LA COSTUMBRE DEL PODER/ ¡No me salgan conque la Constitución es la Constitución! Costo democrático, social, económico e ideológico del modelo político presidencialista

GREGORIO ORTEGA MOLINA

*Insisten en restablecer ese presidencialismo que puso freno a ser rechazado con una alternancia partidista fallida, ahora con un gobierno encabezado por la imagen de un presidente de la República que es capaz de embozar al perfecto plutócrata, como estará de acuerdo Carlos Slim, y como lo muestran sus enriquecidos vástagos López Beltrán

Desconozco si hay registro histórico de un gobierno perfecto; no creo que haya existido, precisamente porque las utopías son sólo eso: utopías. La razón es sencilla. Monarquías, repúblicas democráticas, autocracias, dictaduras… fueron diseñadas por seres humanos, cuya naturaleza es la imperfección. Pregunten, si no, a Miguel Ángel, o a alguno de los canonizados por los cultos religiosos, o sociales, o políticos.

Sin embargo, se dieron esbozos, apuntes, ensueños sociales e ideológicos que pudieron allanar el camino a la democracia, ese ideal de convivencia en el que la propuesta está en las leyes, la Constitución de las naciones, los proyectos de patria, las instituciones de la República, casi perfectas, adecuadas para los gobiernos en armonía y con  relevo constante, para aspirar a esa perfección que únicamente puede obtenerse en el ceder para recibir: me refiero a la libertad individual para lograr la colectiva. El ejercicio de los derechos es para todos, o no es

¿Dónde inicia y termina el primero de los derechos que consolida la libertad? Con la posibilidad de elección: decidir qué puedes o no comer, cómo habrás de vestir, qué tipo de educación ofrecer a tus hijos, cómo y por qué elegir tal o cual gobierno. Es la idea básica de democracia, que únicamente se obtiene con igualdad de oportunidades. La libertad también inicia con un salario digno.

Todo pareció ofertarnos la posibilidad de consolidar un proyecto de nación desde 1917, cuando Álvaro Obregón decidió conculcar la norma que dio aliento de vida republicana, y buscó la reelección. Pagó con su vida. Plutarco Elías Calles fue menos ambicioso, pero igual fue a fallecer en Los Ángeles, California. Luis Echeverría pagó su ensueño con una embajada en las islas Fiyi, y desde 1994 se caminó a paso de vencedores en la consolidación de instituciones que permitieran la desacralización del presidencialismo, y con ese hecho refundar la República y el modelo de gobierno.

Pero insisten en restablecer ese presidencialismo que puso freno a ser rechazado con una alternancia partidista fallida, y ahora con un gobierno encabezado por la imagen de un presidente de la República que sólo insiste en embozar al perfecto plutócrata, como estará de acuerdo Carlos Slim, y como lo muestran sus enriquecidos vástagos López Beltrán. Apenas el lunes último avisó que es capaz de acorralarnos con un ¡no me salgan conque la Constitución es la Constitución!

No necesita demostrarse, una vez más, que la piedra de toque de la corrupción y su impunidad, es el poder del presidente de la República. Es el costo que pagamos al no defender la democracia.

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