PALABRAS MÁS/ Realidad de narrativas

Al final, envejecemos, matamos a todos los que

nos aman por las preocupaciones que les damos,

por la ternura perturbada que les inspiramos

y por los miedos que les provocamos sin cesar

Walter Benjamin

ARTURO SUÁREZ RAMÍREZ/ @arturosuarez

En la historia del populismo latinoamericano es muy importante, a como dé lugar, mostrar el músculo, mandar el mensaje de que el “pueblo bueno” los respalda y, por supuesto, señalar a los opositores. Se polariza para dejar claro quiénes son los buenos y quiénes los malos que buscan descarrilar los supuestos buenos resultados. Nada más falso: pretenden construir con saliva y narrativas lo que en la realidad no pueden sostener.

Ahí quedan las más de cuatro horas que Fidel Castro habló en la sede de las Naciones Unidas, o las más de nueve horas de discurso televisado en 1959 para su pueblo. Desde entonces prometía la bonanza que la Revolución Cubana traería tarde o temprano. Ya conocemos la historia: ni él, ni su hermano Raúl ni otros que lo sucedieron le cumplieron a su pueblo. Hoy, el 90% de los habitantes de la isla vive en pobreza. Ese fue el poder —y el límite— de los discursos.

Por su parte, Hugo Chávez ocupó miles de horas de radio y televisión para difundir su discurso antiimperialista, también cargado de promesas de un futuro mejor. Tampoco sucedió. El cáncer se lo llevó en 2013. Al relevo entró Nicolás Maduro, un histrión que disfruta de los medios de comunicación, claro, de los suyos, porque como buen dictador terminó con las autonomías, los críticos y los periodistas, usando la expropiación como Chávez. De nuevo, los discursos en la plaza pública. Hoy Venezuela ocupa el primer lugar en pobreza entre los países latinoamericanos y Maduro se tambalea, pero el daño es profundo.

Yo sigo pensando que México nunca será Venezuela; habría muchas escalas antes de llegar a esos niveles. Pero la comparación en cuanto al camino recorrido tiene varias similitudes, entre ellas la de los caudillos de “izquierda” que han gobernado en los últimos años: grandes seductores que usan programas sociales para eclipsar la realidad, aunque el tiempo termina desnudándolos. Por cierto, varios de los que hoy gobiernan en la 4T los consideran héroes, hasta altares les levantan, mientras usan esa ideología —por ejemplo— en libros de texto.

Se llevó a cabo la concentración en el Zócalo de la Ciudad de México para celebrar los siete años de la 4T y apoyar a la presidenta Claudia Sheinbaum. Vaya que la ha tenido complicada en las últimas semanas. Aunque hay que decir, en descarga de la científica, que en el sorteo del Mundial de Futbol y en su interacción con Donald Trump la libró. Pero en casa las cosas no están nada bien: la inseguridad, la economía, los malabares para sacar recursos para el próximo año y, obviamente, la corrupción que los consume a pesar del pañuelito blanco que sacaba López Obrador.

Nadie les puede regatear que desde hace muchos años son los amos de la movilización; igual que el PRI, son expertos en aquello del acarreo. Usan hasta a la gente de las Utopías de Clara Brugada para “invitarlos a apoyar a la presidenta”, y eso se multiplica en la Ciudad de México, mientras los gobernadores y presidentes municipales entran a la operación.

Tampoco nos hagamos: ahora, como antes, se usa a los sindicatos. Ahí estaban los ferrocarrileros, los maestros, los del SME, los electricistas, los de la CATEM y otros, según ellos, por convicción. Ahí queda la multitudinaria manifestación. Pero, así como tienen seguidores, también tienen detractores que van en aumento. Tienen todo el poder y toda la responsabilidad. Bájenle a la narrativa y al manual del “buen dictador izquierdoso”, y entreguen resultados… pero mejor ahí la dejamos.

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Hasta la próxima.

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