Ifigenia Martínez, priismo y oposición

DULCE MARÍA SAURI RIANCHO

SemMéxico, Mérida, Yucatán. Cinco días después de haber entregado la banda presidencial a la primera mujer titular del Ejecutivo federal, falleció la presidenta del Congreso de la Unión, Ifigenia Martínez Hernández.

Me propongo destacar dos aspectos de su larga vida política: el primero, el carácter singular de quien fue “la primera” en territorios reservados exclusivamente para los hombres; y dos, su permanente lucha por el pluralismo, en el que estuviesen representadas y actuando las distintas fuerzas para competir legítima y legalmente por el poder político.

Ser mujer en la vida pública del México de las décadas de 1950 y 1960 era una verdadera singularidad, que en el caso de Ifigenia se vio acentuada por su vocación de economista.

Irrumpir en un sector fuertemente masculino hasta hace muy pocos años era tarea mayúscula, simplemente para ser aceptada como alumna universitaria y después, estudiante de postgrado en Economía en la prestigiosa Universidad de Harvard. Por la edad de sus hijos y nietos es fácil imaginar la complicada combinación de crianza con el estudio y, después, con el trabajo.

Las extenuantes jornadas que caracterizaban a los “hacendarios” no hacían excepción por su condición de género. Ifigenia fue designada directora de la Escuela Nacional de Economía en 1967, vísperas del movimiento estudiantil de 1968, en el que participó al lado del rector de la UNAM y de los estudiantes, a pesar de su pertenencia al oficialismo.

Años después, en 1976, el PRI la postuló como diputada federal por la capital de la república. La Legislatura L (1976-1979) tuvo una representación femenina de 21 diputadas, cuatro que venían de la tímida figura de “diputados de partido” y las otras 17, representantes del PRI.

Fueron compañeras de Ifigenia priistas como Silvia Hernández (D.F.), Myrna Hoyos (Yucatán), Carlota Vargas (Nuevo León), Gloria Carrillo (D.F.), María Hilaria Domínguez (Nayarit), Martha Andrade del Rosal (D.F.).

María Elena Álvarez y Rosalba Magallón fueron diputadas de partido del PAN; Marcela Lombardo, por el PPS, que la postuló años después como candidata a la presidencia de la república, y Arcelia Sánchez, del también extinto PARM.

En los registros de la Cámara de Diputados varias de las legisladoras cuyo estado civil de entonces era “casada” aparecen como “de”. Afortunadamente esta atávica forma, salvo contadas excepciones, fue eliminada prácticamente en las legislaturas posteriores.

Ninguna de ellas fue presidenta de comisión, pero con toda seguridad deben haber trabajado intensamente, quizá sin reconocimiento de sus pares hombres, como sucedía entonces. En el ámbito de la administración pública, ese sexenio registró a la primera secretaria del gabinete presidencial en la cartera de Turismo, Rosa Luz Alegría.

Creo pertinente recordar estos difíciles comienzos de la participación femenina en la representación política cuando la presidenta Sheinbaum inicia su mandato.

Ifigenia Martínez fue diputada por el PRI, partido hegemónico de entonces. En la elección de 1976 solo hubo un candidato registrado, José López Portillo. La visión de Estado que caracterizó al PRI durante su larga permanencia en el poder reconoció el grave riesgo que representaba la ausencia de pluralidad para la estabilidad política. Y actuó en consecuencia.

La Legislatura L, la de Ifigenia, acometió la importante tarea de dotar al país de un nuevo entramado constitucional que reconociese la presencia de las minorías opositoras al régimen, que asegurara espacios de representación en los poderes legislativos federal y de los estados, así como en los ayuntamientos.

Así nacieron los 300 distritos de mayoría y la representación proporcional, que entonces se fijó en 100 diputad@s. Pero primero había que sacar de la ilegalidad al Partido Comunista, proscrito desde la década de 1940, y a las fuerzas sinarquistas, restos del antiguo movimiento cristero, como las más destacadas. La apertura a la pluralidad, junto con la amnistía a los jóvenes presos políticos, abrieron una nueva etapa en la vida del país.

Ifigenia Martínez votó a favor de estas cruciales reformas. Priista entonces, pero inconforme con la situación, vio en la apertura del régimen político una opción de mayor democracia.

Porfirio Muñoz Ledo era presidente del PRI cuando Ifigenia fue postulada como diputada federal. Pertenecían a la misma generación universitaria, de jóvenes inconformes que canalizaron su energía transformadora a través del partido hegemónico. Pero nunca fueron incondicionales ni silenciosos.

En su madurez, en 1986, surgió la Corriente Democrática, grupo de priistas en busca de una definición sobre el rumbo del partido. Cuauhtémoc Cárdenas, saliente gobernador de Michoacán, Rodolfo González Guevara, embajador de México en España, junto con Ifigenia y Porfirio unieron fuerzas para realizar una gran convocatoria al priismo de todo el país.

Había entonces dos visiones encontradas: la preservación del Nacionalismo revolucionario, con los valores y principios asociados a éste; y la visión modernizadora, de apertura económica y comercial, con un mayor énfasis en el liberalismo social.

La candidatura a la presidencia de la república, el perfil del personaje postulado, estaba en el centro del debate interno. A principios de 1987, después del fracaso de los acercamientos entre las partes, los cuatro actores centrales: Ifigenia, Porfirio, Cuauhtémoc, Rodolfo, abandonaron el PRI, para construir su movimiento.

Se ha tratado de asimilar la salida actual de numerosos cuadros priistas hacia Morena, tratando de justificarla con el argumento de que, en 1987, ellas y ellos hicieron “lo mismo”: romper con el PRI e irse a otro partido. Pero hay una enorme diferencia entre separarse del PRI hegemónico, en la cúspide de su poder, para afrontarlo, como sucedió con la Corriente Democrática, y renunciar al PRI para sumarse al poder, donde han recibido cargos y perdones a la medida de las necesidades políticas del oficialismo.

Desde mi perspectiva, la única fractura que ha sufrido el PRI en su casi centenaria historia, sucedió en 1987. Al escindirse, dio lugar a una candidatura presidencial opositora, la de Cuauhtémoc Cárdenas, que en 1988 dio férrea batalla electoral al todavía hegemónico partido. En esa campaña, Ifigenia fue electa la primera senadora de una fuerza opositora. En fórmula con Porfirio, ganaron la contienda en el Distrito Federal. Junto con dos senadores de Michoacán, Cristóbal Arias y José Robles Garnica, conformaron la oposición a 60 senador@s del PRI.

Meses después, el 5 de mayo de 1989, se constituyó el hoy extinto PRD, en cuyo núcleo fundacional estuvieron la y los actores de la Corriente Democrática del PRI.

Ifigenia Martínez, vanguardia en la participación pública de las mujeres. Vanguardia en la conformación de las oposiciones al régimen hegemónico de entonces. Nadie más digna que ella para entregar la banda presidencial a la primera presidenta de la república. Y después, morir.

Hibernación

Así como algunos animales tienen un mecanismo para defenderse de las bajas temperaturas invernales y disminuir sus funciones fisiológicas hasta casi parecer muertos, así he decidido entrar en un estado de “hibernación”.

No renuncio, solo entro en letargo partidista para enfrentarme a la oscura noche del PRI.

Correo: [email protected]

*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán

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