
JUAN CHÁVEZ
Soy obcecado: He escrito varias veces sobre el importante papel que Ignacia La Güera Rodríguez jugó en la guerra de Independencia.
Ella, con su exquisita hermosura, casó tres veces, pero fue amante también de los destacados libertadores.
El primero fue Simón Bolívar, cuando el sudamericano estuvo en el México colonial (Novohispana) en 1808.
Luego, Ignacio Allende y hasta Miguel Hidalgo, cuando La Güera fue exiliada a Querétaro después de ganarle a la Santa Inquisición su libertad. En Querétaro, se encontró con el cura y lo refaccionó con dinero y lo llevó a la cama.
La Güera, además de hermosa, era inmensamente rica.
Hizo el amor con el mismísimo Agustín Iturbide, a quien, en la cama, inspiró sobre el Tratado de Guadalupe, para poner fin a la lucha por la Independencia.
Aspiró a convertirse en emperatriz con el emperador Iturbide cuando éste, después de entrar victorioso a la cabeza del Ejército Trigarante, desvió su blanco corcel hacia la casa de La Güera en la Profesa.
La Güera posó para que el famoso artista Manuel Tolsá esculpiera la Virgen de La Profesa, inspirándose en la belleza incomparable de ella.
Si Leona Vicario es vista como la heroína de la gesta independentista, justo es rendirle homenaje también a Ignacia Ramírez, La Güera.
Nos enseñaron en la escuela una historia llena de mitos.
Miguel Hidalgo y Costilla no es el que la historia ilustra en los libros de primaria.
No existe imagen del cura al que le gustaba el romance con mujeres.
La enseñanza escolar es una historia de personajes de mármol. Héroes de infancia y destino casi angelical. De Leona Vicario que tiene menciones incluso en compendios de espionaje, nos dijeron casi nada. Pero quizá porque su historia es más humana nos la cuentan poco.
Esta manera de enseñar la historia lo que logra es que no supiéramos nada de las personas de carne y hueso que habitaban a esos héroes. Se nos ocultaron los defectos, los errores, las vidas personales. Se nos entregaban personas de mármol.
Poco a poco es que nos enteramos de que Miguel Hidalgo, aparte de dar el Grito, tenía verdadera vocación por la fiesta, el baile y todo lo que implicara desmadre colectivo. No en balde nombró capitán de su ejército y escolta personal a un criminal como Agustín Marroquín. Liberado de la cárcel al llegar las tropas de Hidalgo a Guadalajara. Este hombre preso por múltiples delitos —incluido el de homicidio— encontró en el Ejército comandado por el cura, al que se unió alegremente, un vastísimo campo de acción. Fue quien dirigió los fusilamientos de españoles (hombres, mujeres, ancianos, niños) llevados a cabo todas las noches durante 15 días en la Perla Tapatía. Marroquín fue apresado de nuevo, esta vez junto con su jefe Hidalgo y corrió la misma suerte: fue fusilado y su cabeza colgada en la plaza pública.
Sabemos también (consultar el libro Amores mexicanos, de José Manuel Villalpando), que doña Josefa Ortiz era una mujer verdaderamente apasionada en el ámbito de los romances. En lo que para entonces era un verdadero escándalo, doña Josefa y don Miguel Domínguez tuvieron una hija un año antes de celebrar su matrimonio, que se llevó a cabo con ocho meses de embarazo del segundo hijo. Doña Josefa también llevó a cabo su muy personal gesta de Independencia al aceptar los galanteos del mismísimo Ignacio Allende, provocando cualquier cantidad de bromas sobre la persona de don Miguel, que al parecer prestaba su casa para algo más que las reuniones clandestinas en las que se planeaba la Independencia. Para septiembre de 1810, la doña tenía tres meses de embarazo. Josefa Ortiz estuvo prisionera en un convento —en el que a la postre sería enterrada— al que tiempo después llegó a vivir como religiosa una hija de Allende que jamás mencionó el nombre de su madre.
Una verdadera historia de amor es la de Leona Vicario y Andrés Quintana Roo. “Me llamo Leona y quiero vivir libre como una fiera”. Bajo esta divisa, Leona Vicario entregó su fortuna al ejército insurgente y su vida y amor al entonces joven Quintana Roo. Desafiando las convenciones de la época y las advertencias familiares, Leona conseguía información que pasaba a los independentistas y siguió a su amado para ser apresada y entregada por su propio tío. De poco sirvieron los esfuerzos del familiar. Al poco tiempo fue liberada por amigos de Andrés, con quien se casó y, al parecer, fueron muy felices. La leyenda de doña Leona figura incluso en compendios de espionaje. Pero quizá porque su historia es más humana nos la cuentan poco.
Lamentablemente, algunos escritores como Artemio de Valle Arizpe y Romeo Hernández Mendoza, entre otros, hacen énfasis en sus biografías de La Güera, a sus amoríos y amistad con personajes muy conocidos en la historia.
Al poseer una belleza incomparable, se piensa que el famoso artista Manuel Tolsá esculpió la Virgen de La Profesa, inspirándose en ella, siendo la única pintura realizada de su rostro.
Debido a su cercanía con el mundo de los hombres, la Güera Rodríguez terminó por ser estigmatizada como una mujer frívola que sedujo a insurgentes, virreyes y otros personajes históricos. Ejemplo de ello, es que fue considerada como un personaje emblemático de la Independencia, por mantener una relación amorosa con Agustín de Iturbide, emperador de México, e impulsarlo a que llevara a cabo, y completara, la «libertad mexicana».
Así mismo, mantuvo una relación con el libertador Simón Bolívar y con el explorador y naturalista alemán Alexander Von Humboldt.
María Ignacia Rodríguez de Velasco de Osorio Barba y Bello Pereyra, (Ciudad de México, 20 de noviembre de 1778-Ciudad de México, 1 de noviembre de 1850), conocida como la Güera Rodríguez, fue hija de criollos, figuró en la sociedad colonial mexicana por brindar su apoyo a la Independencia de México , fue una destacada figura de la sociedad novohispana y activista por la Independencia de México. Reconocida por su inteligencia y fuerte carácter, se convirtió en una de las heroínas menos conocidas de la independencia mexicana, principalmente por romper con los estereotipos de la mujer de su época.
El escritor Guillermo Barba, en su esfuerzo por reivindicar su figura como una de las primeras feministas de México, señala: «La Güera fue libre de cuerpo, pero también de mente. Tuvo dos estigmas: el primero, conseguir su propia libertad como mujer, y el segundo, la libertad de su patria. Ambas las consiguió a pesar de que tenía familia y de haber puesto en riesgo su riqueza».[1] Sus inclinaciones políticas fueron moldeadas desde temprana edad, ya que las actividades y actitudes políticas de su padre, quien como regidor experimentó las tensiones entre criollos y peninsulares dentro del Ayuntamiento, la predispusieron a apoyar a los independentistas. [2]
Su vida representa un ejemplo de una mujer que desafió las convenciones sociales de su época, contribuyendo tanto a la causa independentista como a la redefinición del papel de la mujer en la sociedad novohispana.
La participación de María Ignacia en la independencia fue el apoyo a la causa insurgente con recursos económicos y sus conexiones sociales, lo que le valió ser acusada de herejía ante el tribunal de la Santa Inquisición el 22 de marzo de 1811.[3] Sin embargo, su postura fue compleja: en ese mismo año escribió una carta donde se refería a los rebeldes como «los enemigos» y mencionaba haber pedido tropas al Virrey para atacarlos.[4] Tras defender exitosamente su caso, fue brevemente exiliada a Querétaro por orden del Virrey Francisco Javier de Lizana y Beaumont. De hecho, en 1810 tuvo que implorar al arzobispo que le levantara el destierro.
Pero como Ignacio López Rayón, La Güera Rodríguez es ignorada por la historia y obvio, en el Grito no son arengados.
Entresemana Información entresemana que forma opinión