>> De homicida y bandolero a héroe
>> Se salvó dos veces de ser fusilado
>> Tuvo más mujeres que un sultán
>> “La Bandida” le compuso un corrido
Terminamos el 2022 con más bajas que altas. Año de violaciones constitucionales, de incontrolable pandemia y de grave riesgo para la UNAM y la Suprema Corte por reales o supuestos plagios. Esperemos y deseamos que el 2023 sea mejor en todo. Para Ustedes, Amigas y Amigos, ¡FELIZ AÑO NUEVO!
JORGE HERRERA VALENZUELA. Y SE LLAMÓ… ¡PANCHO VILLA! Sin duda alguna el personaje más controvertido, popular y legendario, internacionalmente popular, participante en el Movimiento Armado de 1910, lo es José Doroteo Arango Arámbula, quien optó llamarse, como su jefe bandolero, Francisco Villa, al ser asesinado
Duranguense de nacimiento, es homenajeado en Chihuahua. Anduvo a salto de mata en sus primeros años al finalizar el Siglo XIX y reaparece como seguidor de Francisco I. Madero. Participa en la lucha contra el dictador Porfirio Díaz. Valiente, entrón y hábil estratega logra ser reconocido como general divisionario, comandó la célebre División del Norte y en dos ocasiones lo libran de ser fusilado.
Es compleja la vida de este personaje. Es un caso especial porque lo mismo es de leyenda como es mito. Ni él mismo se conoció, porque era tan humano que adoraba a los niños, como cruel e implacable con los enemigos.
Cuentan que al llegar a una hacienda en Toluca, las familias escondieron a sus jóvenes hijas y una niña quedó en el patio de la entrada, vio a Villa y empezó a llorar. Él flexionó el cuerpo, abrazó a la pequeña, le dio un beso en la mejilla y le dijo: “No llores, no te va a pasar nada”. Eso fue un día del 1912.
Historiadores como don Martín Luis Guzmán en sus obras nos presenta una real imagen de “El Centauro del Norte”, mientras que el reportero José Ángel Aguilar Solís (Víctor Ceja Reyes, su pseudónimo) nos dejó en el Populibro La Prensa, “Yo Maté a Villa”, la narración hecha por Melitón Lozoya, uno de los participantes en la emboscada que le tendieron a Villa en Hidalgo del Parral, Chihuahua.
Bueno, a iniciativa del PRIista Edgar José Piñón Domínguez, diputado local en Chihuahua y originario del lugar donde acribillaron a Pancho Villa, 458 diputados federales aprobaron que en todos los oficios de los tres niveles de gobierno aparezca impresa la leyenda: “2023 Año de Francisco Villa”, recordando que fue asesinado el 20 de julio de 1923.
Así es que, del domingo 1 de enero al domingo 31 de diciembre de 2023, Pancho Villa será el centro de los festejos que tienen programados en Chihuahua y los que realicen en la Ciudad de México, donde hay una estatua ecuestre, hoy colocada en la acera poniente del Parque de los Venados, en la Avenida División del Norte, Alcaldía Benito Juárez.
Villa es uno de los mexicanos con más estatuas en el País, así como su nombre en avenidas, calles, barrios y colonias. Hipótesis y leyendas en su contorno fueron base de argumentos cinematográficos tanto en México como en la cinematografía norteamericana. El robo de su cabeza y su recuperación dieron origen a diversas historias. Incluida una película y novelas.
MATÓ A UN VIOLADOR
José Doroteo Arango Arámbula, nacido el 5 de junio de 1878 en la Hacienda Río Grande, hoy llamada La Coyotada, en San Juan del Río, Durango, a los 16 años de edad huyó de su hogar hacia la sierra a esconderse, porque dio muerte a un sujeto de nombre Agustín López Negrete, quien violó a una de sus hermanas. El violador era hijo del cacique y hacendado, Laureano López Negrete.
Como fugitivo se integró a la banda que operaba en la zona montañosa duranguense y era capitaneada por un hombre llamado Francisco Villa.
Doroteo interviene en robos y asaltos. Demuestra ser valiente y con don de mando, por lo que al ser herido de muerte el jefe de la banda le heredó la jefatura y el muchacho decidió llamarse “Pancho” Villa, para poder reintegrarse al pueblo y no ser identificado con su nombre original.
Entre los apodos o sobrenombres que tuvo Villa, uno que destaca en su vida y que hizo que lo llamarán “Robín Hood Mexicano”. Robaba en las haciendas ropa, comida, dinero, gallinas, vacas, cerdos y borregos que repartía entre “el peonaje”, los pobres.
Pancho a sus 30 años de edad no sabía leer ni escribir. Los revolucionarios Abraham González y Gildardo Magaña lo encauzaron para que aprendiera a leer y escribir. Sin saberlo el que también sería conocido, en principios del pasado siglo, como “El Napoleón Mexicano”, empezaba a ser protagonista de leyenda.
Se dijo que su padre biológico se llamó Luis Fernando Gurrola que tuvo un hijo con su sirvienta Micaela Arámbula, quien se casó con Agustín Arango y éste le dio el apellido al niño bautizado como José Doroteo.
LO LIBRAN DEL PAREDÓN
Al abandonar la montaña, Pancho Villa se alista en las fuerzas que combatían a favor del coahuilense Francisco I. Madero para luchar contra el dictador oaxaqueño Porfirio Díaz. Su primer enfrentamiento es contra la tropa de Aureliano Blanquet y luego aparece al lado de Victoriano Huerta. El todavía fugitivo demuestra mucho ingenio y valor en el terreno de batalla.
Victoriano Huerta no lo considero digno (?) para ser de su equipo, porque no era militar de carrera. Huerta ingresó al H. Colegio Militar por recomendación de Benito Juárez. Para separarlo, inventó el cargo de insubordinación y del robo de una yegua. Ya preso, ordenó que Villa fuera pasado por las armas.
Enterado de ello, Madero, le encarga a su hermano Raúl que Villa sea llevado a la Penitenciaría de Lecumberri, en la Capital Mexicana y de ahí lo pasaron a Tlatelolco. En la prisión militar conoce al general Bernardo Reyes y al zapatista Gildardo Magaña, éste último le dará las primeras lecciones para aprender a leer y escribir. Un escribiente ayudó a Pancho en su fuga y así se libró del que iba a ser su primer fusilamiento.
En su huida llega hasta El Paso, Texas. En el trayecto en Sonora recibió apoyo económico del general José María Maytorena. Se instaló en Chihuahua, donde, por azares del destino, fue gobernador interino de diciembre de 1913 a enero del siguiente año. Emite su propia moneda, imprimiendo billetes, abarata los precios de carne, maíz y frijol. Funda 50 escuelas y acude a una de ellas para afianzar sus conocimientos de lectura y escritura.
Con un numeroso grupo de seguidores, autodidacta y con ideas de estrategia militar, se une al Plan de Guadalupe y simpatizó con Venustiano Carranza, pero éste no lo aceptó, lo despreció por sus antecedentes de bandolero.
No lo reconoció como comandante de la División del Norte y ordenó que lo fusilen, Villa era entonces jefe militar en Ojinaga. Nuevamente intervino el general Raúl Madero y junto con otro general, Francisco R. Serrano, evitaron que fuera llevado al paredón. Semejaba a los gatos, pues tenía muchas vidas.
MUJERES E HIJOS, EN ABUNDANCIA
La popularidad que alcanzó Francisco Villa, uno de los cabecillas que anduvo en “la bola”, se configuró primero por su hazaña de ermitaño en las montañas, por su audacia para convertirse en jefe de una gavilla de bandoleros y después “regenerado” ser un estratega en los campos de batalla. Antes de cumplir los primeros 25 años de vida ya tenía “esposas”, hijas e hijos, principalmente, en Chihuahua.
Enamoradizo, de buena imagen, atraía a las jóvenes, las convencía y se casaba por lo civil con ellas. Con casi todas tuvo hijas e hijos. Muchas suegras lo adoraban, por los nietos “que les daba”. No se supo que entre las treinta, cuarenta o más esposas, Pancho tuviese problemas. Nadie sabe exactamente el total de “esposas”, porque siempre encontraremos listas diferentes. Lo mismo sucede con sus hijas e hijos que, decían, eran más de cuarenta. A varios no los reconoció.
El Congreso de la Unión, en 1946, reconoció como legítima esposa a Soledad Seañez Holguín. Dos de las más conocidas fueron: una, Luz Corral. Contrajeron matrimonio civil y religioso en San Andrés, Chihuahua. La mamá de Francisco y de Hipólito Villa Rentería, se llamó Austreberta Rentería. Hipólito hizo carrera política, nació cuatro días después que mataron a su papá, el 20 de julio de 1923.
Lorena, hija de Hipólito, en reciente ocasión declaró que “ni siquiera nosotros sabemos cuántos somos (refiriéndose a hijas e hijas de Villa), nos conocemos accidentalmente. Somos un Familia muy grande”. Ella se identificó con un primo al encontrarse en la calle.
UN LIBRO Y UN CORRIDO
Independientemente de los libros, películas e historietas que se han publicado sobre la vida, la leyenda y los mitos del gran Francisco Villa, emboscado en Hidalgo del Parral, Chihuahua, cuando se dirigía con sus amigos y colaboradores a un bautizo, comento a Ustedes sobre el Populibro La Prensa titulado “Yo Maté a Villa”, publicado en 1960, cuya primera edición se agotó en menos de un mes. La Universidad de California proporcionó un ejemplar, ahora digitalizado.
Es un reportaje elaborado por José Ángel Aguilar Solís, mi estimado compañero en la Redacción de La Prensa. Como he afirmado, los reporteros redactores, no somos historiadores pero escribimos la historia.
Mi colega en sus andanzas reporteriles localizó a Melitón Lozoya, uno de los muchos que dispararon sus rifles contra el automóvil en que viajaba Villa. El relato, firmado con el seudónimo Víctor Ceja Reyes, es un testimonio irrefutable de cómo se fraguó y se consumó el asesinato, que cumplirá un siglo de su consumación. En la mitad del Siglo XX, en el Distrito Federal, una mujer hizo época. Nacida en Casas Grandes, Chihuahua, dedicada al contrabando y a la prostitución. Su nombre fue Marina Aedo, pero se le conoció como Graciela Olmos y la apodaron La Bandida.
Regenteaba un prostíbulo “de lujo” al que noche a noche, acudían políticos, periodistas, empresarios. Ahí tenían cobijo los bohemios, los aspirantes a intérpretes de canciones románticas y rancheras. Reservó nombres de ellos y ellas que triunfaron en el espectáculo.
También le gustaba a la frondosa señora que le llamaran “Mami”. Entre las cualidades de la influyente mujer, era la de componer canciones y corridos famosos y los seguimos escuchando. Uno de los corridos es en honor de Pancho Villa, el conocido como Siete Leguas. Era el nombre del caballo en que El Centauro del Norte emprendía sus fugas al ser perseguido por los carrancistas.
Siete Leguas el caballo/Que Villa más estimaba/Cuando oía silbar los trenes/Se paraba y relinchaba.
Adiós torres de Chihuahua/Adiós torres de cantera/Ya vino Francisco Villa/A quitarles la frontera.
En la Estación de Irapuato/Cantaban Los Horizontes/Ahí combatió formal/ La Brigada Bracamontes.
Es una probadita de la composición que Graciela Olmos hizo para recordar a su paisano, por cierto devoto guadalupano. “Los Horizontes”, eran cancioneros que conoció “La Bandida”.
VILLA EN LA SILLA PRESIDENCIAL
Mucho hay que comentar en torno a este controvertido personaje. No podemos olvidar cómo hizo sufrir a los yanquis después de incursionar en Columbus y ser infructuosamente perseguido, durante un año, por las tropas del general John J. Pershing. Otro pasaje es el registrado el mediodía del 6 de diciembre de 1914 en Palacio Nacional.
Francisco Villa y Emiliano Zapata (los mismos que dirigieron la Convención Revolucionaria de Aguascalientes, contra Carranza) entraron al Zócalo con sus respectivos Ejércitos. En Palacio Nacional los recibió el presidente Eulalio Gutiérrez Ortiz, nombrado en la mencionada Convención.
Ya en el Salón Presidencial, vieron la silla que había ocupado Porfirio Díaz. Entre ambos personajes decidieron que Villa se sentara en esa histórica silla y a su derecha, ocupando otra silla, estaba Emiliano.
Gustavo Víctor Casasola, abuelo de mi querido “Negro” Casasola, imprimió dos placas. Una de frente los dos revolucionarios, rodeados por sus hombres. La otra, captada cuando conversaban Pancho y Zapata. Después se fueron a un banquete que les ofreció el coahuilense que fue Presidente de México de noviembre de 1914 a enero de 1915.