CARLOS RAMOS PADILLA
De moda entre las nuevas generaciones es “venderse” en plataformas de citas justificando que difunden solamente sus aspectos más promisorios: estado civil, profesión, intereses económicos…y pretenden estar exentos de las gravísimas consecuencias. Cimacnoticias (periodismo con perspectiva de género) investigó la coincidencia en casos de mujeres sobrevivientes de “estafas amorosas” través de aplicaciones de citas como Bumble o Tinder. El común denominador consistió en que el agresor repetía su hostigamiento cambiando de identidad (nombre), pero aplicando el mismo método, resultando en fraude, violencia psicológica, económica, digital y patrimonial. Se sabe que todo aquel que participa en redes sociales generalmente miente. Se presentan como honestos, trabajadores, sonrientes, educados…pero intencionalmente ocultarán sus defectos, desviaciones e incluso intenciones y en esto participan miembros del crimen organizado atrayendo a ingenuos que caen en trata de personas, abuso sexual, extorsión o secuestros. Las personas ofrecen los suficientes datos para cometer los ilícitos. Permiten su localización, ofrecen datos personales, teléfono, dirección, centro de trabajo y se prestan para citas presenciales. Cimacnoticias señala que “descargar una aplicación en el teléfono móvil ha llegado a sustituir el encuentro en cafés, cines, fiestas o reuniones para conocer pareja, por lo que agresores y estafadores misóginos se apropian de esos sitios y replican el modelo amoroso patriarcal que tanto daño ha generado a las mujeres para arremeter contra ellas. No hay que olvidar que la estafa amorosa se surte de la necesidad de ser amadas como único camino para conceder la aceptación social”. Generalmente quienes participan de estas “citas” son enormemente vulnerables al engaño. Al paso del tiempo se enteran de que su nueva pareja está casada, tiene hijos, es divorciado, inestable en los empleos, agresivo o con serios conflictos emocionales. Muchos recién se presentan luego de un rompimiento amoroso y buscan en la pasarela de las redes un reconocimiento que tenía, pero dejaron escapar. Entonces se perfilan personas necesitadas de cariño y cuidados recargados en falsas esperanzas o fantasías. Algunos defienden su exposición argumentando que conocen a parejas que se conocieron por las plataformas de citas, pero aun así nada asegura la continuidad de la relación. Aún sin conocerse prometen estabilidad, proyectos de vida y buscan un mayor acercamiento denostando y criticando a las exparejas para con soberbia convencer que son mejores y más aptos. Estos detonadores descansan en narrativas baratas pero seductoras.
La depresión en combinación con el alcohol o drogas dañan la autoestima y permiten que las personas se ofrezcan como mercancía dentro del mercado del amor y entonces vienen las estafas en sus diferentes variantes con la incidencia de factores como la culpa, la vergüenza, el poder y el mito de salvar a otros bajo una tutela patriarcal. Y en esto se desprenden comportamientos que se convierten en hábito dado que aparecer en redes sociales permiten salir del anonimato, ser famosos, seguido por miles de desconocidos, y ganar los espacios sociales que no han podido a través de contactos reales y presenciales. La vida se vuelve virtual y las relaciones superficiales y de altísimo riesgo. Se entiende que los hombres por lo general en estas plataformas buscan sexo y las mujeres una comodidad económica. Algunos estudios muestran que la violencia digital es asociada a vínculos sentimentales y que afecta mayormente a mujeres.