RUBÉN MOREIRA VALDEZ
Las cosas no marchan bien en México, eso dicen los indicadores de todo tipo. No crecemos, la inflación no cede, la moneda batalla, la seguridad es dolor de cabeza, el sistema de salud se cae a pedazos y en el horizonte se amontonan nubes de tormenta.
El gobierno que termina no se acaba de ir y el nuevo no llega en su totalidad. Hay ejemplos, uno de ellos es la agenda legislativa heredada. La que, por cierto, la mayoría vota sin leer ni discutir.
Javier Corral tuvo el valor de mostrar el descontento de muchos legisladores de la mayoría que no están de acuerdo con todo lo que se les ordena votar. En los pasillos de la Cámara he escuchado las inconformidades, pero también el miedo a desobedecer al expresidente.
A mi juicio hay una perversa impostura y un terrible engaño que tarde o temprano traerá serias consecuencias.
Es cierto que varios medios han sacado los primeros estudios de popularidad de la presidenta y en ellos hay una aceptación considerable. Pero comete un error Morena si asume que tales resultados le dan una legitimidad a su actuar.
Hay muchos ejemplos donde partidos, líderes o regímenes invocan al pueblo, sin tener legitimidad y de manera perversa, para hacer y deshacer. Lo que vivimos es uno de esos casos, veamos:
Primero. – Morena, y sus todavía aliados, solo sacaron el 56 por ciento de los votos y se quedaron, gracias a un agandalle, con las dos terceras partes de las cámaras.
Segundo. – En ningún momento los ciudadanos le concedieron a la mayoría el permiso para realizar cambios a las cláusulas pétreas de la constitución. Tampoco se tomaron la molestia de realizar una difusión de sus intenciones o de llamar a un diálogo nacional y en todo caso a un referéndum, como correspondía al caso.
Tercero. – Es patético enterarse de que el régimen no realizó un diagnóstico sobre las situaciones que querían corregir. Tampoco hay una ruta definida, e incluso, no se tienen experiencias con las cuales confrontar las propuestas. Por ejemplo, nadie sabe qué resultado se espera de la reforma judicial. Los promotores de la misma ni siquiera presentaron un estimado del costo de su iniciativa y al día de hoy no tienen claro cuantos tipos de boletas se pondrán en las manos del elector.
Cuarto. – Resulta evidente la construcción de una exitosa impostura. Para el efecto, durante años se ha utilizado una narrativa que fortalece la falsa imagen que presume el aparato de propaganda del régimen. Igual engañan con cifras que polarizan a la nación o construyen fantasías que difunden sin recato.
Tarde o temprano veremos el fin de la impostura y casi seguro, una vuelta a la dura realidad.
*Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional en la Cámara de Diputados LXVI Legislatura Federal