
TERESA GURZA
Mientras los psicópatas que manejan el mundo hablan cada vez de forma más disparatada y amenazante, cientos de científicos están dedicados a traducir el lenguaje animal; que está resultando mucho más interesante y amable.
Y un artículo de Emily Anthes, para New York Times del 5 de septiembre de 2022 que me encantó, pero archivé ante temas contingentes y ahora retomo, informó sobre los diferentes proyectos.
Empezó por las ratas topo, “roedor arrugado y bigotón” que al igual que las hormigas vive en grandes colonias subterráneas donde silba, trina, pía, hipa y gruñe.
Y cuando dos se encuentran en alguno de sus oscuros túneles, se saludan con un chillido suave seguido de otro al mismo volumen.
“Tienen una pequeña conversación”, explicó Alison Barker, neurocientífica del Instituto Max Planck de Estudio del Cerebro de Alemania, que está usando algoritmos de aprendizaje automático para analizar 36 mil chillidos grabados en siete colonias de esas ratas.
Sabe ya, que cada rata tiene su firma vocal y cada colonia su dialecto distintivo que cambia cuando la reina es depuesta y la nueva monarca establece el suyo.
Y que responden con saludos suaves, solo a miembros de sus colonias y gruñen a los extraños.
Están en marcha muchos estudios para desarrollar tecnologías que permitan a los humanos hablar con animales, dijo Diana Reiss, experta en cognición y comunicación de los delfines en el Colegio Hunter y cofundadora de Interspecies Internet, centro de investigación para facilitar la comunicación entre especies.
Ambas científicas indicaron, que el campo es joven “y aún no podemos responder al canto de las ballenas ni chismear con los gatos, pero ya lo haremos”.
Las investigaciones están revelando, explicó Tom Mustill cineasta científico y autor del libro How to Speak Whale, que la comunicación animal es intensa y el algoritmo una nueva herramienta que, como el telescopio, permite percibir lo que estaba ahí, pero no podíamos ver.
Científicos de la Universidad de Washington, han desarrollado el software DeepSqueak capaz de diferenciar las voces de animales y percibir si están estresados o contentos.
“Obtenemos información directa y subjetiva del animal, para saber cómo se siente” dijo Kevin Coffey, neurocientífico del comportamiento y parte del equipo que también se está usando en ballenas.
Otros investigadores han desarrollado sistemas que detectan si los pollos cacarean y los cerdos chillan, porque están alterados.
Y otros, analizaron las vocalizaciones de los murciélagos de la fruta de Egipto con cámaras de video que los grabaron durante 75 días y por las 15 mil grabaciones obtenidas se enteraron, que algunas colonias pelean y usan palabras agresivas y otras se llevan bien y emiten chillidos más amables.
Encabezado por Yossi Yovel, neuro-ecólogo de la Universidad de Tel Aviv, este estudio mostró con precisión del 61 por ciento, si las peleas fueron por apareamiento o alimento, identificó a los murciélagos causantes y advirtió que el tono de sus gritos varía en función de su relación con el agresor; igual a como las personas usamos distintos tonos, con diferentes audiencias.
El proyecto Traducción Cetácea convocó a expertos en aprendizaje automático y robótica, biólogos marinos, lingüistas y criptógrafos de más de una decena de universidades, para decodificar las comunicaciones de los cachalotes; que “hablan” a través de clics organizados en secuencias parecidas a la clave Morse, llamadas codas.
Y han instalado estaciones con micrófonos submarinos y pescados robóticos para grabar en audio y video, a mamás ballenas enseñando a sus crías a comunicarse.
“Hacia donde volteemos surgen nuevas preguntas” dijo David Gruber, biólogo marino de la Universidad Baruch de Nueva York y cabeza del proyecto CETI.
Y mencionó algunas: ¿Se comunican las ballenas sobre sucesos pasados o sólo sobre los recientes? ¿Suman y restan? ¿Qué comportamiento va con lo que dicen?
El proyecto Earth Species, está inventariando los sonidos de cuervos hawaianos en cautiverio, para compararlas con antiguas grabaciones de cuervos hawaianos salvajes.
Quieren saber, según informó Christian Rutz ecólogo de la universidad escocesa de St. Andrews, si durante su cautiverio olvidaron su lenguaje; si así fuera, les pondrán antiguas grabaciones de cuervos salvajes “para que vuelvan a hablar cuervo”.
Y Michelle Fournet, ecóloga acústica marina de la Universidad de Nuevo Hampshire, está reproduciendo con altavoces submarinos las vocalizaciones de ballenas jorobadas y observando sus reacciones, para generar respuestas para cantos específicos y poder “platicar” con ellas.
“En cierto momento, podría ser un diálogo real”, dijo Michael Bronstein, experto en aprendizaje automático de la Universidad de Oxford y parte del CETI, pero el problema radicaría en que tienen experiencias diferentes a las nuestras; como el concepto de “mojarse”, que serían incapaces de entender lo que significa.
En fin, la tecnología avanza a pasos agigantados y ofrecerá nuevas maneras de entender, conectar y ayudar al bienestar de las criaturas con las que compartimos el planeta.
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