
ROBERTO VIZCAÍNO
Por primera vez en los 14 meses de su mandato, Claudia Sheinbaum supo qué se siente ser realmente presidenta de México.
Por primera vez vivió lo que se siente estar en el centro de la Capital más poderosa del planeta, en Washington, y tener a su derecha a un Donald Trump exuberante, sonriente, deshaciéndose en halagos hacia ella y del otro al Primer Ministro de Canadá, Mark Joseph Carney, casi aplaudiendo lo que decía de ella el mandatario norteamericano.
Luego viviría su primer cara a cara con el magnate con una encerrona política del más alto nivel con ambos gobernantes -de EU y Canadá-, para salir con un solo mensaje: “vamos a ir a una renegociación consensuada del T-MEC en enero”. Es decir, dejar atrás que ese tratado está en peligro de desaparecer.
Y para culminar con los mejores augurios y las más insospechadas proyecciones de su rápida visita a Washington, fue testigo de cómo el sorteo de la Fifa sobre el Mundial de 2026 dejaba a la selección mexicana con un sorteo de equipos que le permitirá a los jugadores mexicanos lograr sus mejores resultados que, de lograrlos, seguro crearán un ambiente social y electoral muy favorable para ella y su partido en el poder. Más que cualquier concentración de acarreados en el Zócalo.
En una primera evaluación de todo lo anterior, queda para la historia que la presidenta Sheinbaum logró en un día lo que sería inimaginable para su amado jefe Andrés Manuel López Obrador:
1.- Disfrutar plena y totalmente ser presidenta de México. AMLO nunca siquiera fue feliz con ser presidente. Su amargura y resentimiento lo dominó todo en él.
2.- Gozar de ser la más alabada y bien tratada por el presidente Donald Trump, un personaje al que le satisface someter a sus interlocutores, egocéntrico, que no tolera que nadie sobresalga a su lado.
3.- Y que al lograr todo lo anterior seguro fue la envidia de personajes como el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, el de Francia Emmanuel Macron, o los primeros ministros de Canadá Justin Trudeau y Mark Carney, por mencionar a los más obvios a quienes maltrató sin conmiseración.
4.- Y lograr todo lo anterior a pesar de ser una severa militante ella sí de izquierdas, no como AMLO que es solo un populista-chavista.
REFORMA DE AGUA; RATIFICACIÓN DE ERNESTINA Y DESACTIVACIÓN DE AGRICULTORES
Pero Claudia Sheinbaum no solo vivió y sintió por primera vez el gozo del poder presidencial de México por lo alcanzado en Washington, sino por lo obtenido en México.
Luego de vivir quizá los dos peores meses de su mandato -octubre y noviembre-, con un recrudecimiento de la violencia que se acentuó con el asesinato del alcalde de Uruapan Carlos Manzo, y una ola creciente de recriminaciones sociales que derivó con una multitudinaria marcha de la Generación Z -que llenó el Zócalo de la ciudad de México y calles y plazas de quizá 25 estados más en el país-, para proseguir con un movimiento de agricultores por una reforma del Agua que afectaba a sus derechos e intereses más importantes, que se sumó a una protesta de transportistas en reclamo del fin de asaltos en carreteras y del cese de la insoportable extorsión de agentes de la Guardia Nacional, la presidenta Sheinbaum apuntaba a cerrar el año con un balance no solo en rojo incandescente sino en las peores calificaciones a su gestión.
Pero en México se le alinearon igualmente los astros con cuatro golpes a su favor. En el primero Adán Augusto López pastoreo sin el menor cuidado ni respeto de normas ni ética a su bancada de Morena y aliados PT y Verde para prácticamente colocar ante el inminente paredón del cese al fiscal Alejandro Gertz y obligarlo a dimir, y luego, en fast-track, procesar constitucionalmente el nombramiento y ratificación de Ernestina Godoy como su sucesora.
Dos trámites que no sólo fueron de la plena satisfacción de la agradecida presidenta Sheinbaum, sino de él mismo, quien con ello puso punto final a los procesos judiciales que pendían como cimitarra en su cuello -el de La Barredora, y el de la Red de Huachicol Fiscal, y otros más- que ya sin Gertz al frente, pasan al cajón del olvido.
El tercer golpe lo dieron Ricardo Monreal en San Lázaro y Adán Augusto López en el Senado, al tramitar en apenas 30 horas la Reforma del Agua que al final al parecer salió con lo que quería la mandataria y con los ajustes que terminaron siendo aceptados por los agricultores en una mesa de diálogo con el Gobierno.
El cuarto golpe lo dio al lograr que los agricultores retiraran sus bloqueos carreteros, en casetas y aduanas y se desistieran de boicotear la concentración convocada por la mandataria en el Zócalo del sábado anterior para festejar los 7 años de la llegada de a 4T al Poder.
EL LOGRO MAYOR: DESACTIVAR A AMLO
Pero quizá su movimiento más sobresaliente en este fin de 2025, por los riesgos que implicaba para su viabilidad al frente de Palacio, fue el de desmovilizar, anular a Andrés Manuel López Obrador.
El exmandatario -quien ejerce desde Palenque como Jefe Máximo- reapareció a inicios de este diciembre bajo el pretexto de presentar su libro más reciente para advertir que regresaría a las calles del país si: se pretendiera dar un golpe de Estado a su sucesora, si se buscará afectar a la democracia o si hubiera una injerencia extranjera en México.
AMLO sabía bien que, al plantear las tres posibilidades, automáticamente dejaría la percepción social de que existen.
Sin confrontarlo, en su mañanera del día siguiente Sheinbaum lo desarmó al comentar que ninguna de esas tres argumentaciones de su antecesor, tenían base en este momento. Y ahí lo dejó. Y ya nadie lo siguió. AMLO se diluyó en los medios.
En ese momento Claudia Sheinbaum dejó sentado que quien manda en Palacio es ella. No él.
Y lo demostró con sus logros del resto de la semana, con su actuación ante Trump, con la remoción de Gertz, la ratificación de la fiscal Godoy y con la aprobación de la reforma del agua y la desarticulación de las protestas de los agricultores.
Creo que reconocerlo es esencial en este momento. Cuestionar las formas en cómo logró lo último, es otra cosa.
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