
JUAN CHÁVEZ
Ya no es solo Palacio Nacional el blindado. También el antiguo palacio del Ayuntamiento y las calles que cierran la plancha del Zócalo, Moneda, 16 de Septiembre, 5 de Mayo, Madero, Pino Suárez, 20 de Noviembre y otras más.
Total, la Presidencia quedó bajo sitio, blindada con planchas de acero de tres metros.
Algo que no se había visto. ¡Una enorme trinchera!
Hoy será la manifestación de los maestros de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación y el sábado, la de los jóvenes de la Generación Z, que repiten una y otra vez que su marcha, del Ángel de la Independencia al Zócalo, será pacífica.
¿A cuál teme la presidenta Sheinbaum?
Obviamente a la de los jóvenes, porque la de la CNTE se da dos o tres veces al año y nunca se le había impuesto una reducida plancha del Zócalo para su manifestación.
La presidenta ha sido enfática en saber quiénes están detrás de la marcha, porque en efecto, certeza de que haya un liderazgo específico y una conducción estratégica de alguien en particular, no tiene. No tiene en ninguna de las dos manifestaciones del 13 y 15 de noviembre.
Siguiendo la estrategia de su mentor López Obrador, la presidenta dedicó ayer insultos, desprecio y ataques a quienes piensan participar en la manifestación convocada a nombre de la Generación Z el próximo sábado. Afuera del Salón de la Tesorería, donde dirigió sus epítetos a quienes llamaron a la protesta en contra de sus políticas, Palacio Nacional, sede del gobierno y su residencia, amaneció abrazado por vallas metálicas de tres metros, un laberinto que cubrió la Catedral Metropolitana y el Palacio del Ayuntamiento, cabecera del gobierno capitalino.
Varias cuadras más fueron resguardadas con tal premura que decenas de automóviles estacionados dentro de Palacio Nacional quedaron atrapados varias horas. Fue como el Muro de Berlín que el ejército ruso levantó una alambrada provisional en una noche para dividir la capital alemana. No durará ese sitio de la Presidencia los 28 años de aquel en Alemania, para consolidar su territorio una de las potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial. En este caso, Sheinbaum actuó por miedo, aunque sus arranques retóricos destilen desdén.
La convocatoria le ha provocado temor. Sheinbaum, como su jefe político, tiene aversión a las protestas en su contra y prefiere ni verlas ni oírlas.
En este caso, el espanto va acompañado de la creencia de que puede haber un asalto a su Palacio de Invierno y que las puertas de madera sean quemadas.
La presidenta dijo que las vallas son para proteger la vida de las personas, aunque lo que protegen son lugares –salvo la Catedral–, en los que no entra fácilmente la gente. Pero también para proteger a los manifestantes, porque, como recordó, hay “bloques negros” o provocadores que utilizan artefactos incendiarios y generan enfrentamientos.
Sheinbaum tiene razón, pero no dice todo.
Varios contingentes de “bloques negros” han sido financiados, por lo menos en este siglo, por funcionarios capitalinos o federales del régimen, que no buscan sabotear las protestas, sino generar conflicto para que, por medio de la desestabilización, obtengan raja política.
Si quiere evitar las confrontaciones, para eso está el trabajo de inteligencia: que haga uso de él y, antes del sábado, neutralice a los saboteadores. No serían los únicos que podrían hacerlo. En un entorno de tanta polarización, atizado ayer por la presidenta, todo puede suceder. Ojalá no.
Con Sheinbaum a la cabeza, la narrativa oficialista ha sido que es una marcha convocada por la extrema derecha, como si la protesta estuviera limitada por posiciones ideológicas. Seguramente habrá quien se encuentre en ese lado de la geometría política, como se encuentran en las antípodas los funcionarios que han financiado por años a los grupos de choque que revientan las protestas contra el gobierno. Dentro de Palacio Nacional señalan al argentino Fernando Cerimedo, dueño de 50% del portal de noticias La Derecha Diario y exjefe de la campaña presidencial digital de Javier Milei, como el cerebro de la convocatoria. No tienen pruebas más allá de las circunstanciales, pero ayuda a la retórica de Sheinbaum.
Los convocantes no tienen cara. Son muchas las organizaciones que han estado sumándose bajo el paraguas de Generación Z, como se define a quienes nacieron entre 1997 y 2012, marcados por la recesión financiera global de 2008-2009 y por la pandemia de la covid-19.
Crecieron en la era del iPhone y de la crisis terminal del modelo económico neoliberal, que no fue justo para todos, produjo más ricos y dejó más pobres, y que, en los últimos años, utilizaron como bandera el popular anime japonés One Piece, la cara de un pirata con sombrero de paja, como símbolo de desafío y lucha contra la corrupción. En Nepal y Madagascar, la Generación Z tumbó a los gobiernos; en Indonesia participaron en sangrientas protestas y en Filipinas se levantaron contra la rapacidad del régimen.
En México, quienes han expresado su interés por la protesta del sábado rompen las líneas generacionales. Sheinbaum, arrogante, los llamó “chavorrucos”, pero es más que esa descripción superficial. Hay grupos, algunos influidos por Morena, del Frente Antigentrificación de la Ciudad de México, aliado del Frente por la Vivienda Joven. Han mostrado su interés el Frente Antiespecista, que lucha por la liberación total de los animales, y el Frente Memero Subversivo, un proyecto de comunicación política para radicalizar la conciencia social a través del humor.
El colectivo Z ha señalado que la manifestación es apartidista, pero sería raro que no se sumaran fuerzas políticas de oposición o algunos sectores que se sienten agraviados por las políticas de Sheinbaum, como los productores.
Entresemana Información entresemana que forma opinión