CONCATENACIONES/ El recuento de los daños

FERNANDO IRALA

No cumple aún un mes el gobierno de Claudia Sheinbaum, pero hay ya una larga lista de hechos que muestran a la delincuencia organizada más beligerante que nunca, frente a una población inerme, ante la pasividad y/o impotencia de las autoridades.

En Guanajuato, la explosión simultánea de dos carros bomba, en Acámbaro y Jerécuaro, se suma a una cadena de atentados en el estado, unos consumados, otros frustrados, del cártel que domina la región.

En Guerrero, en Tecpan de Galeana, un enfrentamiento del Ejército con un grupo delictivo tuvo un saldo de diecisiete maleantes abatidos y dos policías municipales fallecidos. Unos días antes, criminales asesinaron y decapitaron al alcalde de Chilpancingo, y previamente también ejecutaron al secretario del ayuntamiento y a quien iba a ocupar la Secretaría de Seguridad estatal.

En Sinaloa, el operativo de captura de un importante capo, El Max, tuvo un saldo de diecinueve muertos.

En Chiapas, el sacerdote Marcelo Pérez fue abatido por sicarios en San Cristóbal de las Casas; el párroco ya había sido sentenciado a muerte por las bandas de delincuentes que dominan la zona de Los Altos de esa entidad.

En Villahermosa, Tabasco, un grupo de delincuentes incendiaron un antro, y otro establecimiento más fue baleado; en enfrentamientos entre bandas este fin de semana hubo cuatro muertos en esa ciudad.

En Jalisco, cinco cuerpos decapitados fueron abandonados en el municipio de Ojuelos.

También hay daños colaterales y actuaciones dudosas de los militares. En Nuevo Laredo, Tamaulipas, en medio de enfrentamientos entre delincuentes e integrantes de las fuerzas armadas, murieron baleados una enfermera que viajaba con su familia, un joven aparentemente secuestrado, y una niña de ocho años, quien iba acompañada de su abuela, que resultó herida.

En Culiacán, un joven, Alexis, fue acribillado en su camioneta por elementos de la Guardia Nacional, y se salvó de ser rematado debido a que la escena era grabada por una cámara de vigilancia, pese a lo cual fue acusado de provocar violencia.

En Chiapas, militares dispararon contra una camioneta que transportaba migrantes, al confundirlos con criminales, matando a seis personas e hiriendo a otras doce, en Comaltitlán, cerca de la frontera con Guatemala.

Este ha sido un listado sólo de los actontecimientos más relevantes. Expertos debaten en los medios de comunicación si algunas de estas actuaciones criminales pueden ser calificadas como terroristas.

Sea así o no, lo cierto es que estamos ante el más sangriento inicio de un sexenio en México. Tanto, que la cuenta de muertes violentas ya rebasa las dos mil, en apenas cuatro semanas.

Tal vez lo más preocupante es que en las declaraciones oficiales se sigue el mismo patrón del sexenio pasado: no hay crisis de violencia, no hay narcoterrorismo, no hay masacres, todo es una exageración de los medios.

Así vamos.

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