ISABEL ORTEGA MORALES
Chilpancingo, Guerrero. No solo se trata del que dice Ismael “el Mayo” Zambada fue objeto por parte del “chapito” y las autoridades estadounidenses, en México tenemos otros secuestros por ejemplo en el PRI, donde Alejandro Moreno estará hasta el 2028 como dirigente de ese instituto político, con más del 97 por ciento del respaldo de las y los Consejeros políticos que le dieron el respaldo.
El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, también tiene la mano en varios temas de esa índole, desde querer quedarse con los órganos autónomos que representan conquistas ciudadanas, democráticas, hasta decidir qué debe hacer la virtual Presidenta Electa en su próximo gabinete.
El secuestro es grave, es un delito que irrumpe la estabilidad social, emocional, patrimonial de la ciudadanía, pero no deja de ser menos grave el secuestro de institutos como la de Derechos Humanos o el INE que han sido omisas en la responsabilidad democrática que tienen en sus manos.
¿Qué valor tendrá la vida cuando se van cercenando desde las instituciones derechos y garantías?
¿Qué puede defender la ciudadanía se le han ido secuestrando espacios para poder desarrollar sus capacidades y talentos?
Y ahora, dos cámaras que han secuestrado equilibrios para mantener una equilibrada representación ciudadana en sus espacios de decisión y ser un real contrapeso político que permita a la vida democrática estar representada.
¿Tendremos aún otros secuestros que negocien las relaciones internas y nos muestren que la corrupción tiene una dimensión más grande que la que podamos imaginar cuando empiecen a salir nombres de la garganta de dos personajes que no están en manos de mexicanos?
El secuestro de la libertad, el secuestro de los fideicomisos, el secuestro de las estancias infantiles, el secuestro del deporte, el secuestro de la cultura nos muestra un desastre a menos de dos meses de que concluya un periodo de gobierno federal que sembró una gran expectativa y uso la infraestructura y el recurso económico de un gobierno para intentar perpetuar su nombre a costa de la estabilidad de un país que también, tiene secuestrado.