FRANCISCO RODRÍGUEZ
La población civil ya no acude al Zócalo a presenciar la ceremonia conocida como “El Grito”. Hoy son los “acarreados” de Morena quienes ocupan la Plaza de la Constitución, previa rigurosa revisión de elementos militares vestido de civil.
Por eso los vivas y elogios a la justicia, a la soberanía, a los pueblos indígenas, a la libertad y a la democracia, tanto como los mueras a la corrupción no dejan de ser un asunto demagógico. Fuera de contexto, en un escenario montado. Son un recurso para evadir la aplicación de los conceptos. No tienen significado si no se les refiere a la acción conducente para hacerlos efectivos. Son gritos al vacío, sin posibilidad de réplica, sin sustancia alguna.
En un país como el nuestro, atosigado por el clima de odio, de pobreza y de violencia, tienden a generar más irritación, más encono que esperanza. Son peras del olmo que anuncian más inquina que alternativas. No pueden invocarse sin sentido, no deben anunciarse sin un respaldo que los justifique.
Cualquiera, hasta un matarife, puede pararse en medio del escenario prefabricado y alentar su nombre. Lo que se espera es el grito por la aplicación de la justicia, por las formas de lograr la soberanía, por alcanzar la libertad, la paz y la concordia. No estamos para más protocolos insulsos, para más gritos sin esencia, para más ditirambos insensatos.
Por eso es por lo que hasta Andrés Manuel López Obrador fue considerado por varios gobernadores morenistas como uno más de “los héroes que nos dieron Patria”. Los vivas a AMLO se incluyeron al lado de los de Miguel Hidalgo, José María Morelos, Ignacio Allende… et al.
Recuérdese que hace un año la encuestadora de Liévano Sáenz y Federico Berrueto dio a conocer un trabajo en el que se asienta que AMLO es considerado “un héroe” por poco más de una cuarta parte de sus entrevistados. El 28.2% de su muestra dijo también que se siente orgulloso del ocupante y, al parecer, ya dueño absoluto del Palacio Nacional.
Por inferencia, somos pocos menos de tres cuartas partes de la población quienes vemos en AMLO a un antihéroe.
El antihéroe que incrementa la polarización, el que en el poco tiempo que le quedaba en el cargo ¡ya nos quitó la Patria!
Rarezas de Sedena y Semar
Sobre el desfile militar, ni hablar. Detrás de las marcialidades y de las marchas dragonas de su caballería, todo mundo ya sabe qué es y a qué se dedica el Ejército, después de haber sido desarmado para avituallar ese esperpento que resultó la Guardia Nacional.
Todo mundo sabe que, a cambio de tragar sapos sin hacer gestos, los grandes entorchados de la Defensa y de la Armada, fueron colmados con todo tipo de canonjías, poder y dinero sobre la población civil, sin consulta ni evaluación posible. Están contentos arriba, en la cúpula. Pero abajo… Lo que suceda al seno de las Fuerzas Armadas es aún de pronóstico reservado.
Sobre todo, cuando este 16 de septiembre vimos todo el lujo y nos ocultaron que por debajo tienen todo un reborujo. Que son los criminales quienes deciden si cesan o no sus matanzas, sus asesinatos, sus atentados en contra de la seguridad de la sociedad ya del todo indefensa. Sin justicia y sin seguridad.
La consigna mil veces demostrada de la Cuarta Transformación es que los ridículos ñoños se cubren con dinero del presupuesto. Y que la resistencia civil se doblega con impuestos, injurias… y golpes de Estado técnicos, cual fue la aprobación de una Reforma Judicial, a la que prácticamente no le cambiaron ni una coma, con la que se burlaron de aquellos que asistieron a sus foros y no fueron censurados, con la que no atendieron razones expuestas por el mundo, sí, por el mundo, financiero.
¡Qué forma tan rara de celebrar la Independencia de México!
Con una de las representaciones más ñoñas de las que se tenga memoria en ese desaguisado de montajes chuscos de la 4T Un Ateneo de Insensateces, donde desfilaron carros alegóricos con las obras insignias de López Obrador. Otro regalazo a su ego, ahora de parte de los uniformados.
Pero no fue el único. Como la crisis está instalada desde el inicio hasta el final del el sexenio, se presagia para el próximo una debacle mayor, el feto nonato, las crisis económica y social de todos tan temidas. La crisis que, ahora sí, llegó para quedarse.
Y aunque se escuchen los retintines más socorridos: “no habrá crisis en el segundo piso de la 4T”, “las finanzas del aparato están en condiciones excelentes de salud”, “un gran golpe al narco”, “se crearán tres millones de empleos”, “habrá un millón de viviendas más”, y… “no más gasolinazos”.
Los mensajes encriptados no quieren decir otra cosa que la rendición anticipada ante lo inevitable. Un catálogo de deseos truncos, recetados al público antes del hachazo final, el que vendrá inexorablemente de seguir las cosas como van. Porque una economía que ha sido arrasada desde sus cimientos no puede responder mágicamente ante los acontecimientos negativos.
Al servicio de la delincuencia
Ni la economía se recupera, ni bajan los delitos de alto impacto, ni se ha creado un solo empleo formal con prestaciones y salarios justos, ni se detienen las alzas a la gasolina, electricidad y diésel, ni aminora el efecto salvaje del narcotráfico en la vida de los mexicanos.
Todo forma parte, en esta chusca y a la vez triste celebración de la Independencia, de fallas estructurales, no de cifras que puedan o quieran manejarse al contentillo de un régimen que ya se encuentra en pleno estertor.
El objetivo es dejar la absoluta convicción de que, después de Morena, llegará el diluvio. Que ya no hay otra forma de organización que no deba basarse en el presidencialismo absolutista, en las Cámaras adocenadas, en la Judicatura dominada y envilecida y en una estructura administrativa al servicio de la delincuencia organizada.
Fuera de allí, todo es Cuautitlán. Llegaría el infierno. La defensa de la soberanía popular es física y naturalmente imposible. La lucha por aferrarse al poder encuentra en estas expresiones triunfalistas su razón de ser. Está visto que no sólo quieren el poder total, exigen además la impunidad, y si se puede, la inmunidad.
¡Y así no no’más no se puede!
Indicios
En la cuenta regresiva, ya nada más faltan 13 días para que termine esta tragedia. Pero no se alegre, sigue otra de proporciones aún más catastróficas. * * * Reconocido estoy con usted por haber leído hasta aquí. Y como siempre le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!