
JUAN CHÁVEZ
Aislado de Occidente por años, el jerarca ruso Vladimir Putin regresó a la diplomacia mundial sin usar siquiera el calzador.
Putin y Trump enviaron a Zelenski y a la Unión Europea al pie de página de una cumbre cuya música la puso el estadounidense y los contenidos, el ruso.
La diplomacia es la ciencia de los símbolos. Trump dedicó su G-2 con alfombra roja, tres aplausos y paseo en la bestia, a un presidente Putin desconectado por occidente años atrás.
La reunión G2 fue un triunfo para Putin.
En el fondo, al margen de reuniones cumbreras por la paz, está la ambición territorial de las dos potencias. Putin pretende le reconozcan Crimea y los territorios de que se ha apoderado en la guerra. Trump aspira anexarse México como estado 51, Canadá como estado 52. Quiere comprar Groenlandia y administrar el canal de Panamá.
El paria del mundo, Vladímir Putin, el jefe de Estado y de gobierno que lleva más de 25 años sentado en la silla con elecciones amañadas y controladas, expulsado del G8, castigado con brutales sanciones económicas por Occidente y además con expedientes abiertos y acusaciones por crímenes de guerra, volvió a una cumbre mundial con el presidente de Estados Unidos. ¡Gran triunfo! El ganador de toda esta telenovela se llama Vladímir Putin.
El criminal invasor, que rompió el derecho internacional y sufrió todo el rechazo de Europa, ahora estuvo de vuelta en una bilateral como las viejas cumbres de la extinta URSS y Estados Unidos. O de él mismo en sus tiempos de presidente demócrata —un decir— porque se ha reunido con Clinton, Bush, Obama, Biden y Trump. Lleva 5 presidentes americanos en cumbres muy distintas en los últimos 27 años, pero todas, de igual a igual, como él pretende.
Trump logró llevarlo a la mesa del diálogo —que no sabemos aún si con logros concretos— como el preámbulo de lo que sucedió el lunes 18 en la Casa Blanca, con Zelenski en persona y 6 líderes europeos de primer nivel.
El viernes no logró prácticamente nada, pero le regaló a Putin la foto. Nada del esperanzado y ansiado por Europa “cese al fuego”, al que Putin tanto se niega por no demostrar debilidad alguna. Incluso Zelenski, en Washington, afirmó: “No pedimos por ahora el alto a las hostilidades, por evitar que Putin exija más condiciones”.
Hábil argumento, seguramente construido por Trump, al saber que Putin se negaría.
Las coincidencias no son parte de una anomalía. Si Trump gobernara a Rusia y Putin a Estados Unidos algunas de sus frases coincidirían: hacer más grande a Rusia para reconvertirla en la Unión Soviética y llevar a cabo una operación especial para convertir a Canadá en el estado 51, a México en el 52, a Groenlandia en el 53 y a Panamá en protectorado.
Para el presidente ruso la desaparición de la Unión Soviética fue la máxima tragedia del siglo XX; para el estadounidense la grandeza de su país se ubica en el siglo XX, cuando el sector automotriz floreció de la mano de materiales fósiles y los overoles teñían al país de color azul.
Los aranceles han convertido a Trump en un emperador. El “día de la libertad” de Estados Unidos representó el azote para el resto del mundo. La sensación de una venganza liberada por Trump, el justiciero.
Trump es una fábrica de expectativas y Putin un político con más colmillos que muelas.
El estadounidense vendió a Fox News (El Granma en imágenes) un cese el fuego. Imposible. Putin se ha reinventado en tres años. Se ha comido 20% de territorio ucranio representado por cuatro provincias más Crimea.
Desde el pie de página, Zelenski insiste que no cederá ni un metro cuadrado. Esta sería la premisa de una guerra eterna.
Para Putin, el interés de la cumbre G-2 se centró en dos objetivos: regresar a la primera línea de la política internacional y pedirle a Trump que no castigue con aranceles a China y a India, dos de sus poderosos socios comerciales. De todo lo demás, Trump se encargaría de hablar, hablar y hablar.
El saldo diplomático para el estadounidense es negativo. Trump no se deja asesorar por avezados sherpas; piensa que sus rasgos de empresario y el poderío político que representa la Casa Blanca son suficientes para debilitar al contrario.
Este lunes los amigos de Zelenski estuvieron en la Casa Blanca. Se hicieron llamar coalición de voluntarios: Macron, Merz, Meloni, Starmer, Stubb, Rutte y Von der Leyen. Se trata del Z-7; Z por Zelenski y siete países y/u organismos que han decidido cerrar filas por Ucrania.
Qué decidieron Trump y el Z-7 desde la Casa Blanca. Nada. La guerra seguirá. Putin la mantendrá y habrá múltiples negociaciones más y sin Nobel de la paz para Trump.
La tarea de Trump consistió en convencer a Zelenski de que ceda dos provincias más Crimea a Rusia en caso de desear la paz. La cuestión tomó un rumbo contrario al güerejo neoyorquino y Putin ganó un aliado: Trump.
En pocas palabras: el manipulador Trump fue manipulado por Putin.
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