PULSO/ Olvido

EDUARDO MERAZ

A contrapelo de la canción “El año viejo”, interpretada por Tony Camargo y letra de Crescencio Salcedo, millones de mexicanos quisieran olvidar el presente año por el cúmulo de penurias, acompañadas de las respectivas mentiras oficiales.

Con la culminación de 2025, esperemos se acaben los siete años de desgracia, atribuidos a la creencia popular cuando se rompe un espejo. Y eso fue justamente lo realizado por la sociedad mexicana durante la elección presidencial de 2018, al romper el espejo de la democracia, a raíz de lo cual, las desgracias se vienen acumulando.

El olvido suele ser un bálsamo, un recurso de la memoria para sobrevivir a las heridas del tiempo. Sin embargo, hay años que se resisten a ser borrados, que se incrustan como astillas en la conciencia colectiva.

El sin fin de problemas a los cuales hemos hecho frente los mexicanos, por más cuentas y cuentos de “los otros datos”, no pueden quedar impunes y mucho menos en el olvido, para de una vez por todas y para siempre terminar con la pesadilla cuatroteísta.

A manera de ejemplo del engaño mayúsculo de los gobiernos supuestamente transformadores, baste mencionar los alcances verdaderos de la supuesta superación de la pobreza de más de 13 millones de compatriotas.

Esta cifra, parece estar en franca contradicción con los estudios e indicadores de los niveles de insuficiencia alimentaria padecida por millones de mexicanos.

Un estudio hecho público recientemente revela que durante el gobierno del López Obrador se estancaron los avances que México había logrado en el combate al hambre e incrementaron los casos de inseguridad alimentaria severa, reveló una investigación del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP).

El estudio, publicado en la más reciente edición de la revista científica Salud Pública de México, muestra que en 2012, 10.5 por ciento de los hogares padecía este flagelo, proporción que bajó a 8.6 por ciento en 2018; sin embargo, en el periodo 2020-2024 se registró un rebote y la incidencia subió a 8.8 por ciento.

Además otro 12.3 por ciento padece inseguridad alimentaria moderada, que juntos equivalen a 7.6 millones de hogares que reportan dificultades económicas para adquirir una alimentación suficiente en cantidad y calidad.

El pasado 11 de diciembre, durante la presentación del informe Eat-Lancet 2025 —que subraya la necesidad de equilibrar las necesidades alimenticias de la población con el cuidado del medio ambiente—, el secretario de Salud, David Kershenobich, reconoció la urgencia de atender el problema del hambre en México.

“Tenemos todavía un problema grave de inseguridad alimentaria en el país”, dijo el funcionario.

En ese sentido, parecen incompatibles los datos de la realidad con los otros datos de Palacio Nacional, donde constantemente se recure al fácil expediente de negar hechos, rechazar señalamientos e incrementar ataques a adversarios y paliativos para tranquilizar la conciencia de la claque.

Por eso, es preferible olvidar los siete años viejos anteriores, porque contrario a la canción, ese periodo no ha dejado cosas muy buenas, sino más endeudamiento (próximo a alcanzar los 10 Fobaproas); más inseguridad, violencia e impunidad.

Como consecuencia de esta “cartilla y economía morales”, hemos visto duplicarse las fortunas de los multimillonarios mexicanos y el surgimiento de una nueva generación espontánea de nuevos “cachorros de la transformación”, a los cuales sólo bastaron seis años de cercanía con el poder para obtener ganancias para varias generaciones.

Así, la canción de Tony Camargo celebra lo que el año viejo dejó: la cabra, la vaca, la buena suegra; pero en este ciclo de siete años, lo que se acumula es deuda, violencia, impunidad.

Ese 70 por ciento de la población que otorga el cetro de popularidad a la presidenta Claudia Sheinbaum, ve como ese 50 por ciento menos otorgado a su gestión de gobierno se traduce en carestía, falta de medicamentos e instalaciones de salud, mayor lejanía de las soberanías energética y alimentaria, obras públicas chafas, de región 4T, carísimas e inservibles, poco rentables.

La popularidad no llena la despensa, no cura la enfermedad, no garantiza soberanía energética ni alimentaria. La popularidad, como el olvido, es un espejismo que se desvanece cuando la realidad golpea.

Porque olvidar implicaría dejar impunes las mentiras, las promesas incumplidas, los agravios acumulados; olvidar sería permitir que la historia se repita, que el ciclo de desgracias se prolongue más allá de los siete años que dicta la superstición.

Y México no puede darse ese lujo. El olvido, en este caso, sería complicidad; por eso es importante recordar que la esperanza depositada en 2018 se convirtió en desencanto, porque lo que nos dejan estos siete años viejos no son bienes ni alegrías, sino carencias y frustraciones.

La canción del “año viejo” volverá a tener sentido, cuando podamos celebrar lo que se gana y no lamentar lo que se pierde.

El espejismo de la transformación se desmorona frente a la contundencia de los números, y lo que queda es un país donde la mesa se vacía mientras las fortunas de unos cuantos se duplican.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

¡FELIZ AÑO 2026! ¡Brindemos por reponer el nuevo espejo de la democracia!

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