ELVIRA HERNÁNDEZ CARBALLIDO
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo. Amparo Dávila tenía una mirada gatuna, la gran escritora mexicana de cuentos fantásticos, nació el 21 de febrero de 1928, para celebrarla nada mejor que volverla a leer o invitar a descubrirla.
Sus historias te atrapan por el suspenso, terror o asombro que las enmarcan, sus ambientes se caracterizan por un aroma de misterio o perplejidad que pueden provocar miedo e incertidumbre. Puedes leerla en una noche de insomnio y creer que la madrugada jamás llegará. Un pequeño ruido de la casa, mientras lees el pasaje más tenebroso de uno de sus cuentos, logra un funesto sobresalto. Su forma de atraparte y meterte de lleno a sus historias es mágica. Bien llegó a señalarse que
Cuando ella “descubrió́ la palabra escrita y la lectura perturbadora”, nació una escritora que nos ubica en un escenario cotidiano que poco a poco se va transformando en algo tenebroso, raro y temido.
Coincido con sus biógrafos y analistas que esta manera de narrar y atrapar historias fantásticas inició en Zacatecas, la tierra que la vio nacer, un estado con paisajes que permiten imaginar lo tenebroso, aproximarse a lo desconocido.
La misma Amparo Dávila nunca dejó de rememorar con nostalgia su infancia en esa región llena de minas peligrosas y prometedoras. En varios testimonios se evocaba asomada en la ventana de su casa y desde donde vio pasar todas las emociones, sensaciones y dolor de su pueblo. Jamás olvidó lo que miraba detrás de esa ventana, lo que escuchaba cuando resultaba imposible dormir ni lo que creía ver entre sueños siempre interrumpidos por un ruido, una voz, un llanto.
En esa mirada de gato supo guardar la magia de su pueblo cautivo en minas profundas. Esa tierra donde alguien meció con su poesía a la suave patria; donde alguien musicalizó el cucurrucucú de una paloma. Geografía que todavía ahora guarda ecos de plata, que es noble y leal. Sí, aquí tenía que empezar la historia de una escritora como Amparo Dávila. Por eso, todo empezó en Zacatecas…
Detrás de su ventana, la tos y la calentura le advirtieron a la pequeña Amparo que era una niña enfermiza. Esa salud deteriorada la hizo cautiva en casa. ¿Qué podía hacer una pequeña en un pueblito gélido e impávido? Mirar, imaginar, mirar. ¿Qué podía hacer una niña cuyos hermanitos habían muerto y se había quedado sola? Imaginar, mirar, imaginar.
El sitio donde nació parecía estar envuelto en un pasado de riqueza; fue fundado en 1594 y bautizado como Real de Nuestra Señora de la Purísima Concepción de Cuzco y Descubrimiento de Minas que llaman de la Sierra de Pinos. Poco a poco se fue convirtiendo solamente en Pinos, un lugar que a principios de siglo XX se acostumbró a ser uno donde la muerte transitaba.
La niña Amparo estaba segura de que los gemidos y suspiros que hacían eco por todo el Pueblo de Pinos se convertían en las ráfagas que soplaban al pasar por su ventana. Quizá en las procesiones iban mujeres que no sabían ya cómo se llamaban, porque ¿cómo deben decirle a una madre que va a enterrar a su hijo? Eran locas cuyos gemidos jamás alcanzaban consuelo, mejillas convertidas en cascadas.
Si afuera la muerte paseaba, adentro hacía crujir cada habitación. La niña era consciente de cada sonido que su casa guardaba. Esa ventana que la asomaba a los peregrinajes de luto, a veces era mejor no abrirla. Cuando se atrevía a hacerlo “el frío amanecer le azotaba en la cara” —como lo dijo en uno de sus cuentos de Muerte en el bosque— haciéndola temblar de pies a cabeza. Además, las bisagras parecían lanzar un alarido justo al momento de abrir o cerrar.
Asomada a la ventana, contando las noches en una casa llena de ruidos y sombras, quizá la niña Amparo encontró en los aromas de las flores la única paz cautivadora; en las duras piedras, un corazón más suave; en los perros, la lealtad amorosa, y en los gatos, la magia eterna.
Y así, entre celdas y entierros, huéspedes y árboles petrificados, música concreta o tiempo destrozado, la niña Amparo ha regresado a su pueblo, porque ahí, en Zacatecas, empezó esta historia. La niña que nació el 21 de febrero de 1928 se convirtió en una gran escritora de cuentos que atrapan el alma, se convirtió en una figura destacada del género fantástico. Te invito a leer su obra, donde hasta la fecha el cuento El huésped, relato siniestro, sigue causando verdaderos escalofríos de temor. Amparo Dávila, un aniversario más de tu nacimiento.