MARÍA AMPARO CASAR
Las fake news , la manipulación de la verdad y los intentos por imponer una sola narrativa basada en el sofisma de ese sujeto inexistente llamado pueblo ya rebasaron los límites aceptables. Son un insulto a la inteligencia.
Todos los días nos recetan algún hecho falso, alguna manipulación de las cifras o alguna acción que supuestamente obedece a la voluntad del pueblo cuando sabemos que es el gobierno el que tiene las decisiones en sus manos.
Hoy es el horror de Teuchitlán. Todavía no tenemos una verdad oficial pero sí el ya manido “yo no fui, fue teté”, el ocultamiento de lo que hasta el momento se sabe, la extracción de evidencias, el desdén a los familiares de las víctimas y el montaje que transformó un espacio lleno de evidencias aterradoras, en un lote baldío.
Hasta el momento lo que se grita a los cuatro vientos como verdad es que lo ocurrido es o herencia de la “guerra” de Calderón o producto de la carroñería de los opositores.
No de la incompetencia, no de la tradicional impunidad, no del encubrimiento y no del muy probable contubernio de autoridades con el crimen organizado.
Más mentiras. Con qué reiteración, fuerza y convicción afirmó López Obrador que en México no había laboratorios de fentanilo. Pues, con la misma que su sucesora habla de la destrucción de esos mismos laboratorios que no existían. Las mentiras siempre han tenido las patas cortas.
Más falsedades y verdades a medias nos formulan con las comparaciones en las tasas de homicidios y de personas desaparecidas. Según un reporte de Causa en Común las líneas de asesinatos y desaparecidos se cruzaron desde 2023 a nivel nacional, siendo estos últimos 33,017 y los primeros 30,886. Gracias a estas investigaciones es que nos acercamos a algún atisbo de verdad.
De nuestra forma de gobierno nos dicen también una sarta de ficciones cuando no hay falsedades. AMLO dijo que con él había llegado la “democracia verdadera”. En este sexenio se va más allá: tenemos la democracia más avanzada del planeta ha dicho la presidenta Sheinbaum una y otra vez.
No nos equivoquemos. México está camino al autoritarismo por no decir que ya arribó a ese perverso puerto. Los signos de manipulación de la verdad son inocultables.
Se nos dice que éste y el anterior, han sido los más transparentes de la historia. Lo que ha ocurrido es la legalización de la desinformación y la violación del derecho al resguardo de nuestros datos personales. Todo gracias a la desaparición de la institución encargada de hacer valer estos derechos y su paso a manos del gobierno que será juez y parte de lo que se transparente o se oculta.
Otra baja en la guerra contra la democracia ha sido la libertad de expresión que diariamente es minada no a través del cierre de emisoras o de periódicos, pero si a través de daño reputacional, revelación de datos personales y presiones sobre los conductores y comentaristas. Presiones que llegan a demandas judiciales de todo tipo.
Para más datos de opacidad, la otra Auditoría Superior de la Nación ha sido capturada y hasta las muy útiles auditorías forenses han desaparecido. De ahí salieron investigaciones como las dos Estafas Maestras, la de Peña y la de Segalmex.
De ahí salió también el costo de la cancelación del NAIM que el oficialismo dijo que era de 113 mil millones de pesos pero que el auditor encargado de la investigación, Agustín Caso, reveló que era de más de 330 mil millones. Comer el grave delito de ventilar la verdad le costó al funcionario el puesto y la persecución.
Y hablando de la justicia selectiva, está ahora el caso del exrector Enrique Graue y del director de la FES Aragón que cumplieron con su obligación de indagar el caso de plagio de la ministra Jasmín Esquivel y su directora de tesis. Con rapidez relativa, se resolvió una sentencia condenatoria por daño moral contra los dos funcionarios y se les condenó a pagar 15 millones de pesos a cada uno. Otra vez por el grave delito de haber atendido un caso que estaba dentro de su competencia y que se llevó a cabo con toda rectitud. Aun así, la jueza de la CDMX decidió que los funcionarios universitarios “…obraron ilícitamente con malicia efectiva al haber realizado públicamente en diversos medios informativos, manifestaciones dolosas carentes de veracidad e imparcialidad respecto a la actora, irrogando un daño moral al haber atacado su honor y reputación…”.
Los dos ejemplos -el de Caso y el de Graue- son muestra de lo que será, pero en toda su extensión, el Poder Judicial después de una elección de ministros, magistrados y jueces que ha sido cuestionada desde su concepción, su mecánica y, seguramente, sus resultados. Ejemplo claro de la disposición a castigar a quien se atreva a revelar verdades no deseadas.
A la politización de la justicia agregaremos ahora la partidización de la justicia.
Lo mismo ocurre con la división de poderes. Se presume de la misma cuando ha languidecido casi hasta apagarse. El poder ejecutivo ha sumado a sus facultades la legislar y, sin obstáculo alguno porque la Suprema Corte ya no puede pronunciarse sobre las reformas constitucionales.
Me pregunto, ¿fue el pueblo quien pidió la reforma a la Ley del ISSSTE y después pidió su retiro?, ¿fue la conveniencia política? o ¿es que la CNTE es el pueblo y no lo sabíamos?
De los órganos autónomos, esos que sí constituyeron un avance democrático y por los que votaron los hoy integrantes de Morena, ¿desaparecieron o fueron puestos en manos de la presidencia también por voluntad del pueblo?
Hoy, en México, se gobierna casi sin restricciones. Las que hay, son externas (UE) o provocadas por la realidad que le heredó el expresidente a la nueva presidenta. No por las instituciones democráticas.