La conciliación es el arte de llevar el zapato derecho en el pie izquierdo. Guy Mollet
FLORENCIO SALAZAR
SemMéxico, Chilpancingo, Guerrero. Como estaba previsto desde hace cuatro años, la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México resultó la corcholata escogida para ser virtual candidata de la 4t a la Presidencia de la República. Críticos oficiosos rompieron en llanto al suspenderse la votación del Frente Amplio por México. Xóchitl Gálvez “no tiene legitimidad”, dijeron unos; “es una imposición”, otros; y López Obrador, muy orondo, recordando su capacidad anticipatoria. Entre la grosera imposición de Morena y la elección democrática de Xóchitl hay un abismo. La hidalguense entró al proceso en el último momento, sin apoyo de los partidos del FAM. El PAN a todo vapor en favor de Santiago Creel; y el PRI, por Beatriz Paredes. Creel fue oportuno y generoso en su retirada; y Beatriz reconoció que ya no podía avanzar. No hay que buscarle protuberancias a las culebras: que el mánager tire la toalla no significa que el encuentro boxístico haya sido simulado.
Hasta antes del surgimiento de la otomí AMLO daba por descontado que la elección de la corcholata preferida sería un paseo dominical en la alameda. Pero, a diferencia de la aritmética, en política no siempre dos más dos son cuatro; tiene una carga de surrealismo que deja corto al más imaginativo de los escritores. El presidente pasea por los corredores de Palacio Nacional, mira con desafecto los retratos de sus antecesores pensando que el suyo será el más destacado. ¿Cómo será ese retrato? ¿Con anillo al dedo por la llegada del Covid? ¿Señalando a los malosos acusándolos con sus mamás y abuelitas? ¿Acariciando la cabeza rapada de un niño moribundo por falta de medicinas para el cáncer? ¿Con algunas madres sin guarderías para sus hijos? ¿O mirando las cifras del crecimiento poblacional en los cementerios? Hombre lleno de fervor patriótico, no lo veo descansando en su rancho de bonito nombre y menos en la casita que tiene su hijo más allá del Pedregal. No, su temperamento es para hacer historia y la historia no se hace en seis años.
Todo marchaba como el Tren Maya. Pero Xóchitl sale de la nada y pone en riesgo sus planes. ¿Pues quién se cree esta atrevida para tratar de estropearle el futuro? Su retrato no puede estar en otro muro que no sea el mismo donde se encuentren los de Hidalgo, Juárez y Madero. Conociendo como conoce la historia patria al presidente le cayó la luz del entendimiento: seis años son insuficientes para hacer que México sea feliz, feliz, feliz. A diferencia del aprendiz de brujo él encontró la fórmula mágica: una vez electa la corcholata preferida –aún presidente–, con mayoría en las cámaras de diputados y senadores, enviará iniciativas de reformas constitucionales para cambiar a la propia Constitución y desaparecer a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (jueces, magistrados y ministros serán electos por el pueblo sabio). Por eso escogió a la menos carismática y políticamente más débil de las corcholatas. Asume que a ella le podrá decir “con permisito” y apoltronarse en la Silla del Águila por el tiempo que su dios se lo permita. Aunque no debería olvidar algunas minucias de la historia: el obediente Lázaro Cárdenas mandó a volar a su mentor Plutarco Elías Calles.
Después de electa Xóchitl, viene lo bueno. Su enorme popularidad debe configurarse en las estructuras necesarias para aterrizar las simpatías en intención de voto. Tiene el control aéreo y ahí los misiles más potentes no podrán vencerla. Sin embargo, como dice el poeta guerrerense Rubén Mora: “Pero nunca falta un pero / que haga un cuatro tan cuatrero / de una cosa tan sencilla”. Y esa cosa tan sencilla significa hacer que la artillería y la infantería tomen posesión del territorio. Sin organización en el territorio no hay victoria posible, pues al final del día lo que cuenta son los votos. Ahí es donde Xóchitl necesita operadores para concertar, acordar, sobar, despejar, apoyar el entusiasmo anónimo, tender puentes, de tal manera que los tres partidos no disputen en los municipios, distritos y entidades federativas. Al contrario, con la misma madurez del proceso interno, atiendan la prioridad unitaria.
Por su parte, el músculo ciudadano, mostrado en la concentraciones realizadas en la Ciudad de México y en las capitales de los estados, debe volverse voluntad que toque puertas, haga llamadas, dialogue en los cafés, en las oficinas, en la calle, en la comida, en el deporte y convenza de la importancia de votar por Xóchitl. En las redes hay una cantidad de entrevistas y discursos donde ella sustenta sus críticas con argumentos, con dramáticos números, con hechos incuestionables. Nuestro problema es no ser suficientemente ciudadanos. Acudimos a concentraciones masivas, participamos en clubes, demolemos con las palabras y luego, tranquilamente, volvemos al trabajo o a la casa sin mover un dedo. Como dijo don Jesús Reyes Heroles: “Hay que hacer política en todas partes, a todas horas”. Esta lucha democrática que representa Xóchitl tiene en contra a la maquinaria oficial con el uso abusivo del presupuesto. Los ciudadanos tenemos la fuerza necesaria para detener esa maquinaria antes de ser aplastados. Es cosa de querer, de decidirse.
Todos debemos representar lo que representa Xóchitl. Aunque sea a golpes de martillazos hay que meternos esto en la cabeza: se trata de defender nuestras libertades y el futuro de las nuevas generaciones. Hay que defender al país. No es grilla, no es rollo. Observen cómo se vive en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Hagamos el esfuerzo por experimentar en cabeza ajena.
Ahora estamos a tiempo.