
EDUARDO MERAZ
Cuando creí haber llegado al límite de mi capacidad de asombro, los hombres más conspicuos del cuatroteísmo han venido a demostrarme cuando equivocado estaba. Mario Delgado, Zoé Robledo y Martí Batres han superado con creces toda forma de exterminio, prácticamente de forma incolora, insabora e inodora.
Estos tres hombres, de los más conspicuos del cuatroteísmo han logrado lo imposible: reinventar la nada, darle forma, color y sabor a la nulidad. Y lo han hecho con tal maestría que ni siquiera los alquimistas medievales podrían haber soñado con semejante prodigio.
Lo mejor para cuando algún malestar o dolencia física aparece, es recurrir a los “apapachos” -esos abrazos cariñosos, apretujados y con mucho entusiasmo-; pero si por alguna razón, usted ya ha caído en las garras de “medicalizarse”, debe optar mejor por “no enfermarse” para quitarse la adicción a los fármacos o, de plano, no nacer.
Y no le falta razón al director del Seguro Social, púes en eso de ser hipocondriacos, el morenismo es especialista, pues todo le molesta, le duele, le irrita; de ahí su apego a auto recetarse concentraciones zocaleras, mayorías ilegales que, sumadas a sus inclinaciones y dobleces funcionan como placebos colectivos.
El remedio no fue una farmaciotota, sino un módulo de salud doctrinario, donde cada píldora lleva impresa la palabra “transformación”.
Por otra parte, para el titular del ISSSTE esta solución “martiniana” o “batriana”, es tan cercana a aquella de “abrazos y no balazos”, sacada de un manual de autoayuda.
Y lejos, muy lejos del comportamiento cortesano de vecindad con el cual hacer valer la supremacía moral, ya sea con bloque negro o guinda, convirtiendo a la medicina en consigna y la consigna en bálsamo.
Pero si ninguna de esas soluciones le satisfacen para mejorar su vida ingrata, llena de penurias y apartada de la educación, lo mejor, la solución perfecta para cualquier mal, físico, emocional, ideológico, político, cultural, etcétera, es seguir la recomendación sugerida por el amigo de todos los huachicoleros, Mario Delgado: no haber nacido.
Estas soluciones son de una brillantez y excelsitud sin igual, ni siquiera los grandes autores del realismo mágico podrían igualar, como tampoco podría comparársele las medidas drásticas utilizadas por Hitler y hoy replicadas por Netanyahu.
Con la brillantez de un alquimista del absurdo, el remedo de José Vasconcelos propone esta salida como la panacea universal. No hay dolor, no hay sufrimiento, no hay pobreza ni violencia para quien nunca existió; la nulidad se convierte en el remedio perfecto, en la vacuna contra la tragedia de la existencia.
Es decir, para evitar cualquier forma de sufrimiento o malestar, simplemente no nacer, pues la vida es solo para aquellos dispuestos a sufrir desde un antojo no cumplido, hasta la tortura de encontrarse en los rangos de la pobreza extrema y todas las carencias que conlleva tal condición, pasando por la violencia y el salvajismo de algunos supremacistas.
La cosmogonía de estos tres tristes tigres de papel, expuesta en las anteriores ideotas, en realidad se aproximan con gran veracidad al mundo perfecto al que aspira el cuatroteísmo.
De una parte, en este escenario, los apapachos se convierten en metáfora de un país que busca consuelo en abrazos colectivos, mientras la realidad se desmorona.
La hipocondría política es el síntoma de una sociedad que se siente enferma de todo: de corrupción, de violencia, de desigualdad, mientras los líderes ofrecen placebos que no curan, pero entretienen.
La nulidad, en cambio, promete la cura definitiva: la desaparición del problema junto con el paciente, la sociedad nonata.
Tres fórmulas que resumen la alquimia del poder, pócimas medievales para la supuesta inmortalidad a cambio de la inexistencia.
La nulidad es, en este sentido, la culminación de la política del absurdo, es la negación de la vida como proyecto colectivo. Es la exaltación de la inexistencia como forma suprema de los gobiernos del bienestar y es, al mismo tiempo, la confesión más brutal de un sistema que no sabe cómo enfrentar la realidad.
A final de cuentas es una verdad incómoda: la incapacidad de ofrecer soluciones reales a problemas reales. La pobreza, la violencia, la desigualdad, la falta de educación y de salud no se resuelven con abrazos ni con consignas.
La nulidad es, en el fondo, la confesión de derrota.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Después de 24 horas de discusión, el Pleno de la Cámara de Diputados aprobó en lo general y en lo particular la expedición de una Ley General de Aguas, así como reformas a la Ley de Aguas Nacionales, y se envió la minuta al Senado de la República, donde se prevé que la mayoría del oficialismo la discuta en fast track.
Veremos ahogos y desahogos en los siguientes días.
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