LA COSTUMBRE DEL PODER/ La doctora Sheinbaum Pardo no es Rosa Luxemburgo

GREGORIO ORTEGA MOLINA

*“Debemos, entonces, renunciar al establecimiento de una historia universal del desarrollo de la democracia, incluso en el marco de las sociedades modernas; si volteamos hacia la fase actual de la historia burguesa, constatamos, también en ella, en su situación política, la existencia de factores que no entran en el marco del esquema de Bernstein, sino que, al contrario, conducen al abandono, por parte de la sociedad burguesa, de sus conquistas logradas”

Debemos tener claro que el primer gobierno de la 4T no fue de izquierda, sí populista y con ribetes de derecha extrema, como lo muestra la propuesta de reforma judicial a la que no debían quitar ni una coma, por eso los errores.

Claudia Sheinbaum sí es de izquierda, pero dista mucho de ser teórica en su ideología y praxis. No es Rosa Luxemburgo. Es, como se descubre en la columna En privado, de Milenio de 9 de octubre, una activista muy entusiasmada en procurar el empate entre propuesta y efectiva realización.

A los mexicanos de a pie, interesados en el quehacer constitucional de quienes sostienen gobernar por el bien de México y primero por los pobres, no nos queda claro su concepto de Estado, su idea de democracia y República constitucional, de respeto a las instituciones, de la separación de poderes, del quehacer político desde la cúspide del poder. Asomó la represión durante la carrera de F1.

Rosa Luxemburgo, que fue teórica y activista, y lo mismo estaba con las rodillas bajo el escritorio que al frente de las manifestaciones, tuvo ideas precisas, como lo muestra en ¿Reforma social o revolución? Huelga de masas, partido, sindicatos. Si la reforma al poder judicial nos coloca en una crisis constitucional, qué podemos esperar de una mayor actividad política.

Dice en su texto: “El desarrollo ininterrumpido de la democracia que el revisionismo, impulsado por el liberalismo burgués, tomado por ley fundamental de la historia humana, o al menos de la historia moderna, nos muestra, cuando se observa de cerca, un espejismo. No se pueden establecer relaciones universales y absolutas entre el desarrollo del capitalismo y la democracia. El régimen político es cada vez el resultado del conjunto de los factores políticos tanto internos como externos; al interior de estos límites presenta todos los diversos grados de la escala, desde la monarquía absoluta hasta la República democrática.

“Debemos, entonces, renunciar al establecimiento de una historia universal del desarrollo de la democracia, incluso en el marco de las sociedades modernas; si volteamos hacia la fase actual de la historia burguesa, constatamos, también en ella, en su situación política, la existencia de factores que no entran en el marco del esquema de Bernstein, sino que, al contrario, conducen al abandono, por parte de la sociedad burguesa, de sus conquistas logradas”.

Es así que inermes asistimos a la demolición de las instituciones autónomas y democráticas, para ser sustituidas por una centralización del poder en una únicas manos, lo que definitivamente dista mucho de ser democracia.

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