“El cambio es la ley de la vida. Aquellos que solo miran al pasado o al presente, se perderán el futuro”. John F. Kennedy
JOSÉ CARLOS GONZÁLEZ BLANCO
Nadie somos como ayer, la vida es un cambio permanente, nos renovamos a diario, caemos, lloramos, reímos, amamos, nos frustramos, festejamos éxitos, lo mismo estudiamos que nos emborrachamos o nos volvemos locos en una aventura fugaz o en un proyecto o en una necedad; la vida es movimiento, sólo lo muerto es estático, por eso, “renovar o morir”.
El cambio, es la más poderosa ley de la naturaleza, hay día, noche, sopla el viento, corren los ríos, circulan las nubes, llueve, y se mueven la mar desvaneciendo los caminos que alguna vez anduvimos, nacemos, morimos, sólo en el movimiento se entiende la evolución de nuestra especie y de nuestra vida.
Por eso, evolucionar atrae las nuevas oportunidades, sólo el cambio nos impone retos y que debemos asumir sin temor, como una convicción de vida, renovarnos es un acto de amor a nosotros mismos, nos exige, nos pone a prueba en el camino a nuestro futuro y es la única manera de aspirar a la felicidad real y a la satisfacción de haber vivido en plenitud.
La política no escapa de esa dinámica, la competencia, exige que los competidores, se esfuercen, mejoren, se expongan ante nuestro escrutinio y les impone asumir las consecuencias de su mediocridad o aspirar a las mieles del reconocimiento temporal pero finito.
Correlativamente, a los ciudadanos, nos permite compararlos, evaluar, verificar si nos atienden, nos roban, abusan o nos engañan, lo más importante, es que nos permite elegir y exigir calidad, renovarlos o repudiarlos por nefastos o mediocre, ningún gobierno ha sido eterno.
Nos lo enseña la historia, nos convino la alternancia cuando el porfirismo llegó a extremos intolerables y la sociedad lo relevó rompiendo estructuras rígidas, no había más, tomó la única opción que tenía que era el maderismo insuficiente, pero sólo por la esperanza de un cambio disruptivo.
También nos convino cuando el sistema de partido único se corrompió y después cuando percibimos que el relevo panista nos quedó a deber.
También nos convino en el 2018 porque volvimos a repudiar la simulación y corrupción desmedida, tampoco había muchas opciones, los relevamos con ex corruptos emanados de los anteriores gobiernos sucios, disfrazados de corderos morenistas que resultaron peores.
Llegó la hora de quitarlos, también nos defraudaron.
Por las mismas razones de cada alternancia y porque estamos legitimados para reprobar los malos gobiernos y exigir mejores, nos conviene volver a repudiar la mediocridad, la política del odio y la corrupción rapaz que los pudre.
Si fuera cierto que fueran honestos, éticos o eficientes, lo sabríamos, pero sabemos que nos mienten, que nos traicionan y nos roban, fueron peor que quienes les precedieron.
Decidir ahora, es nuestro privilegio es la esencia de la democracia que, por cierto, quieren extinguir para perpetuarse, razón suficiente para quitarlos, entendemos que somos producto de nuestro pasado, pero muy mal haríamos en quedarnos prisioneros de él sin luchar por cambiarlo.
Es hora de aspirar a un mejor gobierno, sólo exigiendo, luchando por mejorarlo podremos lograrlo.
Renovar los políticos es nuestro derecho y al mismo tiempo nuestra obligación, es justo y necesitamos hacerlo por nuestro bien, porque es nuestro deber evolutivo, después de todo, como enseña la vida y explicó Machado, “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo camino, camino sobre la mar”.