
JUAN CHÁVEZ
La ciencia desmiente a la romántica canción.
A veces la ciencia aparece como destructiva. Es el caso de la canción “Luna de Octubre”, cuya composición se atribuye a Pedro Infante pero que, en su voz, indiscutiblemente, fue, para los que a mediados del siglo pasado éramos jóvenes, una trova sentimental.
Para mí, aparte de la Luna, octubre es el mes más frío del año, incluidos los del invierno.
¿Las lunas de octubre son realmente más bonitas?
La ciencia desmonta el mito. Lo que la ciencia recomienda es mirar al cielo con curiosidad y con una mente abierta. Ya sea en octubre, en marzo o en diciembre, la Luna sigue siendo un espectáculo fascinante.
Durante generaciones, en muchas regiones de habla hispana se ha escuchado la frase: “Las lunas de octubre son las más bonitas”. Este dicho popular, cargado de romanticismo y tradición, sugiere que el satélite natural de la Tierra se muestra particularmente hermoso durante este mes. Sin embargo, la ciencia tiene una postura clara: no hay diferencia física o astronómica entre las lunas de octubre y las de cualquier otro mes.
Desde una perspectiva estrictamente astronómica, la Luna no experimenta cambios estructurales o de luminosidad significativos entre un mes y otro. Sus fases (nueva, creciente, llena y menguante) son el resultado de su posición relativa con respecto al Sol y a la Tierra, un ciclo que se repite cada 29.5 días. Esto significa que, independientemente del mes, veremos lunas llenas con las mismas características físicas.
Según la NASA y otras agencias científicas como la ESA (Agencia Espacial Europea), las variaciones que percibimos en el color o brillo de la Luna están relacionadas principalmente con factores atmosféricos de la Tierra, como la cantidad de humedad o partículas en el aire, y no con cambios en la Luna misma. Por lo tanto, una Luna que parece más rojiza o más brillante en octubre podría deberse simplemente a condiciones locales del cielo nocturno.
Entonces, ¿de dónde proviene esta creencia? Existen varias explicaciones posibles. Una de ellas apunta a razones climáticas y culturales. Octubre suele marcar el inicio del otoño en el hemisferio norte, una estación en la que los cielos tienden a estar más despejados y la atmósfera más seca, lo que puede favorecer la visibilidad y el contraste del cielo nocturno.
Además, en muchas regiones, octubre coincide con celebraciones tradicionales vinculadas a la naturaleza o a ciclos agrícolas, lo que podría haber reforzado la percepción simbólica de este mes como un periodo especial para la observación celeste. En América Latina, por ejemplo, octubre es un mes de transición, en el que las temperaturas bajan y los cielos se tornan más estables tras la temporada de lluvias, creando condiciones óptimas para observar el firmamento.
También es relevante señalar que octubre suele albergar lunas llenas con nombres tradicionales en varias culturas. Por ejemplo, en Norteamérica, la luna llena de octubre se conoce como la “Luna del Cazador”, un término heredado de los pueblos indígenas y luego adoptado por colonos europeos. Esta denominación no implica una diferencia física en la Luna, pero sí le otorga un aura especial desde el punto de vista cultural.
Otro factor importante es el llamado efecto de contraste estacional. Según un estudio publicado en la revista Journal of Atmospheric and Solar-Terrestrial Physics, la percepción humana del brillo y tamaño de la Luna puede verse afectada por la posición del satélite en el cielo y el entorno visual que lo acompaña. En otoño, cuando los árboles pierden sus hojas y los colores del atardecer se tornan más cálidos, la Luna puede parecer más llamativa, aunque sus propiedades físicas no hayan cambiado.
No obstante, me quedo con la letra de la canción, que en su comienzo se me antoja romántica al cien, por lo que señala:
De las lunas,
La de octubre es más hermosa,
Porque en ella se refleja la quietud.
De dos almas,
Que han querido ser dichosas,
Al arrullo de su plena juventud.
El doctor Edwin Charles Krupp, astrónomo y director del Observatorio Griffith de Los Ángeles, ha mencionado en diversas entrevistas que la percepción estética de la Luna está influenciada más por factores psicológicos y culturales que por hechos astronómicos. “Asociamos ciertas épocas del año con estados emocionales, y eso cambia cómo vemos los fenómenos naturales”, asegura.
Desde la óptica de la astrofotografía, octubre puede ser un buen mes para capturar imágenes nítidas de la Luna debido a las condiciones atmosféricas estables, especialmente en zonas alejadas de la contaminación lumínica. Esto podría haber alimentado la percepción de que las lunas de octubre son más fotogénicas o “bonitas”.
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