Agricultura y política

DULCE MARÍA SAURI RIANCHO*

SemMéxico, Mérida, Yucatán. Hace casi 40 años, cuando recién comenzaba a desempeñarme como presidenta del PRI de Yucatán, recibí una importante lección de agricultura que, a la fecha, continúa siendo vigente.

Resulta que en una de aquellas interminables giras de trabajo del gobernador Víctor Cervera Pacheco (1984-1988), la comitiva que lo acompañaba —yo, una entre más de una decena— emprendimos camino desde Loche, una pequeña comisaría de Panabá, para dirigirnos a Río Lagartos, población dedicada predominantemente a la pesca tanto de escama como de mariscos. Disfrutábamos el bamboleo del autobús, cuando bruscamente se detuvo a orden expresa del gobernador.

A media carretera, sin nada a la vista que pudiera ser detectado por mi ojo citadino, Cervera ordenó que todos, sin excepción, descendiéramos para recorrer un pequeño trecho del monte, ya para entonces convertido en sabana.

“Miren”, señaló enérgico el gobernante: “aquí se está incubando un grave problema para la agricultura yucateca”. Yo seguía sin ver la razón de tamaña alarma; solo distinguía una especie de manchón marrón que, si no me hubieran alertado, fácil hubiese confundido con la hojarasca seca.

“Esto —dijo Cervera señalando la mancha— es un brote de langostas; esas que cuando vuelen devorarán todo tipo de siembras, las hojas de árboles frutales, incluyendo la vegetación de sombra”. “Ahora ustedes ven solo los huevos que muy pronto se volverán ninfas; de ahí, en unos cuantos días se transformarán en langostas saltonas. Esas todavía no despegan, pues sus alas no han acabado de madurar, pero —añadió— en cuanto se vuelvan adultas emprenderán vuelo y, entonces, será muy difícil combatirlas”.

La lección apareció en forma de una orden terminante a los responsables del sector agropecuario, estatal y federal: “Ahora, cuando está saltona, hay que acabar con la langosta. Después, poco podremos hacer para contener sus daños”. No sobra decir que la instrucción del gobernador fue debidamente cumplida.

Actualmente y desde hace varias décadas, en Yucatán se mantiene una estrategia de carácter preventivo para tratar de evitar los brotes de langosta. Consiste básicamente en localizar los grupos de insectos en estadios juveniles en las áreas más vulnerables para su aparición, mediante monitoreos sistematizados. Una vez detectados, se tratan individualmente con insecticidas para evitar o minimizar la aparición de langostas adultas. Hasta aquí el aprendizaje sobre una de las 10 plagas de Egipto.

Se preguntarán, amigas y amigos lectores, qué relación tiene esta historia con la política. Mucha. Permítanme explicarles. Si a los adversarios se les mira y consideran como langostas, entonces, lo mejor es eliminarlos cuando se encuentran en su primera etapa de desarrollo, antes de que tomen vuelo.

Al parecer, el presidente López Obrador ha decidido poner todo su empeño en acabar con cualquier opción opositora a su proyecto, tal como si fueran amenazantes langostas. Siguiendo el símil del desarrollo de este acrídido, no las vio venir cuando se pusieron los huevos del descontento ciudadano contra su política de agresión al INE y a las instituciones autónomas.

López Obrador minimizó el estado larvario de la inconformidad por la violencia y el dominio del crimen organizado en extensas regiones del país. Como si fueran molestas mosquitas, el presidente ha ahuyentado las denuncias contra los pésimos servicios de salud y la falta de medicamentos que han cobrado miles de vidas.

El presidente de la república decidió desde hace más de dos años que lo único importante para él y su legado era, es y será el proceso para elegir a su sucesor/a; desde luego, de Morena.

En este juego perverso se encontraba enfrascado cuando, de improviso, avizoró a las oposiciones que contra todo pronóstico construyeron una coalición de partidos con organizaciones de la sociedad civil y se pusieron a diseñar un método atractivo para elegir a la persona responsable de encabezar el Frente Amplio por México.

López Obrador entonces decidió actuar. Enfocó sus baterías en quien, a su juicio, es la mayor amenaza a su proyecto: Xóchitl Gálvez. Quiere acabar con ella en la etapa “saltona”, cuando todavía no despega.

Es esta la razón de sus desmedidos ataques, de las descalificaciones y mentiras vertidas cotidianamente en Palacio Nacional. Si en el camino tiene que violar la ley, lo hace; si tiene que inventar un mecanismo para burlar resoluciones de las autoridades electorales, crea la sección “No lo digo yo”, para continuar increpando a sus adversarios.

El presidente está decidido a cortar las alas de Xóchitl, y de esa manera eliminar toda amenaza a su proyecto de imponer a su sucesor/a.

Sin embargo, la estrategia de “langosta saltona” del presidente López Obrador tiene una falla de origen: equivocó la especie que pretende eliminar del mapa político. No se trata de langostas sino de mariposas, esas que están envueltas en una crisálida que las protege durante su crecimiento. Huevo, larva, pupa en un capullo tejido por la esperanza de millones de personas, mujeres y hombres, la mariposa espera el momento de desplegar sus alas y volar.

Quienes participamos en el Frente Amplio por México sabemos que nuestras acciones, nuestro activismo a favor de la causa de la democracia son el mejor alimento para quienes están participando como aspirantes a encabezar el FAM.

Las langostas depredadoras, las que arrasan con todo a su paso y causan hambre y desolación están en otro lado: están volando desde 2018.

Pronto, en menos de 10 meses, el 2 de junio, millones de mariposas ciudadanas despegarán y cubrirán el cielo con sus colores de democracia y libertad.

A los y las lectoras que decidan ser mariposas, les recuerdo que hay que inscribir su compromiso antes del 20 de agosto, para poder participar en la consulta del domingo 3 de septiembre. El proceso para registrarse es muy sencillo, empieza por marcar este enlace: https://frenteampliopormexico.org.mx/RegistroUniversal.— Mérida, Yucatán.

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*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia y exgobernadora de Yucatán.

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