“El que no piensa en sus deberes sino cuando se lo recuerdan, no es digno de estimación.” – Plauto
LUIS RAMÍREZ BAQUEIRO (Veracruz). La historia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) es la historia del México post revolucionario.
Quizá el mejor ejemplo de la construcción de un partido de Estado que controló la vida de las y los mexicanos a su antojo, negando la posibilidad de decisión en momentos en que otras naciones del mundo experimentaron los vaivenes de corrientes políticas y económicas que a la postre o los transforman o los terminaron por hundir.
Es posible que los politólogos concuerdan que a pesar de las serias restricciones en el pleno goce y disfrute de los derechos humanos, sociales y políticos, el país mantuvo una estabilidad que lo alejó de las inestables corrientes caudillistas que terminaron por imponer regímenes dictatoriales abiertamente reconocidos.
La simulación política que el México post revolucionario experimentó, fue posiblemente su mayor aporte.
Una aparente división de poderes, expresada en su Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, que recibía instrucciones dictadas abiertamente desde el epicentro del poder –El Palacio Nacional- permitió mantener a raya la incursión marxista-leninista que invadió Latinoamerica y la también beligerante instrucción norteamericana.
Así pudo gobernar por cerca de 70 años, con la llegada de la alternancia política en el cambio de milenio, y que 12 años más tarde recuperó con la llegada de Enrique Peña Nieto.
Pero el abandono de las clases sociales más necesitadas, dejándolas a su suerte, generó una honda brecha social que provocó la llegada del populismo recalcitrante que hoy mandata.
La promesa de dar a los pobres lo que el Gobierno no les daba, fue suficiente para encantar los oídos de esa masa social que reclamaba la paternidad de un padre que se negó a reconocer su liga filial.
Así es como ahora el PRI afronta su nueva realidad, alejado de las clases sociales que por antonomasia dijo representar, no encuentra por ningún lado esa nueva identidad.
La llegada de Alejandro Moreno –Alito- a su dirigencia será el parteaguas entre su sobrevivencia o su extinción, pues los retos por afrontar mostrarán a la sociedad en su conjunto, que papel o rol pretende jugar.
Se esperaría que respecto al tema de la Reforma Eléctrica los priistas votaran por hacer valer lo que su último presidente de México promovió, la apertura de la inversión y la transición a la generación de energías limpias.
Pero es evidente que el presidente López Obrador a través de sus representantes en el Congreso Federal irán por los cerca de 71 votos con que el PRI cuenta, para aprobar su iniciativa constitucional, y en esa apuesta al PRI le va su futuro, su última carta en el póker de la política nacional.
De igual modo, casos como el de Veracruz, en donde se analiza y discute el tema de la Revocación de Mandato será crucial para garantizar una posible continuidad y porqué no, volver intentar a convertirse en una fuerza competitiva.
Hoy el PRI pasó de ser el partido hegemónico a convertirse en una fuerza política más, ni siquiera en la segunda más importante, pues por encima se encuentran partidos como el PVEM o MC.
El futuro del PRI está en el aire.
En Veracruz, el papel y trabajo desarrollado por su líder Marlon Ramírez Marín, quien, junto a sus compañeras legisladoras locales, Anilú Ingram Vallines y Arianna Guadalupe Ángeles Aguirre han mostrado ser una oposición pensante y combativa.
Pero no será suficiente si en la determinación de votar casos como el delito de ultrajes a la autoridad lo hacen por simple conveniencia política, necesario ir a fondo, escuchar todas las voces y garantizar ante todo los derechos de las y los ciudadanos, por encima de caprichos gubernamentales.
Al tiempo.
Twitter: @LuisBaqueiro_mx