PULSO/ Las lentejas del Plan Michoacán

EDUARDO MERAZ

Como por arte de magia, los mexicanos debemos despreocuparnos del terror de la inseguridad y la violencia, pues el gobierno cuatroteísta encontró la fórmula precisa para arribar a la paz y tranquilidad tan deseadas por decenas de años. La única solución prácticamente para todos los males son las lentejas.

No se trata de una metáfora improvisada; es, según se ha anunciado, una estrategia formal, un componente esencial del llamado Plan Michoacán por la Paz y la Justicia.

Las lentejas, humildes y discretas, han sido elevadas a la categoría de talismán cívico, capaces de purificar conciencias, desarmar criminales y fortalecer el tejido social; una misión ambiciosa para un alimento que, hasta hace poco, apenas figuraba en la mesa cotidiana.

Esta legumbre tiene cualidades casi divinas, pues no sólo ayuda a eliminar el colesterol de las riquezas indebidas, tanto de las bandas criminales como de malos empresarios y funcionarios venales, sino también cumplirá con la misión de prevenir la anemia de la responsabilidad social de gobernantes y gobernados y fortalecer el marco jurídicos y reconstituir la verdadera República mexicana.

Y si acaso duda usted de las virtudes de las lentejas, simplemente recuerde el papel protector y de escudo, pues es el arma secreta del Plan Michoacán para pacificar su territorio y devolver a sus pobladores la paz arrebatada.

La propuesta tiene un aire de fábula. En ella, las lentejas actúan como amuleto que repele la violencia y neutraliza el miedo, además de atribuírsele la capacidad de desactivar el armamento bélico de los grupos criminales. En esta historia, los capos tiemblan no ante operativos estratégicos ni reformas profundas, sino ante el avance silencioso de un saco de lentejas que promete transformar el territorio.

De hecho, desde el segundo piso de la transformación las lentejas del bienestar cumplen un papel similar al de las espinacas de Popeye; quien las consume, prácticamente se vuelve invencible.

Las lentejas, nos dicen, no solo alimentan el cuerpo; también limpian el espíritu, devuelven a la ciudadanía la energía moral perdida entre sobresaltos y desencantos; legumbre que lo vuelve resistente a la violencia, inmune a la corrupción y dispuesto a reconstruir la República desde sus cimientos.

Es la herramienta militar privilegiada pero no solo tiene propiedades milicianas; también cuenta con elementos nutritivos para deshacerse no únicamente del colesterol, sino de las adiposidades ideológicas y fanatismos que tanto daño hacen a la salud de la democracia y la libertad.

La estrategia fue presentada por María Luisa Albores González, directora de Alimentación para el Bienestar,  encargada de dar a conocer las mil y un cualidades de la legumbre y que, seguramente, tiene temblando de miedo a los principales capos del país.

Debemos tener presente que los gobernantes cuatroteístas han depositado su esperanza en objetos simbólicos: piedras sagradas, semillas milagrosas, plantas curativas, amuletos protectores. Y ahora, todas esas virtudes, se las atribuyen a las “lentejas mágicas”.

Esta estrategia se inscribe en una tradición mexicana de soluciones imaginativas, a veces extravagantes, que buscan enfrentar problemas complejos con herramientas inesperadas. No es la primera vez que un alimento se convierte en emblema político o social.

Allí, entre anaqueles modestos y cajas de cartón, se distribuirán como si fueran semillas de un nuevo pacto social; la imagen es casi cinematográfica: familias enteras acudiendo a recoger su ración de esperanza, mientras en los noticieros se repite la promesa de que la paz está a punto de germinar.

Pero así es México: un territorio donde lo improbable se vuelve costumbre y donde los objetos más simples adquieren poderes extraordinarios cuando la narrativa oficial los toca.

En un país donde la violencia ha dejado cicatrices profundas, cualquier promesa de paz —por improbable que parezca— encuentra eco, y en este caso, no porque la imaginación colectiva necesita símbolos para sostenerse.

Las lentejas pueden inspirar, pero no reemplazar estrategias integrales, políticas públicas sólidas o esfuerzos coordinados.

Esto también tiene un trasfondo de dominio: las lentejas, desde tiempos antiguos, han sido asociadas con la humildad, la paciencia y la constancia; en algunas culturas representan la prosperidad, en otras, la renuncia. ¿En qué lado nos coloca la 4T?

He dicho.

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