
ROBERTO CIENFUEGOS J.
Considerado la columna vertebral del transporte en la CDMX, el Sistema de Transporte Colectivo Metro atraviesa una de sus peores circunstancias para garantizar la movilidad de millones de personas, entre residentes permanentes y visitantes, lo que debería activar a las autoridades todas y en particular al titular de este sistema, Adrián Rubalcava, a tomar acciones pertinentes, adecuadas y urgentes para reflotar este medio de movilidad so peligro de que en cualquier momento haya una nueva desgracia o incluso un desborde de la ira ciudadana.
Sin exageración alguna -que no hace falta-, debe saber Rubalcava que el Metro opera en condiciones críticas. Si lo desconoce, le cuento. Cuatro de diciembre, 16:30 horas, estación Juárez, Línea Tres o Verde como se le conoce predominantemente entre los usuarios. Cinco, diez, quince minutos, no hay señales de movimiento. Las filas de aspirantes a usuarios crecen con rapidez en esa estación, donde escalan la inquietud y el desasosiego ciudadano. Nada, del Metro ni sus luces por más que los cuellos se estiren para mirar hacia el túnel. De pronto, se hace la luz en medio del tubo. El gusano anaranjado emerge y al hacerlo, las personas que lo aguardan, cuyo número se multiplica en proporción equivalente al tiempo de espera, parecen recobrar el ánimo.
Entre empujones, apretujones y magulladuras, las y los usuarios se abren un espacio, el mínimo posible y casi inimaginable. Sobreviene la desilusión y se pierde el ánimo porque el Metro nuevamente permanece inmóvil. El gusano no alcanza ni siquiera a medio arrastrarse. ¿Columna Vertebral del transporte en la CDMX? La gente desespera en medio del bochorno. Hay llanto y desesperación de bebés, lo mismo que zozobra entre adultos y personas mayores. De pronto se escucha una mentada de madre y un golpe en las puertas que propina un usuario encorajinado. La tensión marca el ambiente, pero nadie secunda al colérico usuario. La mentada de madre, claro, sólo se escucha en el vagón R 3326. No obstante, es posible imaginar lo que podría ocurrir si de manera súbita, la cólera de los aspirantes a usuarios se desbordara ante el pésimo servicio del Metro. El tiempo ¿sigue? El metro está paralizado. Desilusionados y/o apresurados por llegar a sus asuntos, no pocos usuarios abandonan los vagones. La columna vertebral del transporte de la CDMX está dislocada.
¿Qué ocurrirá en el resto de las doce líneas y las 195 estaciones del Metro?
El llanto, que antecede al berrinche de niños y bebés, persiste en medio del esfuerzo de las mamás y algunos papás, para infundir tranquilidad en los críos, en un intento absolutamente infructuoso. Ah, si los adultos hicieran lo mismo, aquello sería el infierno en el sótano, que no en la torre. La mentada de madre cae en el vacío de la impunidad con la que “opera” el Metro. No hay responsables, tampoco explicaciones y mucho menos disculpas. ¿Lo sabrá Rubalcava? Y si lo sabe ¿estará empeñado ya en hacer los arreglos necesarios para impedir la parálisis del Metro, cuya responsabilidad recae en él? ¿O nada hace ni puede hacer? ¿Su cargo de titular del Metro se reduce a sólo eso, el cargo? ¿A quién deben exigir los usuarios que el servicio del Metro opere en condiciones adecuadas? ¿Importa?
Retoma su marcha el Metro. Despacio, trémulo en ciertos tramos durante la ruta en dirección a Indios Verdes. Otra vez, se detiene por minutos larguísimos en cada una de las siete estaciones que separan Juárez de Indios Verdes. En contraste el tiempo, sí, avanza inexorable. No así el Metro, la llamada columna vertebral del transporte de la ciudad acusa achaques que parece nadie quiere ni puede atender y mucho menos resolver. En verdad, ¿primero el pueblo? En verdad, ¿por el bien de todos, primero los pobres? En verdad ¿Amor con amor se paga? ¿Cuenta el tiempo de usuarias o usuarias del Metro? ¿O…?
Desde algún rincón del vagón alguien refunfuña durante la espera, ¡qué venga Brugada a ver si es cierto! Otra vez, nadie secunda el reto. El pueblo bueno y sabio como dice el eslogan de moda practica una resignación prácticamente total, en una actitud social que quizá y sólo quizá abone y haga cabal la descripción de sabio. ¿Y si un día, la paciencia termina y abre el paso a la ira? Sólo imaginarlo genera temor y preocupación. Después de todo las conductas y los límites sociales son siempre insospechados e impredecibles, pero el riesgo seguirá latente, adormecido.
Siete estaciones, la distancia entre Juárez e Indios Verdes, en más de hora y media. ¿Nada qué hacer? Si, resignación. Ni autoridades y mucho menos los aspirantes a usuarios quieren enfrentar decisiones y realidades difíciles y complejas. Lo simple es dejar que el desplazamiento de millones de personas, unos cuatro millones por día, lo preste una carcacha, que mal que bien, aún se mueve. ¿Hasta cuándo? Nadie lo sabe. Es cierto, hay esfuerzos de renovación del Metro, pero son insuficientes según se constata a diario.
¿Ciudad de derechos, innovadora, de vanguardia? Si los usuarios del metro consumen 90 minutos de su tiempo para recorrer siete estaciones de este transporte, es válido ponerlo en duda. Si, como ocurrió de nueva cuenta el jueves cinco de diciembre, en la misma estación y hora (16:15) hay que esperar más de 15 minutos para que el gusano anaranjado, aparezca en el túnel, ¿hay que preguntar qué está pasando en el metro? La columna vertebral de la movilidad en la CDMX refleja demasiados achaques. Considere usted si esto es o no peligroso.
@RoCienfuegos1
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