
Nuestra imagen de la felicidad
está indisolublemente
ligada a la imagen de la redención
Walter Benjamin
ARTURO SUÁREZ RAMÍREZ/ @arturosuarez
No hace mucho, en este mismo espacio le comentaba que los tiempos y los retos que vive el país exigen que en la Presidencia de la República haya un estadista que le dé rumbo al país, certeza para todos y que llame a la unidad; no como lo hizo el Pejelagarto, que durante 24 años inyectó veneno y logró dividir a la sociedad. Claro, porque se lo permitimos, y así se perdió otro sexenio, y ahora vamos por el mismo camino.
Ante las críticas y las protestas, se aplica el manual de Andrés Manuel López Obrador: se culpa al pasado y se le responsabiliza de la actual ineptitud. Pero ese argumento resulta ramplón y se desvanece ante los siete años que llevan gobernando. Las cosas parecen no mejorar y, a pesar de que han sacado a miles de la pobreza extrema, la inflación, la falta de empleo, la inseguridad, el desabasto y el crimen organizado terminan por generar descontento. Los programas sociales no alcanzan cuando alguien se enferma; son insuficientes para comprar medicamentos o para sepultar a un hijo, o para emprender su búsqueda porque está desaparecido. Esa es nuestra realidad.
También es cierto que en las redes sociales se libra otra batalla: la de los bots, la de los estrategas que buscan hacer tendencias, y obviamente eso cuesta algunos millones de pesos que desembolsan unos y otros, oficialistas y opositores. Que no se hagan, porque los análisis los desnudan. Ahí queda la mañanera donde Claudia Sheinbaum dio a conocer un estudio de su inteligencia sobre cuánto costó la campaña para posicionar la marcha de la generación Z. Mostró las imágenes de jóvenes que, dijo, estaban vinculados a partidos políticos. Aunque así fuera, vulneró sus derechos; los expuso porque, claro, les dolió la convocatoria y luego la marcha.
Los disturbios se anticipaban, se sabía que el bloque negro iba a participar y que habría desmanes; por eso colocaron las vallas, por eso amurallaron el Palacio Nacional. Pero desde el poder y sus seguidores calentaron el ambiente. Si alguien busca descalificar la marcha con los violentos es el régimen, pero en ello resultaron lastimados policías, marchistas y periodistas que solo hacían su trabajo. La policía de Clara Brugada se mostró como lo que es: los mismos granaderos de siempre, represores, porque agarraron parejo. Ahí están las imágenes de cómo violentan a mujeres y niños.
Una mención aparte merecen los jilguerillos del régimen que se metieron a la marcha para provocar, claro, siempre en la búsqueda de quedar bien con su patrón, Ramírez Cuevas, o de monetizar sus redes sociales, siempre buscando que los agredan para luego victimizarse y decir que son de derecha, violentos, intolerantes. Ahí están las burlas de los bufones moneros de la 4T hacia la abuela de Carlos Manzo; eso sí, guardaron silencio cuando el Pejelagarto fue a saludar a la mamá de “El Chapo”. Ahí se cuadraron los sinvergüenzas.
Es verdad que en la marcha estuvieron varios líderes de oposición, es verdad que muchos representan a la derecha y que no tenían la edad de la generación Z, pero también había jóvenes que fueron reprimidos, golpeados y gaseados. Y ahí están las imágenes de los granaderos de Brugada abusando de ciudadanos.
Ya sabemos que vendrán más descalificaciones, pero las protestas no son poca cosa y prometen seguir. No se trata de derrocar a Claudia Sheinbaum, se trata de poner orden en el caos en el que nos han metido, de lograr paz, de recuperar territorios que actualmente controla el crimen organizado. Los de la 4T no se van a ir: tienen todo el poder y también toda la responsabilidad de gobernar para todos y de buena manera. No tienen excusa para seguir como hasta ahora. El movimiento de López le tomó por lo menos veinte años construirlo, y como gobierno llevan siete, y no, la sociedad no está contenta con el país que tenemos… Pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.
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