MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ FARÍAS
La mezquindad periodística se asoma cuando se trata de mirar hacia el sur de México, ávidos de tragedias y de «notas» que vendan a los consumidores del morbo, no abren sus computadoras para darle relato a uno de los fenómenos más significativos en materia a combate al crimen organizado.
Recién desempacado de Chiapas, pude constar el pulso de tranquilidad que allá se respira, el virus de la violencia y sus múltiples rostros han sufrido una sensible baja tras años de un brutal abandono por parte de sus autoridades; entre los habitantes, el eco que se escucha es el del reconocimiento a su gobernador, a quien califican de hombre valiente, con los pantalones bien puestos.
Y no se trata de una campaña propagandística a favor de Eduardo Ramírez, es el retrato honesto de esas historias que no se cuentan en el centro de la república. Mi querido Chiapas es uno de los estados de la república que más golpes recibió por parte del crimen organizado, envenenado por ex servidores públicos que lo han ordeñado hasta sangrarlo, ese Chiapas hundido en la miseria, sentado en las últimas filas del alfabetismo, nuestro Chiapas indígena ignorado por el rancio criollismo…y que años después del fenómeno social del EZLN llega este otro terremoto, la de un gobierno que no solo quiere cambiar las cosas, sino que le entiende y mejor aún, que en un parpadeo da resultados…¿milagro? no, en todo caso se trata de alguien que lleva décadas preparándose para ejercer el poder con sentido humano.
En el gabinete de seguridad de la presidenta Claudia Sheinbaum se menciona este suceso como un potente tanque de oxígeno y atribuyen a Eduardo Ramírez una sólida capacidad para estructurar una respuesta que en tan solo un mes provoco que los ríos de sangre y de múltiples crímenes hayan sido detenidos.
Puedo confirmar que las expresiones de altos funcionarios de la secretaria de gobernación van en el sentido de la admiración por lo que en Chiapas se está alcanzando, insisto, una recuperación que no se está dando en ninguna parte de México y que lo asemeja a niveles del estado de Yucatán, lugar número 31 en incidencia delictiva, solo por debajo de Tlaxcala.
Ahora bien, ¿todo esto significa el fin del infierno chiapaneco?, no, pues los lazos que atan a los distintos grupos criminales pasan por las zonas de interés, hombres y mujeres que llegaron al cargo gracias a acuerdos o familiaridad con lideres criminales o políticos enraizados con la mañana o un pasado nada honesto.
Agazapados hoy, estos «servidores públicos» hurgan desesperados puentes con el gobierno de Ramírez Aguilar, pero se han encontrado con la fría puerta en la nariz; ya cayo José Antonio Villatoro, edil de frontera Comalapa y no parar ahí.
Es trabajo del fiscal del estado, Jorge Luis Llaven Abarca, y el secretario de seguridad del pueblo, Óscar Alberto Aparicio, es notable, ambos con un espectacular récord de detenciones, centenares de presuntos criminales, debido a que el gobernador impuso el muro de la no impunidad, esto es, todo aquel que cometa un delito, así sea mínimo está siendo procesado. ¿se imagina un operativo en cualquier colonia de la ciudad de México? seria noticia de ocho columnas en medio nacionales, pues en Chiapas está ocurriendo.
Hace tan solo un par de meses, Tapachula, una de las ciudades más importantes del estado y de porosa frontera con Guatemala, se consideraba como el municipio con mayor percepción de inseguridad del país, un dato del INEGI, y que hoy, tras meses de sinuosidad criminal, registra un desplome de hasta el 80 por ciento en materia de delitos.
32 días le han bastado al gobernador de Chiapas para que sea la marimba la que cante y no el tabletear de las armas.
Dirían por aquí, en la cdmx, ¡esos son güevos!