RUBÉN MOREIRA VALDEZ*
Hace muchos años Serrat visitó por primera vez Saltillo. Aquella compañera de la escuela secundaria me presumió que iría al concierto. Por ella y por el catalán descubrí al poeta de Orihuela. Desde entonces siempre tengo cerca alguna antología de quien perdió la vida en Alicante.
A Serrat le otorgaron hace unos días el premio Princesa de Asturias; me emocionó la distinción y me hizo recordar las interminables veladas de juventud en donde sus discos reproducían versos de Hernández, León Felipe y Machado. Después llegaron los primeros salarios y la compra neurótica de libros. Tengo en mi modesta biblioteca a los autores referidos y con ellos a Pedro Grafías y Luis Cernuda.
La vida me permitió conocer al gallego – lagunero Xerardo Moscoso Camaño, que salió de España, cuando la dictadura de Franco no le perdonó cantar en gallego. Recorrió Europa, grabó discos y a la muerte del caudillo le negaron el regreso a las tierras de Breogan. Mudó a su otra patria, tenía la nacionalidad mexicana, acá hizo de todo, en especial amigos.
El destino lo llevo a Torreón; tierra de oportunidades, trabajo y cultura. Pisó las mismas aceras que León Felipe, Pedro Garfias, el sabio Antonio Vigatá Simo y los valientes emprendedores Pascual Borque, Francisco y Armando Martín Borque y Eduardo Tricio Gómez.
También por Torreón llegó el muralista valenciano Salvador Tarazona, quien iluminó con su pintura el más bello de los teatros: el Isauro Martínez. Por cierto, gracias a la familia Alegre aprendí a querer a ese fabuloso recinto cultural.
Xerardo murió con el reconocimiento de Galicia y Torreón. Extrañamos su generosa erudición y su militancia perpetua de izquierda. A Hernández lo mató la tuberculosis a los 31 años, después de palizas y aislamientos. Antes quiso venir a las Américas: lo delataron en Portugal y lo enviaron al matadero. Su mujer quedó en la ruina. Se cuenta que fue imposible cerrar los ojos del poeta después de su muerte.
Supongo que son pocos mis lectores, pero a los que no conocen Coahuila los invito a recorrer sus montañas y desiertos. A descubrir el mestizaje que une a tlaxcaltecas y españoles, a negros, chichimecas, chinos, palestinos, libaneses, japoneses y méxicoamericanos.
No entiendo por qué dividir al país, tampoco la razón de enemistarnos con la mitad de nuestro pasado: con la España que no era y con la que es. Me parece un recurso barato y peligroso enfrentar a unos contra otros. Una narrativa sin lógica que nos lleva a extremos sin salida. Narrativa que labora parcelas con odio y sectarismo; que pone en duda nuestra mestiza nacionalidad y que nos debilita ante las amenazas verdaderas.
Los que generan el odio, son promotores del autoritarismo y la supresión de los derechos de las personas. Mala noticia para la memoria del poeta y de mi querido Moscoso.
*Coordinador del Grupo Parlamentario del Partido Revolucionario Institucional en la Cámara de Diputados LXVI Legislatura Federal