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JUAN CHÁVEZ
Todavía no se advierte que la presidenta esté contra la pared.
Pero es evidente que La Generación Z, con su marcha del sábado, sacudió a Palacio Nacional y que con su anunció de volver a las calles el 20 de noviembre, ha obligado a Sheinbaum a pensar en la suspensión del desfile de la Revolución Mexicana por nueva marcha de la Generación Z.
Por lo menos, no descartó cambios en el desfile, ante una nueva marcha de la Generación Z que además ha anunciado una tercera para el 13 de diciembre.
La Generación Z está en camino de institucionalizar sus protestas.
La marcha de miles de jóvenes y adultos del sábado, que se replicó en 29 estados de la Federación, constituyó un grito para exigir paz en México.
Miles de personas expresaron en la Ciudad de México, así como en otras entidades, su molestia por la percepción de inseguridad en todo el país.
Sheinbaum acusa que la marcha de la Gen Z fue impulsada con dinero y la mayoría no eran jóvenes: «vimos las mismas caras», declaró, y es sorprendente que entre los miles de participantes halla identificado caras conocidas y asegurase “son los mismos”.
Más asombroso fue el costo de 90 millones de pesos que asignó a la marcha. Dinero, según ella, que apostó el grupo empresarial de derecha.
La marcha fue masiva (absurdo los 17 mil manifestantes que vio el gobierno de la ciudad), no fue violenta, los violentos fueron los provocadores que no eran parte de la misma. Violentos fueron en esta ocasión los policías que atacaron con extrema violencia no sólo a los provocadores del bloque negro sino y sobre todo a los manifestantes que estaban entrando pacíficamente al Zócalo.
Fue una marcha transversal social, política y generacionalmente, convocada por la llamada generación Z pero en la que estuvieron muchos identificándose con el movimiento del Sombrero, incluso estuvo la abuela de Carlos Manzo, hubo gente de todas las edades, madres buscadoras, padres con sus hijos, familias completas reclamando, en forma dura, como debe ser, justicia, seguridad, paz y fin de la violencia.
Aquí se ve que la inclusión es virtud valiosa, y redituable, además. Su contrario es la exclusión, que divide y por tanto debilita. Esa actitud excluyente la puso en práctica López Obrador, quien polarizó a los mexicanos. Su nociva conducta la imita ahora la presidenta Sheinbaum, que también agravia con expresiones denostosas a los que critican las erradas acciones y culposas omisiones de la 4T.
“Chavorrucos” es uno de los calificativos que ha usado la mandataria para calificar a quienes desfilaron en la Ciudad de México y en otras del país para protestar por la inseguridad que priva en la República, y por la impunidad de que gozan los delincuentes.
Ninguna duda cabe ya: nuestro país no está bien gobernado, y sufre males de todo orden. De ahí que empiece a mostrarse un sentimiento de indignación en los ciudadanos conscientes.
Las manifestaciones son evidencia de esa creciente irritación.
La marcha fue popular, multitudinaria, y defendió causas muy específicas: contra la violencia, por la paz y la seguridad, con la indignación persistente por el asesinato del alcalde Carlos Manzo, escenificada en una consigna que pronto se convirtió en el leit motiv de la marcha “¡Carlos no murió, el gobierno lo mató!”. Puede ser falso pero es la consecuencia directa de lo que hemos advertido desde hace semanas: si para Palacio Nacional nadie es responsable de nada, si no hay un solo gobernador o funcionario que tenga que dejar su cargo asumiendo su responsabilidad por actos de corrupción o en asesinatos anunciados como el de Carlos Manzo, el responsable es todo el gobierno, comenzando por quien detenta el poder ejecutivo. Eso es lo que ganaron.
Y es entonces cuando en reflexión sencilla, hay que decir que ya es hora de que la presidenta escuche y vea bien, con los ojos abiertos, las manifestaciones de protestas que su mal gobierno está despertando.
