LIBROS DE AYER Y HOY/ Alfonso Reyes y su visión de aquel Anáhuac

TERESA GIL

Tres cosas me impulsan a escribir y recordar de nuevo, el tema de la crónica. Primero porque el 27 de diciembre de 1978, murió uno de los intelectuales y escritores mexicanos Alfonso Reyes, autor de una de las crónicas más singulares que se han publicado, Visión de Anáhuac (Editorial Arte y literatura, la Habana 1979. Varias ediciones en México). Lo segundo es que trasciende por estos días el filme Frankenstein del director mexicano Guillermo del Toro y finalmente, porque como cronista que también soy, considero a la crónica un Frankenstein precisamente: un monstruo que se apodera de todos los géneros. Ya he publicado eso en uno de mis libros Desde ayer se me ha muerto la risa (Editorial Voces Sonhoras 2024). Y he descubierto que en Sonora y otros estados, hay muchas escritoras que se dedican a la crónica. Sobre todo en torno a sus respectivos pueblos y la riqueza que trasciende en sus escritos. La apertura de ese género permite deambular por todas partes, meterse en todos los rincones para bien o para mal y exhibir en la escritura, el monstruo bueno o malo que vive en nosotros mismos.  Cuestionada la de Reyes por sus claras vivencias españolas, no le quita la belleza ni la poética expresión, ni lo que vio y vivió en sus perspectivas.

LA CRÓNICA ¿UN FRANKENSTEIN? SE ROBA TODOS LOS GÉNEROS

La crónica es en realidad un género que se nutre de muchos géneros, es como esas hermosas flores, enredaderas portentosas, que envuelven a muchos árboles y se nutren de su savia bienhechora. Es un saprofito luminoso que ha desplazado a otros géneros literarios y periodísticos, para aposentarse, señera, en un ámbito que estereotipó esquemas y viola constantemente las normas justas del arte y de la información. Todo lo que se ha dicho de la crónica, cae en este momento en la duda. Se le atribuye su nombre al latín crónica, derivada del nombre Cronos, dios del tiempo, pero los que definieron desde la antigüedad su eficacia, lo hicieron con un esquema lineal, siguiendo un orden temporal, cuando en la realidad todos sabemos que es imposible. El tiempo siempre se escurre de diferentes maneras en los acontecimientos y la misma presencia de las cosas, delineadas y construidas desde antaño, hablan de un pasado y avizoran un futuro. No podemos hacer una crónica de un río que se sale de cauce, sin mencionar las causas que lo produjeron -eso fue anterior-, ni decir lo que sucederá en el futuro con sus aguas

LA CRÓNICA COMO FUENTE HISTÓRICA, EFICAZ, PERO HA MOSTRADO DUDAS

El uso de la crónica solo como fuente histórica, también ha demostrado sus dudas. La fama de este género parte de ahí, siempre engarzada a la definición secuencial. Pero muchas veces hicieron caer a la historia en graves incongruencias. En realidad, buena parte eran especies de los modernos boletines noticiosos que alertaban sobre un acontecimiento y contaban las vivencias de los personajes, con una descripción precaria. Las grandes crónicas que menciona la historia, junto con sus autores, seguían esa línea, aunque su valor literario es extraordinario. No me extenderé en nombres porque son demasiados.  Son miles, por no decir millones de crónicas que se escribieron en el pasado para hacer referencia a acontecimientos históricos o de la vida de reyes y notables personajes. Pero muchas en realidad eran una lista de acontecimientos que se querían resaltar, sin ningún seguimiento formal ¿Habrá dicho realmente don Guadalupe Victoria: “Va mi espada en prenda: ¡voy por ella!”

Y NOS METEMOS HOY A LA CRÓNICA, PARA HACER UNA CRÓNICA DE LA CRÓNICA

A la crónica se le equipara al artículo, a la reseña, a la columna, pero ella, como un extractor indecente que se legitima después, se nutre de todos ellos. Es más, se apodera de partes del cuento, del relato, del ensayo, la nota informativa, el reportaje, la entrevista y le da un llegue a la novela y a la poesía. He leído crónicas que ya las quisiera el mejor poeta, el mejor cuentista. La reseña, definen algunos, es un relato breve sobre acontecimientos lineales, panorámicos; con esa definición, la reseña no sería otra cosa que una crónica chiquita. En la actualidad tesis, ensayos, investigaciones se meten con la crónica, delinean sus partes, pero lo que están haciendo ¡es una crónica de la crónica! Esta, como un hado burlón, exacerba esa discusión, para enterarse quÉ segmento no le ha sido adjudicado todavía y luego luego lo incorpora a su modo de vivir, para sustraer alguna savia que le faltaba. Estamos ante un monstruo.

CRÓNICAS QUE AYUDARON A LA HISTORIA, EN MÉXICO

Las grandes crónicas que sirvieron de base a nuestra historia  si bien se fincaron  en ese alegre contar de historias de valientes o de zangoloteos sorpresivos, algo tenían de valioso para que  eliminada la paja, figuren como parte fundamental que ha dado  sentido a un  país. Están las clásicas producto del asombro, que escribieron los españoles, Hernán Cortés, Bernal Diaz del Castillo y otros , pero hay una que puede catalogarse como el sustratum del conocimiento de nuestros antiguos moradores y lo que verdaderamente hicieron  los españoles. La crónica  se mezcla con la historia, con investigación, con datos y aportes directos que  no pueden poner  en  duda su sustento.  Me refiero a la Historia General de las cosas de la nueva España, de Fray Bernardino de Sahagún, el más grande portento que dio ese ciclo y que por fortuna se guarda en 12 tomos, por desgracia en España. Sahagún pulula en la crónica matizada con  relatos, consejas pueblerinas, aparejadas con datos de gran valía que han  llevado a ese fraile a ser considerado el padre de la etnografía.  En años posteriores  mientras el cronista se enseñoreaba de la vida del país y del periodismo, surge el poeta Guillermo Prieto, cronista de los avatares de Juárez y defensor suyo cuando, traicionado por el coronel Antonio Landa, iba a ser fusilado en una prisión del palacio donde el presidente ejercía, en Guadalajara.  Cuenta la crónica escrita por el propio Prieto y repetida miles de veces, como tiró al benemérito hacia atrás para protegerlo y lanzó una de las arengas más grandes de la historia. Se destacan las frases dichas ante los soldados: ”¡Los valientes no asesinan, quieren sangre, bébanse la mía!”. Crónicas de otros señalan  que tanto el poeta como los soldados enternecidos por el salvamento de Juárez, lloraron  a lágrima viva. En una crónica reciente de Bertha Hérnández,  sobre lo que queda de aquella prisión,  la excelente cronista de Guadalajara remata un  relato sobre el caso diciendo: “Pero si el paseante se asoma hoy a un pequeño patio sembrado de naranjos, verá el relieve que congela en bronce de la más alta calidad, real y metafórica,  el momento en que Juárez sobrevivió gracias  a un poeta metido a político”.

CLÁSICA: UNA CRÓNICA DE CRÓNICAS: VISIÓN DE ANÁHUAC

Para unos es un ensayo para otros un relato, pero como ambos se subsumen en la crónica, es una de las crónicas más bellas e ilustrativas  que se han escrito. La Visión de Anáhuac se inicia con  aquella frase que se atribuye a Humboldt: “Viajero: has llegado a la región más transparente del aire”. Y a partir de ese primer apartado, las luces nos deslumbran: “el aire brilla como un  espejo”, “una luz resplandeciente que hace brillar la cara de los cielos”, diría  el fraile Navarrete. “la extraña reverberación de los rayos solares en la masa montañosa”,  decía Humboldt. Para el escritor español, Rafael Lemus el genero de la pequeña y extraordinaria obra de Alfonso  Reyes, está sometida a duda,  no solo en su estructura, sino en el mensaje que envía ese Reyes discreto  casi sin  opiniones, hablando de un México  que entonces no existía y aprobando de alguna manera al extranjero.  Se pregunta: ¿Que es, un ensayo, un poema en prosa, una estampa histórica, o un texto político que habla de la situación de México en 1915,  mientras finge hablar de 1519?  Mi respuesta profana sería que se trata simple y llanamente de una crónica de crónicas. Una crónica que se  retroalimenta con unas de su género, una especie de canibal portentoso que presenta la dimensión justa de lo que fuimos, éramos -y somos- visto desde los ojos sorprendidos del invasor…y de Reyes.

LA CRÓNICA, ALGO UTILITARIO, IMPERFECTO, NECESARIO … ¡Y BELLO!

Esta es mi postura sobre la crónica de las que llevo centenares escritas. Todas son imperfectas, a todas les añado algo, me agarro de sus aliados o de sus sometidos, de sus vasallos, y escribo y escribo como si solo estuviera caminando por una senda sencilla, sin saber que me encontraré al final, con un monstruo.

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