EL OTRO DATO/ Abrazos no balazos se va con AMLO

JUAN CHÁVEZ

Claudia Sheinbaum está actuando con cautela para no verse obligada a desairar a López Obrador.

El 25 de julio le dio la suave al cacique de Palacio, anunciando que Zoé Robledo Aburto permanecería en el IMSS-Bienestar, que López había sugerido que así fuera en sus mañaneras.

Claudia, que mañana recibirá del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación su constancia de mayoría como Presidenta electa, reveló este martes 13 de agosto que Alejandro Svarch Pérez será el nuevo director general del IMSS Bienestar.

“He pedido que se incorpore (Alejandro Svarch) como director del IMSS-Bienestar, ustedes saben que es una de las instituciones de salud más importantes”, explicó frente a medios de comunicación.

Sobre los logros que ha obtenido el próximo titular del IMSS Bienestar, la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México destacó que el médico cirujano Svarch Pérez se encargó de capacitar a todos los doctores durante la pandemia de COVID-19, además de que logró liberar en “tiempo récord” más de 100 millones de vacunas contra esta enfermedad.

“Nos conocemos y estoy muy contenta de que Alejandro acepte esta responsabilidad, que es una de las más importantes que vamos a desempeñar”, sostuvo.

Por otra parte, la reunión entre López Obrador y el próximo secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, el miércoles pasado en Palacio Nacional, fue muy publicitada por la Presidencia, que colocó una fotografía de los dos en las redes sociales.

El mensaje subrayaba la injerencia de López Obrador en el gobierno entrante y la forma irrespetuosa con la que está tratando a su sucesora, Claudia Sheinbaum. Pero también quiso dejar claro que la estrategia de seguridad tenía que ser la misma que implementó en su sexenio y que todos sabemos fue un fracaso bajo el tenor de “abrazos no balazos.

García Harfuch salió sonriente de la reunión, mientras Sheinbaum dijo que veía con buenos ojos que el presidente hablara personalmente con su futuro gabinete. No podían haberlo hecho de otra manera.

La presión de López Obrador, que sabe que no se puede aferrar al poder pero quiere dejar atada de manos a la próxima presidenta, ha ido creciendo conforme se está acercando el 30 de septiembre, su último día como jefe de Estado. Le están administrando sus ansias y arrebatos, sus pretensiones y exigencias, algunas de las cuales son transitables, al menos por un tiempo, pero otras son inaceptables.

La seguridad es una de ellas. La estrategia de López Obrador no será imitada por el nuevo gobierno. Fue un desastre que dio como resultado el mayor número de homicidios dolosos en la historia, y empoderó a los cárteles, a los cuales le entregó de facto amplias franjas del territorio nacional y el destino de miles de personas. La relación con ellos, tejida por omisión o comisión, ha metido a López Obrador en un problema serio a mediano plazo, luego que el líder del Cártel del Pacífico (Sinaloa), Ismael “El Mayo” Zambada, señaló al gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, de tener nexos con la organización criminal.

La Secretaría de Seguridad ha sido desmantelada por López Obrador. Le quitó presupuesto y recursos humanos que trasladó a las Fuerzas Armadas, y destruyó la Policía Civil sustituyéndola por la Guardia Nacional, que no pacificó el país ni acabó con la violencia, que prometió en campaña.

García Harfuch recibirá un esqueleto, pero ni él ni Sheinbaum se dirán sorprendidos, sabiendo de la destrucción institucional en ese campo.

Por diseño obradorista, la secretaría no puede dar seguridad y protección a los ciudadanos, porque la Guardia Nacional, la que debería proveerlas, está bajo el mando militar.

Sheinbaum sabía que esa era una pelea que jamás ganaría al presidente, pero ante tanta destrucción, se abrieron las posibilidades de armar una institución que permita ir caminando hacia la reducción de la violencia.

De acuerdo con los borradores de la nueva estrategia de seguridad, la secretaría reforzará el área de inteligencia civil con el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que está bajo su mando.

En la actualidad, el CNI, encabezado por el general Audomaro Martínez, no responde a la secretaria de Seguridad de Rosa Icela Rodríguez, como debería por organigrama, sino al Ejército, aunque en los últimos tiempos se maneja de manera autónoma por un conflicto personal desde hace tiempo con el general secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval.

El CNI, hasta este momento, va a dejar de ser dirigido por un militar, y pasará a ser encabezado por un civil de carrera dentro de ese organismo -antes llamado CISEN-, que tendrá dos secretarios generales, contra un solo puesto de ese rango que tiene actualmente.

La batalla por el CNI fue una de las más difíciles y prolongadas que tuvo el equipo de Sheinbaum con el del general Sandoval, que se ha decantado por la próxima presidenta, aunque hasta que no salga el nombramiento no se puede decir que logrará el objetivo, como ha sucedido con otros cargos en el gabinete que también ha sido motivo de disputa palaciega. Fue una lucha crítica porque Sheinbaum quiere abandonar el énfasis que le dio López Obrador al CNI en espionaje político, y enfocarlo a investigación criminal.

Junto con ese logro estratégico, se obtuvo otro no menos importante, la recuperación para un civil del Centro Nacional de Fusión de Inteligencia que en franco nepotismo hoy dirige Luis Rubén Sandoval, hijo del secretario de la Defensa.

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