DULCE MARÍA SAURI RIANCHO
SemMéxico, Mérida, Yucatán. No fue el resultado, fue la magnitud de la derrota lo que me tomó por sorpresa. Soy una convencida que en democracia se gana y se pierde. Y que quien fracasa en una ocasión, después puede competir con éxito. Pero nada me había preparado para un dos a uno en el resultado de la elección presidencial, ni para la pérdida de Yucatán para la causa de la coalición Fuerza y Corazón por México.
Todo parecía encaminarse a una jornada llena de sorpresas positivas para lo que yo entiendo, todavía, como democracia. La Marea Rosa, presente en decenas de ciudades apenas el 19 de mayo; los cierres entusiastas e incluso, uno que otro incidente que mostraba la popularidad de Xóchitl Gálvez.
¿Me encerré en una burbuja que la realidad deshizo bruscamente el domingo pasado? Quizá. Tuve algunos indicadores que, como veterana en el oficio de la política debía haber ponderado para amortiguar mi optimismo. Cito el ejemplo de una plática accidental en una farmacia con la dependienta que amablemente me atendió. Ella abrió fuego con la pregunta sobre mi opinión de las próximas elecciones. Más que mi respuesta, fueron sus comentarios sobre el candidato a gobernador, “tres veces alcalde”, que, según ella, dejó mucho que desear; su estimación acerca de la cacareada seguridad, que en las colonias de la periferia de Mérida, por el rumbo de Umán, es bastante deficiente. Hasta el moderno transporte Va y Ven fue cuestionado por el tiempo de traslado y su precio. Saldo de la conversación: posible voto por el oficialismo.
El otro indicador que nunca me ha fallado —aunque no le haga caso— fue el ambiente de la fila en la casilla para votar. Las sonrisas cómplices de ocasiones anteriores fueron sustituidas por miradas de reojo (se las atribuí a mi identificación partidista). La aguja que iba a pinchar mi burbuja ya estaba lista y no me había percatado.
Van algunas líneas de reflexión personal para entender lo acontecido el domingo 2 de junio. Es apenas un apunte preliminar, mezclado con la emoción y las preocupaciones frente a lo que viene. Tienen también el propósito de ofrecer disculpas, incluso pedir perdón por las antenas abolladas de mi intuición política que no han sabido responder a la nueva realidad mexicana y de Yucatán. Varios supuestos, incluso mitos, cayeron esa noche. Enumero algunos de ellos.
1) Las clases medias urbanas están mayoritariamente descontentas con el gobierno del presidente López Obrador. Realidad: el casi 60% de la votación obtenida por Claudia Sheinbaum solo se explica por el voto de un amplio sector de esa población que no está en pobreza, pero que lucha día a día para no caer en ella. Son quienes aprecian la pensión de adulto/as mayores para sus padres y abuelos; la beca universitaria de sus hijo/as; el apoyo a las emprendedoras que permite estirar el gasto hasta llegar a fin de mes. ¡Qué lejos de sus preocupaciones cotidianas está la amenaza de una restauración autoritaria, de implantar un nuevo régimen político que vulnere las libertades que hemos disfrutado por muchos años! El agradecimiento se mezcló muy posiblemente con el temor de perder lo alcanzado. Fue un error asumir mecánicamente que por su descontento e insatisfacción habrían de votar por la opción que presentó la coalición opositora.
2) A mayor participación electoral, mayor posibilidad de triunfo de las oposiciones. Así fue muchas veces en el pasado. Ya no. Las urnas se nutrieron de votos por la coalición gobernante, no solo por los descontentos urbanos. Por cierto, el porcentaje de abstención creció en relación con 2018. Casi el 40 por ciento de la ciudadanía con derecho a votar no asistió a las urnas. No las entusiasmamos lo suficiente, no las motivamos ni convencimos. Es la realidad. Escenas como las de las casillas especiales en distintas partes del país y del extranjero hicieron avizorar la esperanza del triunfo opositor. Fue solamente un espejismo.
3) Creímos que la coalición opositora podía ganar la elección a pesar de la mala fama de los partidos políticos que la integraban. Fue un error desestimar el rechazo ciudadano, en particular a mi partido, el PRI. La machacona y eficaz campaña del despectivo “PRIAN”, usada una y otra vez para subrayar la amenaza de regreso al pasado de corrupción y privilegios de los gobiernos anteriores fue eficaz. La coalición opositora no supo deshacer la narrativa que día tras día surgió en las “mañaneras” de Palacio Nacional.
4) La unión de la ciudadanía y de los partidos políticos con la finalidad de conformar un frente opositor al gobierno morenista se asumió como obligada y necesaria. Faltó tiempo y estrategia para cultivarla. Los partidos llevaron consigo prácticas políticas rechazadas por la ciudadanía en la postulación de candidaturas. Se dio la imagen del “agandalle” y que lo que verdaderamente interesaba a sus dirigencias era colocar a sus incondicionales en las mejores posiciones de las listas de representación proporcional. En algún tramo del camino, las organizaciones ciudadanas se sintieron utilizadas por los partidos. A la vez, las organizaciones políticas, sabedoras del poder legal de los registros y postulaciones, menospreciaron la representación ciudadana en sus candidaturas.
Una mujer, Claudia Sheinbaum, fue electa la primera presidenta de la república desde 1824. Doscientos años y 65 antecesores masculinos muestran la relevancia de la determinación de la ciudadanía. No era mi candidata, ustedes lo saben, amig@s lector@s, pero no puedo dejar de alegrarme por la culminación de la larga lucha de miles de mujeres para alcanzar la plena igualdad, al menos en el acceso a la Silla del Águila.
No entendí, confieso, la ausencia de la candidata en los anuncios de triunfo que hizo la dirigencia de su partido. Después comprendí que fue un gesto de respeto institucional al INE, cuya presidenta salió hasta casi las 12 de la noche para dar los resultados del conteo rápido de la elección presidencial. Después, CS festejó en el Zócalo. Un gesto que, desde mi perspectiva, manifiesta la voluntad de hacer las cosas de manera diferente a su jefe y mentor. No quiero ilusionarme: los golpes de realidad duelen, pero esos pequeños signos pueden hacer la gran diferencia.
Qué sigue. Sin duda, construir un nuevo movimiento opositor, que aspire a ser un factor de contrapeso del enorme poder acumulado en la presidencia de la república. Le corresponde a las y los jóvenes, a las nuevas generaciones, con creatividad y entusiasmo, acometer la tarea. Y sumar desde su iniciativa fresca y despojada de los lastres partidistas del presente, a personas de todas las edades, entre las cuales, sin duda, estaré yo.
Yucatán. Perdió la candidatura común del PAN-PRI-Nueva Alianza, perdió Renán Barrera que, con gran dignidad, salió a reconocer el triunfo de Joaquín Díaz Mena. En buena hora, en buena lid, espero. Ahora, a cumplir el compromiso de blindar la seguridad de Yucatán. La presión sobre Cecilia Patrón, próxima presidenta municipal de Mérida, será enorme. Aquí estaremos las mujeres para apoyarla.
Miércoles de cómputo. En los 300 distritos de todo el país, seis de Yucatán, se están computando las actas para hacer oficiales los resultados del PREP. Cuando concluyan tendremos un cálculo muy aproximado de la nueva composición de las Cámaras de Diputados y Senadores. La posibilidad real de alcanzar la mayoría calificada (dos terceras partes) se habrá concretado. Comienza, ahora sí, un nuevo régimen político.
*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán