JUAN CHÁVEZ
Manos infantiles del Congo extraen de minas artesanales, el cobalto que ha contribuido a aumentar las riquezas de los millonarios Elson Musk y Carlos Slim, por citar a los más renombrados.
Cada vez que usted o yo o todos los dueños de un celular lo usamos, no advertimos que detrás de la batería que solemos recargar por las noches, se encuentra la más mísera y abyecta explotación de niñas y niños.
Somos, por la simpleza de tener un celular, compinches de los ultra millonarios del mundo, como son Elson Musk, el hombre más rico del planeta o Carlos Slim, en México y también cargado de miles y miles de millones de dólares, que la revista Forbes lo ubica como el cuarto millonario del planeta.
Musk es dueño de Tesla, Slim de Movistar.
Las ganancias de estos millonarios propietarios de la telefonía móvil y batería para los vehículos eléctricos, son las que aumentan sus fortunas en millones de dólares por minuto… mientras más de 40 mil infantes sustraen el cobalto de las minas artesanales de la República Democrática del Congo con sus propias manos, sin protección alguna.
El asunto no es nuevo. La explotación de los infantes del Congo, que produce el 70 por ciento del cobalto en el mundo, lleva años y con engañifas, Musk ha declarado una y otra vez que observaría el problema y dilucidar su certidumbre.
Tesla, propiedad de Musk está fabricando vehículos eléctricos con baterías de cobalto y “estudia”, ha dicho, sustituirlo por otros minerales o elementos químicos.
Sin embargo, algunos automóviles eléctricos no son, por ahora, tan “limpios” desde el punto de vista ético como los fabricantes nos han hecho creer. La investigación de Amnistía Internacional ha demostrado que el cobalto extraído por menores y adultos en condiciones sumamente peligrosas podría estar entrando en las cadenas de suministro de algunos de los principales fabricantes de automóviles del mundo.
El cobalto es un componente fundamental de las baterías de ion de litio recargables que llevan los automóviles eléctricos. Más de la mitad del cobalto extraído en todo el mundo procede de la República Democrática del Congo, que, a pesar de su riqueza en minerales, está entre los países más pobres del mundo y ha padecido decenios de guerra y dirigentes corruptos.
Al ser tan escasos los puestos de trabajo formales en ese país, cientos de miles de mujeres, hombres, niñas y niños congoleños se han visto obligados a excavar minas propias para ganarse la vida.
Las autoridades dicen que el 20 por ciento del cobalto que se exporta de la República Democrática del Congo procede de estas minas “artesanales”. El número real es superior: 70%.
Las minas artesanales producen un cobalto más barato que las industriales —en parte porque se pagan sueldos muy bajos y se trabaja en condiciones irregulares— y, como la demanda ha crecido, al parecer los yacimientos mineros están proliferando por toda la región.
Eso significa que una cantidad enorme de los suministros mundiales de cobalto procede de estas minas. Si bien desconocemos dónde termina la mayor parte, es razonable suponer que está entrando en las cadenas de suministro del reducido grupo de empresas que dominan el mercado de las baterías.
Trabajando con la ONG congoleña Afriwatch, Amnistía Internacional descubrió que había menores de sólo siete años trabajando en las zonas mineras. Ninguno de los mineros adultos y menores a los que vimos llevaba una máscara para prevenir la inhalación de polvo de cobalto, que puede causar enfermedades pulmonares potencialmente mortales.
Hay derrumbamientos frecuentes en las minas, que dejan a personas sepultadas bajo tierra. Se desconoce el número exacto, pero UNICEF calcula que 40 mil menores trabajan en la minería en toda la parte meridional de la República Democrática del Congo donde hay yacimientos de cobalto.
Usando datos de las empresas en la investigación sobre el suministro de cobalto, se rastreó el mineral desde las minas de la República Democrática del Congo hasta las empresas compradoras y los talleres de fundición de China, y su paso por los fabricantes de componentes de baterías en China y Corea del Sur, hasta llegar a los fabricantes de baterías que abastecen a muchas de las empresas que lideran el sector de los coches eléctricos en el mundo.