+ Recipiendarios 2016 y 2022: unos le cantan al narco y el otro lo abraza
+ El trendy de #ladyChupitos
MARTHA ELBA TORRES MARTÍNEZ (SemMéxico. Morelia, Michoacán). La Condecoración “Melchor Ocampo” fue creada por el gobernador Víctor Manuel Tinoco Rubí en 1999. En sus orígenes, consistía una medalla circular, de oro de 18 kilates, de 5 centímetros de diámetro y 5 milímetros de espesor, con la que Michoacán reconocería desde entonces y cada año, a personas o instituciones que se distinguieran por aportaciones “eminentes” al país y desde luego, al estado.
De acuerdo al decreto Legislativo número 20 publicada por el Periódico Oficial del Estado, el 20 de mayo de 1999, la presea sería entregada en sesión solemne del Congreso, “exclusivamente para tal efecto” el 6 de enero de cada año, un día después del día de natalicio del reformador y que esta datado el 5 de enero de 1814.
En 23 años, se modificó la fecha de esa exclusiva sesión solemne al 3 de junio -día de su fallecimiento-, pero también se demeritó el valor del metal y en varias ocasiones los recipiendarios del máximo reconocimiento que otorga el estado de Michoacán.
Este 2022, la Condecoración “Melchor Ocampo” fue un total desmadre: el 18 de abril se publicó la convocatoria para recibir propuestas y no se hicieron públicas; llegó el 3 de junio y nada de sesión solemne; y ahora ni fecha hay, porque hay que esperar que el recipiendario tenga en sus planes venir a recibirla.
Para eso, el presidente de la Jucopo, Fidel Calderón, se fue el miércoles 20 en friega a la Ciudad de México a “iniciar los preparativos para la entrega de la presea”. Quiere mucha pompa. Pero ¿por qué el diputado morenista se fue a la Segob para entrevistarse con el subsecretario César Yáñez, y no recurrió al coordinador de Asesores del Presidente, el michoacano Lázaro Cárdenas Batel. Las formas son el fondo.
Pero el desgarriate no es lo más deshonroso para la presea -que ya se dio en un caso-, sino para el propio galardonado: al presidente Andrés Manuel López Obrador se le otorgará con la humillante aprobación de solo 14 de las y los 40 diputados que integran la 75 Legislatura; del cuórum de 23 integrantes en el salón de Plenos, cerca de la media noche del jueves 15, tres votaron en contra y seis se abstuvieron; el restiró se retiró de la sesión.
Y lo más estrambótico: la propuesta de la Condecoración para AMLO, salió de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) integrada por cuatro 4Ts y cinco de la dizque “oposición”, donde el PRI tiene dos diputados, el coordinador Jesús Hernández y la presidenta de la Mesa Directiva, Adriana Hernández.
A la Alianza Legislativa (PRI, PAN y PRD) le ha llovido en redes sociales que no los bajan de “amorenada”; los dirigentes perredista Octavio Ocampo; el priista Memo Valencia, e incluso el emeceísta Toño Carreño, cuestionaron los servicios “eminentes” de López Obrador al país y sobre todo a Michoacán. Nunca le resolvió el problema del magisterio y no le aporta ni madres a controlar tanta violencia criminal. El Plan de Apoyo al estado que vino a presentar con todo su gabinetazo el 10 de octubre de 2021, es solo programas sociales y guardias nacionales que nada más vienen a pasear.
Yo no sé si el Presidente de México acepte el desdén de la mayoría de diputadas y diputados de la 75 Legislatura. Lo que es evidente, es esa corriente manera de los morenos de imponer, a rompe y rasga, sus caprichos.
¿Tan necesitado esta AMLO de al menos un reconocimiento solemne en su propio país? Al Presidente, apenas 4 de cada 10 michoacanos lo aprueban y Bedolla apenas 3 de cada 10. Y otra cosa: los recipiendarios han sido todos michoacanos, historiadores, artistas, incluso ex gobernadores, pero nunca se había otorgado a un Presidente de la República.
La “Melchor Ocampo” la ha recibido instituciones como el Hospital Civil, el Colegio de Michoacán, la Facultad de Medicina y la propia Universidad Michoacana, y personas como el astronauta José Hernández y hasta post mortem, al abogado y diplomático Miguel Estrada Iturbide…
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Desde 2016, la presea la había librado de mayores escándalos en torno a sus recipiendarios, porque obviamente no todos están de acuerdo.
Ese año, recibió la medalla la Facultad de Ciencias Médicas y Biológicas “Dr. Ignacio Chávez” por sus 186 años de servicio al país y al estado, con la formación de médicas y médicos, estos sí, “eminentes”.
Pero también, quién sabe por qué razones, el entonces diputado del PRI Raymundo Arreola, hoy titular del área de Servicios Parlamentarios de la 75 Legislatura y platican que “lamebotas” de Calderón Torreblanca, incluyo por sus tanates, al conjunto musical terracalentano “Hermanos Jiménez y su Arpa”, como galardonado.
Este grupo es originario del municipio de Nueva Italia, donde Arreola Ortega ha sido dos veces alcalde por el PRI; el año pasado se volvió “moreno” porque no le dieron nuevamente candidatura.
El problema, es que a estos músicos se les conoce por interpretar “narcocorridos”. Cuentan con más de una veintena de álbumes de sones tradicionales, pero sus hits son “Traficantes Michoacanos”, “El Grande de Michoacán”, “Iván Archivaldo Guzmán” y “Mafias Michoacanas”, entre otros.
Pero al final de cuentas, habrá semejanzas entre los galardones de 2016 y 2022: unos le cantan a narcotraficantes y el otro los abraza y protege.
Otro escandalillo se dio 2019, cuando la diputada de Morena Sandra Luz Valencia, la hizo de tos por la entrega de la Condecoración al filósofo y teólogo del Seminario Diocesano de Zamora, con estudios de Historia en la Normal Superior Nueva Galicia de Guadalajara y Geología y fundador de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán.
Que curioso. Sandra Luz se opuso, no, por toda la labor como sacerdote y luchador social a favor de los pueblos indígenas de Michoacán, que le reconoce, sino porque “no se puede entregar la presea a un sacerdote, porque Melchor Ocampo era anticlerical.
Para este año, el recipiendario se para todos los días en el salón Tesorería de Palacio Nacional, con su estampita del “Sagrado Corazón de Jesús” e invoca cada rato las enseñanzas del Salvador de los cristianos para moralizar en la fe…
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El trendy de la semana sin duda ha sido el alcoholimetrazo del pasado fin de semana a la delegada nacional de Morena, Giulianna Bugarini, mejor conocida por los cargos que ocupó en el gobierno de Silvano Aureoles, sin mayores méritos y trascendencia.
En redes, columnas, grupos morenistas y mofas en los cafés de los portales del Centro Histórico ya la motearon como #LadyChupitos, “Señorita Borrachita”, “La Chupitos”, “Borrachita” y otros 35 más que ha registrado mi buen amigo el periodista Fernando Palacios.
Y es que el pitorreo no es porque le guste empinar el codo -esta columnista ya se bebió todo lo que le tocaba y hasta más-, sino que se victimizara tras cometer una falta administrativa, al negarse a jalarle a la boquilla y acusar a los policías de violar sus derechos humanos y violencia de género. No habría pasado de los rumores en redes, hasta que el martes, en su RP, alude al caso y anunció queja ante la CEDH.
El comisionado de seguridad en Morelia tuvo que dar cuenta de los hechos reales -videograbados- e informar que superó en 13 veces el límite de consumo, es decir, se habría empinado unos 23 chíngueres.
Retomo el evento, no por bochornoso, sino por contrastante, con otra morenista. Nada menos que la esposa del gobernador: Grisel Tello.
Veo la petulancia y prepotencia con que se conduce la Bugarini, con tantito poder en un cargo partidista sin mayor honra para el Instituto y su militancia, y me topo el lunes 18 a eso de las 6 de la tarde, con Grisel y su hijo en el modesto consultorio del “Dr. Simi” en Ocolusen. Ahí nos atiende de malestares simples la médica Karla Gil, desde hace más de 10 años; lo grave y urgente, canaliza de inmediato a hospitales o clínicas.
Me impresionó la sencillez de la esposa de Bedolla, la cortesía de esperar su turno, que dio paso a la coincidencia que ambas sabemos inyectar pero no aplicar a nosotras mismas. Reímos de la inutilidad. Al salir, registré la camioneta, un chofer y ayudante que discretos permanecían afuera.
Con una llamada, hasta ambulancia le mandan; corre el Dr. Elías Ibarra y pone a su disposición la mejor atención médica. Pero Gisel Tello es una mujer tan común, como yo, y otras, que nos vale madre atendernos en un consultorio “Simi”.
Frente a las actitudes como las de Bugarini y muchísimos funcionarios del gobierno de Bedolla, me quedo con la imagen de que, efectivamente, no todos son iguales: Grisel es inmune a lo más feo y retorcido del ejercicio del poder…