PULSO/ La “hermandad divina y guinda”

EDUARDO MERAZ

Un sexenio iniciado en 2018 con llamados a construir la “república amorosa”, terminará sin ser una república y mucho menos amorosa. Concluirá como una monarquía familiar, bajo el eufemismo de “hermandad” guinda, con una sociedad dividida, elevados índices de inseguridad, corrupción, pésima administración de recursos públicos y una economía en declive.

El cuatroteísmo como corriente política carece de la cohesión y vigor suficientes para ser independiente de la visión unipersonal de quien le dio forma. Morena es un partido político sometido. Desde Palacio Nacional le han impuesto dirigencias y candidaturas, desde las más pequeñas hasta la Presidencia de la República.

Pero lo más perverso de su funcionamiento, son las manifestaciones de agradecimiento exaltado hacia su fundador, hasta la ignominia, como quedó demostrado este martes, durante el acto de inauguración de la cuarta sección de Chapultepec.

Las historias de vida de la clase política, de empresarios, de líderes sociales y de medios de comunicación, así como de los dirigentes de su movimiento, constituyen el alimento del cual se nutre y, a la vez, utiliza como instrumento preferido el mandatario sin nombre y sin palabra, para imponerse -vía el chantaje- y marcar el derrotero del país a su imagen y semejanza.

En vez de no mentir, no robar y no traicionar, el tridente que ha guiado la actuación presidencial en el presente sexenio está conformado por comprar, fustigar y purificar a todos aquellos insumisos, conformistas y necesitados. Así ha construido la “hermandad” que hoy, él y su futura sucesora, pregonan a los cuatro vientos.

Es tal la liturgia autocomplaciente del cuatroteísmo, que Claudia Sheinbaum Pardo dijo, sin ningún asomo de pudor o autocrítica que en sus viajes junto al mandatario por el país en el proceso de transición, le sorprende la emotividad y el cariño entre López Obrador y la gente, como acaba de suceder en Veracruz.

Emocionada, casi hasta las lágrimas, la presidenta electa narró cómo la gente saluda a su antecesor: “Es un amor, que es amor del Presidente a su pueblo y de su pueblo a su Presidente, que es algo inexplicable… es que es una hermandad, hemos construido una gran hermandad”.

Ante decenas de personas, funcionarios y artistas que han participado en el llamado movimiento de transformación, la presidenta electa rubricó: “Y el día de hoy, con todos ustedes que nos conocemos desde hace cuanto y nos hemos visto tantas veces en esta lucha, lo que puedo decir es que somos una hermandad, una hermandad que se construye y que sea construido a lo largo de estos años de lucha y que se va a seguir construyendo con el segundo piso de la cuarta transformación”.

Luego de escuchar tales loas, el mandatario ya casi no palaciego, convino en que, “en efecto, formamos parte de una hermandad”.

Y para que no quedará duda de los propósitos futuros de la hermandad, exclamó: “Dios existe”. Sólo le faltó decir que él es su representante en esta tierra y por eso va a entregar la banda presidencial a quien tiene mucha sensibilidad y va a darle continuidad a lo que se ha iniciado”.

Y de ahí a la eternidad, de la descendencia López, pues los lazos consanguíneos cuentan con el aval divino.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Sí López Portillo estatizó la banca, casi medio siglo después el mandatario actual ha preferido la expropiación de bienes inmuebles.

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