vez que charlé con Amparo madre, fundadora de Documentación y Estudios de la Mujer (DEMAC), fue en marzo de 2019. Mirada amiga, generosidad desbordante, dispuesta a escuchar, a abrirnos espacios. En esa fecha ella estaba consolidando la idea de un proyecto llamado “Libros vivientes” y nos invitó a varias mujeres para que recuperáramos una parte de nuestra vida, propuso que la historia escuchada la replicáramos entre nosotras, que la narración tuviera la fuerza de nuestras voces, la certeza de quedarse en nuestra memoria y cargar con ellas para compartirlas cada vez que se pudiera. Ese día yo estaba muy nerviosa porque la gran personalidad de Amparo se me imponía, aunque siempre ha sido sencilla y muy generosa conmigo. Fue sensacional platicar con ella, como amigas, confiándole mis buenas y malas experiencias que he tenido con la amistad brindada a diferentes mujeres. Reconocimos que hay amigas para siempre, que existen situaciones que pueden provocar romper con lo que creíamos una amistad eterna, que deberíamos trabajar más ese tema. Nos despedimos con un abrazo sincero, de cariño cómplice.
Al empezar este año, DEMAC publicó mi novela Tinta Violeta. No era la primera vez que se tenía ese tipo de atención conmigo. En 2014 me editaron “Fem, siempre entre nosotras” y en 2005 “Dos Violetas del Anáhuac”. Además, me otorgaron dos menciones honoríficas cuando participé en su concurso de historia de mujeres, una en 1994 y la otra en 1998. He formado parte de sus jurados en otros concursos, he tomado cursos y talleres, me han abierto diversos espacios para hablar sobre mis textos. ¿Cómo no querer a Amparo Espinosa?
Entonces, mientras revisaba aspectos de la vida de Amparín comprenderán el brinco doloroso de mi corazón al advertir que es hija de una mujer tan espléndida y amable no solamente conmigo, también con todas las que hemos publicado en DEMAC. Sé que Amparo es una mujer fuerte, pero este dolor, esta orfandad materna que no tiene nombre resulta ser una tragedia imborrable. ¿Cómo consolar a una madre a quien le arrebataron tan abruptamente a su hija? ¿Qué palabras inventar para dar el pésame cuando sabes que ese dolor nunca se irá? Ganas de abrazarla con todo ese cariño que siempre ha inspirado. Llorar con ella. Escribir este texto para asegurarle que estamos juntito a ella, tratando de remendar ese corazón totalmente rasgado y agujerado.
Si Amparín provocaba un cariño honesto al volverse leal a sus dibujos, explorar más su vida, provocó sentirla hermana, aliada, amiga por siempre. ¿Cuántas tarjetas puede regalar gracias a su creatividad? Tener un tema de plática con mis alumnas que veían en mi mochila a esa virgencita colorida o que admiraban una muñeca llamada Chamoy adornando mi escritorio.
Una sola vez vi a la querida Amparín expresándose, compartiendo aspectos de su vida, fue cuando daba una entrevista por televisión y me cayó muy bien. Simpática y de gran carisma, esa joven mujer de rubia cabellera, dulce voz y sonrisa amigable, compartió la manera en que se le había ocurrido hacer esas creaciones: las regalaba de manera particular a la gente cercana y fueron ellas quienes le hicieron la sugerencia de que debía compartirlas con más personas. Fue así como creó su empresa Distroller, donde además de la “Virgencita plis” surgieron otros personajes.
De vez en vez, yo seguía comprando productos con esas imágenes, pero sin enterarme de más cosas sobre Amparín. Fue hasta hace algunos días que por la noticia de su muerte, que recorrió las redes sociales, me aproximé a otros aspectos de su vida.
Entonces, también me enteré que ella fue esa chica que no se había quedado en grupo “Flans” y de quien se hacía referencia cuando se presentaban los antecedentes de dicha agrupación. Entre mis amigas y yo, en aquella década de los noventa del siglo XX, comentábamos qué sentiría esa chica luego del enorme éxito que tuvo el trío musical con canciones como “Bazar” o “Las mil y una noches”. Hasta ahora me entero que esa muchacha fue Amparín. Estos días revisé sus declaraciones al respecto. Nunca hubo expresiones de rencor o alguna maldición, resignada confesaba que le había dolido salir del grupo, pero que seguramente su salida se debió a que no quiso dejar sus estudios y dedicarse solamente a las giras y conciertos. Pero, por algo pasan las cosas, el triunfo llegaría por otro medio, el diseño fue su espacio natural sus expresiones artísticas quedarían reconocidas con sus festivos dibujos.
De igual manera, gracias a algunos reportajes hasta pude conocer su casa que llamaba la atención por tener una decoración diferente y nada tradicional. En efecto, algunos sillones colgaban de la pared, los tapancos le daban un toque especial e incluso cada tono plasmado en las paredes la convertían en una historieta de viñetas coloridas. Al parecer, fue en ese bello lugar donde ella tuvo un accidente. La información al respecto ha sido muy discreta, pero el percance fue tan grave que no pudo recuperarse de sus heridas. Hija de una madre fuerte y admirable, Amparín dio el ejemplo a sus herederas quienes en mensajes sensibles se despidieron de ella, reafirmando lo inolvidable que será en sus vidas, en nuestras vidas:
“Mamá: escribo esto con el corazón hecho pedazos sin creer que esto es verdad… esto es una pesadilla… me voy a despertar y vas a estar aquí… bailando, dibujando, llenando al mundo de creatividad, felicidad y de mala ortografía, apoyándome siempre en absolutamente TODO TODO lo que quise hacer… se fue mi mancuerna y con eso se fue la mitad de mi ser, yo no vuelvo a ser la misma jamás, esto no es algo que voy a poder superar…. Tú eras el arcoíris que llenaba la vida de color. De hoy en adelante la vida será completamente gris. Te amo más que a nadie y eres inmortal por que vives en mi ser y en todo lo que haga, lo cual te dedicaré todo ¡siempre a ti! Te amo y este es el adiós más difícil de mi vida”.
Querida Amparo Espinosa Rugarcía, no hay palabras, pero sí todo el cariño para extenderte los brazos, para decirte que quienes te queremos aquí estamos, tratando cada día de dibujar una sonrisa en tu rosotro como esos dibujos inolvidables con los que Amparín coloreó muchos de nuestros días y lo seguirá haciendo.