
TERESA GIL
México está inscrito en el mundo y comparte como propia, una de esas grandes culturas que han refulgido desde hace siglos. Gran civilización alterada por la llegada de extraños que pese a ello, no pudieron eliminar la esencia de su grandeza. La prueba son los millones de descendientes originales que todavía tenemos y los grandes aportes que van apareciendo no solo en aportes científicos de gran adelanto, sino en recuerdos antropológicos también de gran alcance. Le damos gracias a la UNESCO que nos reconozca dentro de sus programas de Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad pero la llamada Pasión de Cristo se podrá representar aquí con mucha faramalla pero no es un rito de nuestros orígenes. Como ejemplo, es como si nos premiaran por representar muy bien el fin de la Segunda Guerra Mundial o una obra de Shakespeare, que no son parte de nuestra historia. El organismo de la ONU se mete en nuestra vida interna, porque desestima posturas históricas que nos atañen a todos, como es la creación por ejemplo, de nuestra gran ciudad, Tenochtitlan. O el asesinato a mansalva de nuestro rey Cuauhtémoc por el español Hernán Cortés, tan descritas ambas, en la historia de nuestra cultura.
LA IMAGEN DE NUESTRA GRAN CAPITAL DE MÉXICO, ES DEFORMADA
Lo que significa una ciudad, cualquiera que sea su tamaño, no puede estar en manos de una persona o un grupo. Mas si es alguien que gobierna y nos quiera imponer sus creencias o puntos de vista. Tenemos una historia y a partir de ella tenemos que plantear nuestros espacios en el entorno, claro, de la modernidad. Absurdo que por una representación que impulsó una persona que gobernaba en Iztapalapa, como la señora Clara Brugada, seamos premiados por esa insistente representación. En México hay muchas creencias y todos tenemos y debemos de tener el respeto por la nuestra. Quien tiene una concepción religiosa, muy mocha y radical, no puede imponer en los lugares donde gobierna sus puntos de vista. Primero porque el país es laico.
DEBEMOS RESALTAR NUESTROS ORÍGENES Y MOSTRARLOS AL MUNDO
Estamos en un país democrático en el que se deben tomar en cuenta todas las formas de pensar. En el caso, por ejemplo, de la festividad guadalupana, si es tanto el problema humano que nos afecta, se pueden buscar soluciones como lo han hecho en algunas ciudades europeas, sacando fuera lo que altera la ciudad, para darle vida e instalación propia en un lugar apartado que tenga todas las condiciones. La ciudad aquí ya no resiste tanta gente. Y resulta que eso se extiende con la misma historia -no confirmada según lo demostró en su momento la BBC de Londres con un profundo estudio y en investigaciones realizadas en la zona original-, cuando hay tanto de que hablar en nuestro país. Y sobre todo la oportunidad de que los jóvenes tomaran conciencia de nuestro origen, fuera de esas historias y recuerdos extraños, que nos imponen.
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