PULSO/ Extrañamientos y estreñimientos

EDUARDO MERAZ

Con la piel demasiado sensible hacia “los otros”, pero de piedra ante los propios, el oficialismo no está dispuesto a aceptar los desacuerdos con sus políticas, declaraciones o medidas adoptadas y, a velocidad lenta, emite extrañamientos al embajador Ken Salazar, pero se muestra estreñido cuando las opiniones provienen de sus integrantes y las taponan.

Ciertamente no todas las experiencias previas en las relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos han estado exentas de diferendos y, en varias ocasiones, han implicado desbalances en ventajas y desventajas de la vecindad entre las dos naciones, por lo cual es entendible la reticencia en ambos lados de la frontera sobre la actuación de los vecinos distantes.

Durante la pasada administración, concluida en septiembre, se cuestionó y puso en tela de duda las estrategias de los mandatarios mexicanos en lo que va del presente siglo para combatir al crimen organizado. Se argumentó el rechazo a la “guerra” iniciada en 2006; pero en los hechos, se ha insistido en aplicar medidas muy similares, aunque con resultados cada vez más pobres.

Mientras en el sexenio de Enrique Peña Nieto la Policía Federal contaba con alrededor de 60 mil integrantes y eran los responsables de llevar a cabo tareas de seguridad pública, al lado de las policías estatales y municipales, durante el mandato del presidente palaciego prácticamente se duplicó el número de elementos del orden, enlistados en la Guardia Nacional, pero con cerca de 50 mil asesinatos más.

En seis años, atender las “causas” de la inseguridad, tampoco arrojaron resultados alentadores. Los programas de apoyo a jóvenes y campesinos para alejarlos de los brazos de la delincuencia, significó que alrededor de tres cuartas partes de los más de 200 mil homicidios dolosos sus víctimas directas fueran personas entre los 15 y los 39 años de edad.

Por eso emitir una “nota de extrañamiento” al embajador estadounidense en nuestro país, luego de haberlo “pausado” o canalizado a la “ventanilla única” de la Secretaría de Relaciones Exteriores, son síntomas inequívocos del estreñimiento mental y político predominante entre los fanáticos del segundo piso de la transformación.

Claro ejemplo de esta rigidez en el pensamiento es la postulación de la mal denominada “supremacía constitucional” o “tiranía legislativa”, la cual no sólo obstruye las ideas de sectores, grupos, especialistas y ciudadanos que tienen una visión distinta; también impiden el libre flujo de argumentos y razones de los propios correligionarios.

La reforma del poder judicial y la ratificación de Rosario Piedra Ibarra en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos son pruebas fehacientes.

Creer que el gobierno estadounidense, independientemente de si es demócrata o republicano, comparte a pie juntillas el estilo y el fondo de la política de seguridad y de combate a la delincuencia organizada efectuadas en México durante los últimos tres sexenios, es un sueño Guajiro. El papel de cada país en la ecuación en el tráfico de armas, migrantes y drogas sintéticas es, por origen,  destino y objetivos, diferente.

Y pretender que con gritos y sombrerazos se podrán alcanzar acuerdos sin modificar preceptos y prejuicios, es persistir en el equívoco de que haciendo lo mismo se obtendrán resultados distintos. Ni extrañamientos ni estreñimientos son respuesta, hasta que no se cambien los métodos y herramientas utilizados en el pasado reciente.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Ya sin poder romper ningún marranito y con puros tepalcates para tratar de dar viabilidad financiera al segundo piso cuatroteísta, no obstante la promesa de no llevar a cabo ninguna reforma fiscal, pues ahora resulta que dijo mi mamá que siempre sí, lo que significa nuevos tributos para los mexicanos, según para mejorar la distribución de la riqueza en México, en el marco de la filosofía de “progresividad fiscal”. Aja.

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