DULCE MARÍA SAURI RIANCHO*
SemMéxico, Mérida, Yucatán. En medio de los reiterados señalamientos de vecinos y pobladores sobre los repetidos apagones, esos que según las autoridades “no existen”, plantear la propuesta de revisar y cambiar la hora en Yucatán se antoja como una especie de evasión al problema. No es así.
Su solución se encuentra estrechamente ligada al impulso de un nuevo modelo energético desde la sociedad y el gobierno. En este sentido, hace unas semanas, Pablo Gamboa Miner, responsable de la Agencia de Energía de Yucatán, mencionó la posibilidad del cambio de horario, atribuyendo la iniciativa a la propia Comisión Federal de Electricidad (CFE). Poco después nos visitó su directora general, Emilia Calleja, quien dio cuenta de los retrasos en la construcción y operación de las dos plantas termoeléctricas, pero no fue requerida ni por las autoridades estatales ni por los comunicadores presentes sobre esta, a mi juicio, relevante propuesta.
En Mérida, el sol entra con antelación. No es una metáfora ni una ilusión: es un dato astronómico verificable. Mientras en la Ciudad de México amanece hoy poco después de las seis de la mañana, en la capital yucateca ya hay claridad desde las 5:20. Son más de 40 minutos de diferencia solar que el reloj legal pretende ignorar, empecinado en aplicar el mismo huso horario para ambos lugares.
Lo mismo ocurre al atardecer: la penumbra llega primero a esta tierra, en el este del territorio nacional. En pleno solsticio de verano, mientras en la capital aún disfrutan del crepúsculo, aquí la noche ya se ha instalado.
Pese a que el día más largo del año dura unas 13 horas, y el más corto unas 11, la distribución de esa luz natural no es la misma en todas partes. En Yucatán amanece más temprano y anochece más temprano, como corresponde a su ubicación más oriental. Pero con el horario actual (UTC-6), compartido con el altiplano, esa luz llega “antes de tiempo” en el reloj. Por eso amanece cuando mucha gente aún duerme y anochece cuando muchas personas aún trabajan. No es el sol el que se equivoca, es el reloj el que llega tarde.
Esta desincronización no es trivial. Afecta la forma en que organizamos la vida social, económica y escolar. Las tardes podrían ser más largas, más útiles, más seguras, si se adoptara un horario legal acorde con nuestra geografía: el UTC-5, como el de Quintana Roo. Esa simple modificación legal permitiría que el sol no se desperdicie en la madrugada, sino que alumbre una hora más las actividades productivas, comerciales y comunitarias de la tarde.
La ley ya abrió la puerta. Esta propuesta no parte de una ocurrencia ni de una ilusión localista. Está prevista expresamente por la Ley de los Husos Horarios en los Estados Unidos Mexicanos, reformada en 2022 para eliminar el horario estacional, pero también para reconocer la diversidad geográfica y social del país.
El artículo 6 permite que una entidad federativa solicite el cambio de zona horaria mediante una iniciativa presentada por mayoría del Congreso local o por el titular del Ejecutivo estatal. Esa solicitud puede estar respaldada por foros o consultas ciudadanas, lo que da legitimidad democrática al proceso.
Una vez recibida la iniciativa, el Congreso de la Unión debe solicitar la opinión de la Secretaría de Gobernación y —cuando se trate de estados que colindan con entidades con un huso distinto— está obligado a resolver en un plazo no mayor a noventa días.
Además, según el artículo 7, cualquier iniciativa presentada por el Congreso de la Unión para modificar la zona horaria de un estado debe contar con el aval de la mayoría del Congreso local. Es decir, el camino está abierto, previsto y regulado: solo falta la voluntad política para recorrerlo.
En su momento, quienes pidieron que cesara el “horario de verano” en el centro del país tenían razón. El cambio constante era molesto, innecesario y poco funcional en regiones donde el sol no cambia tanto de posición durante el año. Pero lo que fue acertado para ellos, no necesariamente lo es para nosotros.
En Yucatán tenemos condiciones particulares que hacen aún más lógica esta decisión. El estado ha sido pionero en la generación y uso de energía solar distribuida. Miles de hogares y comercios ya cuentan con paneles fotovoltaicos, y operan granjas solares que inyectan energía limpia al sistema.
Pero si el horario legal no acompaña esta transformación, la eficiencia se pierde: la producción solar se da cuando muchos aún no consumen, y el pico de demanda llega cuando el sol ya se ha ido. Un horario alineado con el sol permite aprovechar mejor la energía que producimos.
Compartir huso con Quintana Roo no solo es astronómicamente coherente, sino estratégicamente útil.
Mérida, Cancún y Playa del Carmen forman un triángulo de crecimiento económico, movilidad y turismo. Tener horarios distintos dificulta la coordinación en transporte, servicios y logística. Al menos, esta porción de la Península necesita verse y organizarse como una región integrada.
El cambio de huso horario para Yucatán no es una concesión ni una excepción. Es un acto de racionalidad geográfica, energética y legal. Es alinear el tiempo oficial con el tiempo real. Y es también ejercer un derecho que la ley reconoce y que el Congreso de la Unión está obligado a tramitar. Alinear el reloj con el futuro, en el que las energías renovables procedentes del sol y del viento predominen sobre los combustibles fósiles demanda revisar el tiempo oficial. Y ajustarlo. La Península se ilumina antes que el resto del país. Solo falta que el reloj lo acepte.— Mérida, Yucatán
*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán