
El método es una técnica, un procedimiento
para obtener el control del camino
y lograr que sea viable
Jacques Derrida
ARTURO SUÁREZ RAMÍREZ/ @arturosuarez
Nadie le puede regatear nada a Juan Ramón de la Fuente por su desempeño como rector de la UNAM. Le tocó la transición de Ernesto Zedillo a Vicente Fox, el famoso cambio, y el primer año del gobierno de Felipe Calderón. Desde ahí fue crítico de lo que sucedía en el país, llevó a buen término su administración y dejó en alto a la máxima casa de estudios.
Por su trabajo y buena reputación, cuando se hablaba de la posibilidad de una coalición y de quién podría encabezarla, su nombre figuraba en el primer lugar de la lista. Sin embargo, siempre se desmarcó; decía que no tenía esa aspiración y optó por dedicarse a la vida académica, aunque nunca ocultó su simpatía por la izquierda partidista y, en particular, por López Obrador y Claudia Sheinbaum.
Cuando el Pejelagarto se convirtió en presidente, Juan Ramón de la Fuente fue nombrado representante permanente de México ante la ONU. Hizo un buen papel. Desde ahí le tocó enfrentar la pandemia por COVID-19, el tema de la distribución de vacunas a nivel mundial y la crisis de Ucrania, asuntos propios de la agenda internacional, pero también marcados por la visión de López Obrador.
Posteriormente, cuando ganó Claudia Sheinbaum, lo reclutó para ocupar la titularidad de la Secretaría de Relaciones Exteriores, cargo que había desempeñado Marcelo Ebrard, quizá lo mejor que tenía la 4T de López. Ebrard parecía más secretario de Gobernación por las tareas que le imponían y, por ello, le dejó a De la Fuente un escenario complicado, además de una red de contactos y relaciones con el entorno de Donald Trump, que terminaron deteriorándose con el episodio de “se doblaron”.
Al igual que con el tabasqueño, la SRE no ha tomado postura frente a asuntos internacionales de gran relevancia, como la condena a dictadores, particularmente Nicolás Maduro y Díaz-Canel. Por el contrario, se ha optado por el silencio respecto a los apoyos que se les brindan.
Juan Ramón de la Fuente hizo su mejor esfuerzo, pero todo lo ocurrido sigue reflejándose en el presupuesto y las decisiones de Trump: ahí están los miles de deportados, las familias rotas, más efectivos de la Guardia Nacional en la frontera y otras medidas más. Aunque desde la narrativa matutina se diga que todo ha salido bien, no hay nada que festejar.
Juan Ramón desapareció de la escena política por una intervención quirúrgica, así lo dio a conocer la propia presidenta. En unas semanas volverá a la actividad, y qué bueno. Se necesitará que esté bien, con buen nivel y que muestre su experiencia diplomática el próximo año, que será crucial para la relación con Estados Unidos y la renegociación del T-MEC.
Juan Ramón de la Fuente deberá ser protagonista, junto con Ebrard: fijar posturas, marcar agenda. Su voz deberá pesar en los grandes debates globales y regionales. La diplomacia mexicana, que durante décadas fue reconocida por su profesionalismo, deberá recuperarse y dejar de estar reducida a comunicados tibios, gestos simbólicos y silencios estratégicos que, más que prudencia, reflejan irrelevancia… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.
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