EDUARDO MERAZ
El decálogo de medidas anunciadas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump para hacer frente a la “emergencia nacional en la frontera sur” tienen como propósito recuperar el control de bienes y personas que ingresan a su territorio y evitar que esos flujos afecten la economía y el estilo de vida de los estadounidenses.
Con ello, el recién investido mandatario norteamericano, de hecho, pone sana distancia, no geográfica, con México, al cual -sin decirlo- culpa de buena parte de los males del país más poderoso del mundo. Para decirlo con claridad, está a disgusto con su vecino por no cumplir compromisos ni tener gestos amistosos en materia de contención de migrantes y drogas.
Los términos utilizados para referirse a los mexicanos, centroamericanos, sudamericanos y de otras nacionalidades semeja mucho las descalificaciones utilizadas por los gobiernos cuatroteistas al referirse a quienes no comulgan con sus puntos de vista. En otras palabras, el partido gobernante en México está recibiendo una sopa de su propio chocolate.
Por lo mismo, la actitud persignada asumida por las huestes abrevantes de Palacio Nacional de poco o nada servirán para cambiar la determinación del mandatario de Estados Unidos. De hecho, las condiciones en las cuales llegó al poder Donald Trump son tan parecidas a las alcanzadas por la propia Claudia Sheinbaum Pardo.
La igualdad en la asunción al poder de ambos mandatarios les permite no sólo modificar y dictar leyes casi a su antojo, sino mirar a los demás por encima del hombro y sentirse superiores a cualquiera sin, de momento, importarles las consecuencias.
Sin embargo, el tamaño de cada nación -México y Estados Unidos- y su papel en el concierto mundial colocan a nuestro país en condiciones desventajosas, a grado tal que prácticamente nuestro vecino norteño ni nos ve ni nos oye, igual a como hace la presidenta mexicana con opositores, a los cuales considera un cero a la izquierda.
Supongo en Palacio Nacional deben sentirse, frente al habitante de la Casa Blanca, como si fueran el Revolucionario Institucional o Acción Nacional -compararlos con lo que queda del PRD, ya es una exageración-, en sus tratos con el oficialismo, donde los escuchan, pero no los toman en cuenta, sin por ello dejar de ofenderlos y denigrarlos.
Las órdenes ejecutivas dictadas por Donald Trump, van más allá de las similitudes con las acciones del mandatario estadounidense en su primer periodo como titular del ejecutivo, pues prácticamente busca sellar la frontera con México, con miras a ejercer un control estricto de la entrada y salida de mercancías y personas.
Al cerrar el paso a todo lo irregular, convierte a México, en asuntos migratorios, en país de destino para muchos migrantes de otros países y ya no sólo como un territorio de paso, sin que el gobierno mexicano y su economía tengan las herramientas y recursos necesarios para poder brindar atención y apoyo a miles o millones de individuos.
En cuanto el combate al crimen organizado, la determinación estadounidense de declararlos como agrupaciones “terroristas”, implica que Donald Trump no se dejará engañar con la verborrea y escenografías montadas por los gobiernos cuatroteístas, por lo cual grupos criminales, no pocos hombres de negocio y funcionarios deben poner sus barbas a remojar, por las asociaciones convenidas entre ellos.
Y si eso no resulta ejemplar, es muy probable el uso de instrumentos y tácticas militares para romper la estructura de la criminalidad en México, no tanto para ayudar a México, sino para impedir que la permisividad e impunidad predominantes se mantengan, y dejen de perjudicar a su economía y a sus pobladores.
Y en ese regusto por la sopa de chocolate, tanto cuatoteístas como trumpistas, les encanta rebautizar situaciones, personas y movimientos. Por tanto, nadie se llame a engaño, pues semejan ser coyotes de la misma loma.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
¡En verdad, el gobierno de Claudia Sheinbaum está bien preparado para atender la emergencia generada en Washington el 20 de enero?
@Edumermo