A L F A   O M E G A/ Lo Que Se Quedó En El Tintero

>> Dos Anécdotas de Ruiz Cortines

>> Respeto a La Investidura Presidencial

>> Jorge y Pedro “La Regaron” en el Teatro

JORGE HERRERA VALENZUELA

De acuerdo con mi amigo y colega Carlos Marín, que organizar y realizar en la Plaza de la Constitución, frente a Palacio Nacional, un acto “de adhesión y popularidad”, a un supuesto gobierno transformista, pagando, con dinero público, transporte, comida y hospedaje de los invitados, es como invitar a los amigos a comer en casa y pagarles por su asistencia; la diferencia es que el particular agradece con su peculio.

En tiempos pasados era frecuente, entre escritores, articulistas y columnistas, justificar una segunda parte de lo inicialmente redactado, compartiendo “lo que se quedó en el tintero”.

Desde luego esa vieja época desapareció definitivamente. Los tinteros existieron a la par del uso de las plumas de aves, cuya punta extrema servía para escribir y con bonita grafía, parecía que dibujaban cada letra de la palabra.

Los alumnos de Primaria empezaron a usar sus tinteros y un manguillo con pluma metálica y me tocó, aún en Secundaria, pasar en limpio mis apuntes. La maestra María Teresa Landa, nos impartía Historia Universal, acostumbraba revisar los cuadernos “en limpio” o sea sin manchones ni rayones.

Pues bien, mi comentario periodístico, es continuación de los temas que abordé hace ocho días. Considero que despiertan interés por su desarrollo, unos históricos y otros simplemente anecdotarios.

LA INVESTIDURA PRESIDENCIAL

La mañana en que conocí físicamente, a unos pasos de distancia, a don Adolfo Ruiz Cortines, quedé impactado de su personalidad. Su presencia, su voz, su estilo firme de caminar, erguido, imponían.

El sorpresivo encuentro sucedió al estar en una pequeña sala, a un lado del elevador presidencial. Ese lugar estaba destinado a los 11 reporteros de igual número de diarios nacionales y uno de agencia extranjera.

No era común que eso ocurriera, pero el destino me puso ahí. Salió el veracruzano del elevador, sombrero en mano sobre pecho, recorría una amplia sala donde había una mesa grande para las reuniones de trabajo y entraba al despacho privado.

Si acaso lo seguía su asistente y amigo, don Pepe Castañeda, y pendientes los militares comisionados, a las órdenes del joven general Radamés Gaxiola.

Suplía en la fuente presidencial a don Enrique Vázquez Herrera, mi primer Jefe de Información, en el Diario Zócalo. A mi compañero de Redacción, Juan de Dios Garza García, lo oía siempre hablar, escribir y comentar con una frase muy conocida: “El Señor Presidente dijo…”.

Ese día, al conocer a Don Adolfo, entendí que debe guardarse absoluto respeto al Presidente de México, por la investidura oficial que representa.

Desde entonces insisto en que nada ni nadie le falte al respeto a quien es responsable de la paz, el progreso y la seguridad del País.

EL HISTÓRICO TREN OLIVO

Compartir este recuerdo tiene una razón. Ruiz Cortines mantenía una posición inalterable de respeto a la Investidura Presidencial. Ello no se apartaba de mostrar su humor afectuoso.

A los reporteros redactores siempre procuraba, en las giras de trabajo, viajando en el Tren Olivo, que nada faltará en la sala de prensa.

Las estadísticas indican que El Olivo lo adquirió el gobierno de Plutarco Elías Calles, con todos los servicios necesarios y espacios en los vagones para diversas actividades. El que más lo usó, el general Lázaro Cárdenas.

Adolfo López Mateos el 15 de septiembre de 1960 viajó en El Olivo para ir dar el Grito en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Fue el último viaje presidencial en ferrocarril.

Del histórico transporte hay vagones que se exhiben en el Bosque de Chapultepec, en una sección a cargo de la Comisión Federal de Electricidad.

DOS ANÉCDOTAS DE ARC

Humberto Romero Pérez narró en su libro “Los Dos Adolfos” sucesos anecdóticos del veracruzano que no tuvo título profesional. Fue autodidacta. Aprendió y se graduó en la Universidad de la Vida.

“YA ME VISTE, ADIÓS”

Con sus amigos y compadres, Ruiz Cortines era cliente cotidiano del café La Parroquia. Se reunía a jugar dominó. Ya estaba en la actividad política y uno de sus compadres le dijo, “Cómo me gustaría verte de presidente, compadre”.

Don Pepe Castañeda, su leal asistente, contó: “Me dijo el Jefe, busca a fulano de tal (le dio el nombre del compadre) y tráelo a Palacio. Fui por el interfecto y le avisé al patrón que el compadre estaba en la puerta, la que solo debería de entreabrir, me dijo y cumplí la orden”.

El compadre se asomó a la al despacho presidencial. Don Adolfo se levantó de su asiento, permaneció de pie detrás del escritorio y saludó con un movimiento de la mano derecha y le dijo: “Ya me viste de presidente. Hasta luego”. Cerraron la puerta. Las carcajadas se oyeron hasta el puerto jarocho.

ARC ENGAÑÓ A GALINDO OCHOA

En el medio político se conoció el estilo ruizcortinista para la elección de los candidatos a gobernadores, a legisladores y a presidentes municipales “claves”. Discretamente preguntaba “quien suena para…” e iba guardando las respuestas.

Para acabar con las aspiraciones de un jalisciense, que no era de sus preferencias, le hizo creer que sería gobernador de Jalisco.  Para ello le pidió a su secretario de prensa, Humberto Romero Pérez, que fuera por el jefe de prensa de la Secretaria de Agricultura, donde el titular era el nayarita Gilberto Flores Muñoz.

Ese funcionario era don Francisco Galindo Ochoa, de Tamazula, Jalisco. Personaje versátil en la política mexicana. Publirrelacionista non. Con mesa permanente en el restaurante del Hotel Isabel Sheraton y con su oficina exactamente enfrente, sobre Paseo de la Reforma.

Respetado por unos, amigo de sus amigos y terror de sus enemigos. Funcionario del PRI, líder la CNOP (Confederación de Organizaciones Populares) y diputado federal. Simpático, dicharachero y fumador de puro.

En Guadalajara iba a celebrarse la convención para nominar candidato a gobernador y don Adolfo le pidió a su secretario de prensa, Humberto Romero Pérez, que le indicara a Galindo Ochoa su deseo de recibirlo en Palacio Nacional. El michoacano se sorprendió, pero cumplió la orden.

En Palacio Nacional, el entonces Radio Pasillo circuló la noticia inédita. Don Pancho llamado por el presidente, ¿para qué?

“Pancho, te compras un traje, te vas de noche en ferrocarril y no en avión. Guardas toda la discreción”, palabras más palabras menos, Ruiz Cortines se lo dijo a Galindo Ochoa, indicándole que era oportuno ir a Guadalajara, asistir a la convención estatal del PRI donde designarían al candidato a gobernador.

Al pie de la letra don Pancho atendió el “consejo o sugerencia” del Presidente de México. Llegó a la estación ferroviaria. Nadie lo esperaba. Presagio de nada bueno. Era cierto, los PRIistas jaliscienses se inclinaron a favor del abogado, académico y literato Agustín Yáñez Delgadillo.

Furioso regresó Galindo Ochoa, al Distrito Federal. ¿Cómo se dejó engañar por el mismísimo Ruiz Cortines? Don Pancho, tiempo después, vio que entre sus compañeros diputados llegaron a gobernadores Polo Sánchez Celis, en Sinaloa; Carlos Hank González, Estado de México. Otro que se quedó con ganas, fue mi estimado profesor Pancho Hernández y Hernández, papá de Tulio que si gobernó en Tlaxcala.

NEGRETE E INFANTE, ÍDOLOS

Jorge Negrete y Pedro Infante, en cortas carreras como cantores, internacionalizaron, con las películas de la Época de Oro y sus grabaciones discográficas, el nombre de México. La película Dos Tipos de Cuidado los mantiene vivos. Esa cinta se programa con frecuencia en las pantallas de televisión.

Comentaré una anécdota que ambos ídolos protagonizaron en el hoy desaparecido “Lírico”, de la Capital Mexicana. Pedro y Jorge rivalizaban en sus papeles protagónicos, pero mantenían muy buena relación amistosa.

En la cartelera se anunció la presentación de los cantantes. El programa estaba dedicado a rendir homenaje a la Virgen de Guadalupe y “a todas las Lupitas”. Era el 12 de diciembre de 1952. En los tres niveles del teatro “no cabía un alfiler”. Agotado el boletaje para las funciones de moda y noche.

Los grandes maestros compositores, Manuel Esperón, la letra, y la música Ernesto Cortazar, prepararon una conocida y popular canción titulada “La Guadalupana”.

Resulta que, por el múltiple trabajo mal ensayaron la interpretación. El maestro Esperón, director musical de la función, no estaba satisfecho con Jorge y Pedro. Ellos lo convencieron de que todo saldría bien.

Cuando ambos entonaron las primeras líneas de la composición, no hubo problema, en lo individual. Al hacer el dúo, se les olvidó la letra. Se confundieron. Las rechiflas “del respetable” no tardaron; abucheos generalizados. Abajo el telón.

Esperón llegó al camerino donde estaban. Los encontró sentados, con los sombreros sobre las piernas. Cabizbajos. El regaño del reconocido letrista, fue en términos severos. La función siguió, donde, por cierto, debutó la bella María Duval.

María Duval es una queretana, nacida en agosto de 1937 y trabajó en cine, radio, televisión y grabó muchos discos. Además de ser una hermosa mujer, deleitó a los públicos con su potente y romántica voz. Su popularidad se extendió en América Latina y en Estados Unidos. Hace 30 años está retirada del ambiente.

UN INESPERADO ENCUENTRO

Está en las redes sociales, en YouTube, un video muy interesante relacionado con un inesperado encuentro que tuvo Jorge Negrete cuando viajaba hacia San Miguel Allende, Guanajuato. Iba en su coche con Evaristo, su chofer y hombre de confianza.

Jorge tenía hambre y le pidió a Evaristo que se detuviera cerca de un restaurante o fonda. Pararon en el pueblo de San Rafael de los Olivos, frente a la puerta del restaurante de la señora Esperanza Mendoza, quien lo identificó inmediatamente y él respondió “Sí señora, Jorge Negrete, a sus órdenes”.

La gente en pocos minutos estaba rodeando al “guapo actor y cantante”, quien saboreaba mole poblano con pollo y decía que estaba tan rico que deseaba la receta. Hubo conversación y saludos con los pueblerinos que se acercaron.

Se enteró de que un joven de nombre Aurelio Mendoza “cantaba “igualito que Negrete”. Era albañil y trabaja en la construcción de una escuela ahí, en San Rafael. El ya ídolo, en los principios de la década de los 50, decidió conocer a quien tenía el mismo timbre de voz, barítono. El muchacho era hijo de doña Esperanza.

El ambiente fue de fiesta. El “maistro” de la obra, expresó que era un honor tener la visita de un importante mexicano. Ahí alguien dijo: “la música no entiende de clases sociales”.

Jorge cantó, a capela, sin acompañamiento musical, los primeros compases de “México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y me traigan aquí”.

Convivir con la gente de ese pueblo, dicen que le dejó grato recuerdo a “El Charro Cantor”.

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